El 2020 fue año bisiesto, y justamente fue en ese día extra que se le agrega a febrero, el 29, cuando el gobierno ecuatoriano anunció oficialmente el primer caso de contagio de COVID-19 en su territorio. Se trató de una adulta mayor que había “importado” el virus quince días antes, convirtiendo a Ecuador en el país número 55 en el mundo con presencia de la mortal enfermedad.
Apenas unas semanas más tarde Ecuador pasó a ser de forma vertiginosa uno de los territorios con los mayores índices de contagios y muertes del mundo, particularmente en Guayaquil, la segunda ciudad más grande del país, donde la enfermedad se cebó con particular dureza.
El horror comenzó a manifestarse en las calles cuando empezaron a aparecer cadáveres de personas que colapsaban en su desesperación por respirar, o de quienes fallecían en sus hogares y sus propios familiares colocaban sus cuerpos en las veredas con la esperanza de que las autoridades se hicieran cargo.
Los meses posteriores no fueron alentadores. Los hospitales de las grandes ciudades se vieron excedidos por la cantidad de casos, la falta de pruebas tampoco permitía llevar un registro real de la cantidad de infectados o de las razones del aumento inusual de fallecimientos comparados con los promedios anuales.
Ecuador se hallaba a merced de la COVID-19 y para finales de 2020 registraba más de 200 mil casos y cerca de 14 mil muertes, cifras terribles para un país de tan solo 17 millones de habitantes.
Por esta razón, llama aún más la atención que Ecuador se haya convertido en un líder en la administración de vacunas a su población. Llegar allí no fue tarea fácil.
La llegada de la vacuna
Si bien la primera vacuna fue administrada en Reino Unido el 8 de diciembre de 2020, no fue sino hasta mediados de marzo de 2021 cuando Ecuador inició la inoculación de grupos específicos, como personal médico, personal de seguridad y personas de la tercera edad.
Durante estos primeros meses el proceso de inmunización no estuvo carente de contratiempos. Algunos centros de vacunación estaban abarrotados y muchas personas tenían que esperar varias horas para ser atendidas. El gobierno ecuatoriano empezó a recurrir a universidades privadas y otras instituciones para buscar apoyo en el proceso. Sin embargo, el número de dosis todavía resultaba demasiado bajo.
Entre enero y mayo de 2021 el gobierno logró manejar la entrega de 2.5 millones de dosis y asegurar la llegada de muchas más, pero el ritmo de vacunación se aceleró drásticamente con la llegada del nuevo gobierno encabezado por Guillermo Lasso, quien una semana después de asumir el cargo, presentó un ambicioso plan de vacunación, que muchos creyeron sería imposible de cumplir.