El jaguar, el gato más grande de América y el tercero más grande del mundo después de los leones y los tigres, deambula por una vasta extensión de tierra desde el norte de México hasta Argentina, conocida como el Corredor del Jaguar. Pero ese corredor se ha reducido a solo el 50% de su extensión histórica. Irónicamente, uno de los muchos simbolismos atribuidos a los jaguares es la protección, pero hoy el destino de los jaguares radica en que los humanos puedan proteger el hábitat en el que deambulan.
En 2018, un foro de alto nivel reunió a representantes de 14 países del área de distribución del jaguar junto con practicantes a fin de iniciar la cooperación regional para la conservación del jaguar. Esto llevó a la Declaración de Nueva York de 2030. Después de esto, una Hoja de Ruta para la Conservación del Jaguar 2030 para las Américas unió a varias partes interesadas en torno a una visión compartida para conservar los jaguares. Esta fuerte coordinación regional se volvió a enfatizar en la primera conferencia de alto nivel sobre el comercio ilegal de vida silvestre en las Américas, celebrada en Perú.
La colaboración regional se ve reforzada por el compromiso con la conservación a nivel nacional y local. En 2020, tres países del área de distribución de jaguares, Belice, Ecuador y Panamá, se unieron al Programa Mundial Para La Vida Silvestre (GWP), financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. El GWP, dirigido por el Banco Mundial, incluye 37 proyectos en 32 países en una asociación global para la conservación de la vida silvestre y la prevención de delitos contra la vida silvestre para el desarrollo sostenible. Los proyectos del programa utilizarán procesos y estructuras de coordinación de GWP para estimular la acción en toda la zona de distribución del jaguar, lo que permitirá que los proyectos logren un mayor impacto del que podrían tener si trabajaran de forma independiente.
Los tres proyectos de GWP analizan la conservación del jaguar de manera integral y abordan múltiples amenazas para los jaguares, como la pérdida y fragmentación del hábitat, el conflicto entre humanos y jaguares y el tráfico de partes de jaguares. Cada uno valora la investigación y el seguimiento dirigidos por la ciencia para respaldar la toma de decisiones informada.