“Antes eran tiempos muy difíciles; no había nada. Sobrevivíamos con lo que estaba a nuestro alcance (…) Mis hijos me decían: ´mamá, ¿qué vamos a comer?´. Y yo les decía que no había venta”. 10 años después, esta historia que recuerda Ña Modesta Sosa, de la comunidad Guaná, es diferente. Hoy, ella y sus hijos y otras 28.000 familias generan mayores ingresos al trabajar sus tierras de manera sustentable.
Diseñado por el Banco Mundial junto al Gobierno de Paraguay, el Proyecto de Desarrollo Rural Sostenible (PRODERS) transformó la vida de las comunidades rurales, que son las más vulnerables del país. Al usar prácticas sostenibles para producir, las familias ahora gestionan los recursos de forma más eficiente y generan cadenas de valor inclusivas, es decir, participan en los diferentes eslabones del proceso que lleva los alimentos desde el campo hasta los hogares.
Así, los productores rurales y las comunidades indígenas generan más ingresos. “Las familias, al producir mejor y diversificar la producción cubren sus necesidades alimenticias y pueden comercializar los excedentes”, explica María Cristina Villalba, ingeniera agrónoma.
La vida de las familias más pobres del Paraguay también está cambiando no solo por una mejor y mayor producción y participación en la cadena de valor, sino porque su calidad de vida ha mejorado a través de la organización de las comunidades. “Este proyecto nos abrió los ojos y nos hizo salir adelante como organización, como comunidad”, sostiene Floria Gonzalez, productora de San Juan, Caaguazú.
Además, ahora los productores pequeños producen y también venden más y mejor sus productos. “Es un sueño para nosotros; hoy somos mini empresarios”, celebra Antonio Vargas, líder comunitario indígena.
La formación de los campesinos e indígenas en aspectos financieros, comerciales y de producción es fundamental pues muchas de las comunidades más pobres viven de la agricultura, que es, paradójicamente, uno de los sectores económicos más eficientes para erradicar la pobreza rural.