Desde mediados de la década pasada, El Salvador ha impulsado reformas integrales en salud. Entre otros asuntos, el gobierno comenzó a concentrarse en un desafío de salud nacional que se avecinaba: la creciente incidencia de enfermedades no transmisibles en todo el país. De hecho, como se informó posteriormente en un estudio, "las enfermedades no transmisibles son una de las principales causas de muerte prematura entre la población adulta salvadoreña".
La propia Encuesta nacional de enfermedades crónicas no transmisibles en población adulta de El Salvador, de 2015, que el Banco Mundial ayudó a financiar, reveló altos niveles de factores que pueden desencadenar enfermedades no transmisibles, como estilos de vida sedentarios, consumo riesgoso de alcohol, tabaquismo, malas elecciones nutricionales de sal, azúcar o alimentos muy procesados. Por ejemplo, la encuesta confirmó que casi el 94% de los salvadoreños en todo el país consumían pocas frutas y verduras, y casi la misma cantidad consumía altos niveles de bebidas azucaradas. El estudio también mostró una prevalencia relativamente alta de adultos con sobrepeso y obesidad.
Además, la encuesta arrojó luz sobre la prevalencia generalizada y creciente de la enfermedad renal crónica. Aproximadamente el 12% de la población de El Salvador tiene la enfermedad, en particular una forma no tradicional que no está relacionada con los factores de riesgo típicos: diabetes y degeneración renal relacionada con la edad. Esta forma no tradicional de enfermedad renal crónica ha aparecido cada vez más en salvadoreños de entre 30 y 40 años, un rango inusualmente joven para esta enfermedad. Se asocia con hipertensión, consumo de antiinflamatorios, hidratación insuficiente y exposición a agroquímicos en muchos entornos laborales salvadoreños.
"Es un problema silencioso, sobre todo entre los hombres jóvenes, de los cuales un número cada vez mayor necesita diálisis por el resto de sus vidas", dice la economista sénior del Banco Mundial y líder del proyecto Amparo Elena Gordillo-Tobar. "Esto resulta muy caro para el país y, por supuesto, lamentablemente está reduciendo la calidad de vida y la esperanza de vida de muchas personas".
La experiencia de El Salvador no es aislada. A nivel mundial, alrededor de 41 millones de personas mueren cada año por enfermedades no transmisibles (ENT), lo que representa el 71% de todas las muertes. Además, las ENT son la principal causa de muerte en países de todos los niveles de ingresos, aunque los países de ingresos bajos y medianos están menos equipados para combatirlas.
Entonces, en 2018, El Salvador se propuso lidiar con su propia lucha contra las enfermedades no transmisibles. Para ayudar, el Banco Mundial, en colaboración con Access Accelerated (una alianza de más de 20 empresas biofarmacéuticas comprometidas a ayudar a lograr la meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible de reducir las muertes prematuras por ENT en un tercio para 2030) apoyó los preparativos del Ministerio de Salud y el lanzamiento de un proyecto denominado "Abordando las enfermedades no transmisibles en El Salvador". El proyecto incluyó iniciativas piloto en tres regiones del país para "mejorar la prevención, la detección temprana y el tratamiento del cáncer de cuello uterino, así como la prevención de los factores de riesgo de las ENT".
A través de este programa, el gobierno de El Salvador recibió más de 86.000 pruebas de detección del virus del papiloma humano (VPH) y cerca de 30.000 dosis de la vacuna contra el VPH, que previene el cáncer de cuello uterino. También ha proporcionado fondos para la capacitación de los trabajadores de la salud, la extensión comunitaria y un conjunto de herramientas de salud para brindar servicios básicos de enfermedades no transmisibles para mujeres.
La llegada de la pandemia de COVID-19 en los primeros meses de 2020 pospuso las actividades normales del Ministerio de Salud y requirió suministros y personal a la respuesta al brote.
A pesar de las dificultades, el programa aún llevó a cabo decenas de talleres sobre enfoques integrales de las enfermedades no transmisibles, capacitando a miles de personas en consejería, nutrición, salud mental, diagnóstico temprano y tratamiento farmacológico y no farmacológico. El proyecto piloto también ha producido directrices integrales para hacer frente a las ENT.
La pandemia obligó a los organizadores del proyecto a repensar la mejor manera de brindar atención para las enfermedades no transmisibles. Eso incluye brindar educación para la salud a través de redes de personas y pequeñas comunidades, mejorar la entrega de medicamentos, utilizar la telesalud de manera más amplia, hacer que la diálisis domiciliaria esté disponible, garantizar la continuidad del tratamiento del cáncer y aumentar la eficacia y la sincronización del seguimiento del proyecto.
“El Ministerio de Salud es responsable de la implementación práctica de los pilotos”, dice Gordillo-Tobar. “Nosotros, es decir, el Banco Mundial y Access Accelerated, asesoramos y proporcionamos financiamiento”.
El trabajo del Banco Mundial sobre las enfermedades no transmisibles en El Salvador fue una continuación de sus esfuerzos para dar impulso a las ambiciosas reformas nacionales previas, que se guiaron por la idea de que todas las personas tienen derecho a la atención de la salud.
A partir de 2009 y durante la siguiente década, las reformas condujeron a inversiones sustanciales en salud y a una nueva estrategia de atención primaria de salud integral, diseñada para acercar los servicios de salud a las comunidades más pobres y remotas. En 2011, el Banco Mundial puso a disposición de El Salvador US$80 millones a través de su proyecto Fortalecimiento del Sistema de Salud Pública, que se implementó con éxito entre 2011 y 2018.
Si bien persisten desigualdades y brechas en la disponibilidad de atención médica en El Salvador, muchas de las inversiones del país en salud han dado sus frutos. Entre otros avances, la inmunización infantil aumentó, al igual que el porcentaje de nacimientos en los establecimientos formales de salud, y hubo descensos significativos y alentadores de la mortalidad materna e infantil. De hecho, El Salvador fue el único país de Centroamérica que logró el cuarto Objetivo de Desarrollo del Milenio, al reducir su tasa de mortalidad de menores de 5 años a 17 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, muy por debajo de la meta de 20.
“La red de atención primaria de salud en El Salvador está bien desarrollada”, dice Gordillo-Tobar. “No es perfecta, pero la estructura está ahí. Incluso en los pueblos pequeños. La pregunta ahora es cómo utilizar mejor esa estructura para brindar una atención integrada que prevenga, detecte y trate las enfermedades no transmisibles. El Salvador está utilizando sabiamente los proyectos piloto para ampliar el conocimiento sobre la atención de las enfermedades no transmisibles en todo el país”.