El océano es una de las principales reservas de biodiversidad en el mundo, lugar en donde habitan más de 250 mil especies y del que depende nuestra salud y la del planeta. En las costas de Galápagos en Ecuador; y en las de Piura en Perú cada vez más comunidades pesqueras organizadas comprenden que esta enorme riqueza no es infinita. Por ello, en los últimos años, han venido incrementando aquellas que apuestan por soluciones innovadoras, que aprovechan el potencial del océano responsablemente, sin comprometer los recursos para las generaciones futuras. Pescadores artesanales, emprendedoras y emprendedores empeñados en construir modelos de negocios sostenibles. Una apuesta por un crecimiento económico que traspasa fronteras y respeta el ambiente.
Martín Bayona, pescador artesanal de la Comunidad Ecológica del Ñuro, se enorgullece de pertenecer a un gremio que practica la pesca responsable. “Respetamos las tallas mínimas, respetamos las vedas, no explotamos al mar como sucede con la pesca de arrastre que lo depreda. Pescamos uno a uno los peces con anzuelo, carnada y cordel que es el arte que nos han enseñado los antepasados”, señala.
En el Archipiélago de Galápagos también hay pescadores artesanales que están dando pasos agigantados hacia la sostenibilidad de sus negocios. Es el caso de Manuel Yépez, quien ha entendido la importancia de la trazabilidad. Manuel demuestra mediante el uso de tecnología de punta la trayectoria de la cadena de valor de su emprendimiento, que va desde la extracción del producto hasta llegar al consumidor final.
“En el mar, la cámara te va a dar el qué, el cómo, el cuándo y el porqué de lo que pescaste. Luego, la App te da la información del tipo de especies que pescamos (…) Finalmente, al poner toda esta información junta tenemos un código QR que es el último eslabón que incorporamos a nuestros empaques. Lo escaneas y te despliega toda la información del producto. Además, abre un vídeo del momento exacto de la pesca del alimento que ahora te estás sirviendo”, cuenta emocionado Manuel.
Martín, Manuel y muchos otros pescadores forman parte de diversas asociaciones que velan por el bienestar de las familias y la comunidad. Un grupo de estas asociaciones participaron de la Iniciativa de “Pesca Emprende” y “Pesca Galápagos”, proyectos que son parte de la iniciativa CFI Challenge Fund, implementada por el Banco Mundial en dos países de Latinoamérica, Perú y Ecuador. Estos proyectos han contribuido a fortalecer las capacidades y los conocimientos de los actores del sistema de alimentos marino-costero con el objetivo de promover una pesca más productiva, innovadora y en armonía con el ambiente que aporte a la seguridad alimentaria y al desarrollo económico y social de las comunidades.
“Pesca Emprende nos capacitó para proyectarnos como empresa (…) en administración, en contabilidad y en las herramientas para la pesca”, cuenta Martín. A partir de esta experiencia, decidió crear “Ñuro Fish”, una microempresa que hoy ya cuenta con cinco embarcaciones y que trabaja esforzadamente para aumentar el número de embarcaciones y su productividad.
En Ecuador y en Perú, estos proyectos facilitaron procesos participativos con los actores clave del sistema de alimentos de ambos países. Los talleres permitieron identificar prototipos de relacionamiento y negocios para fortalecer las cadenas de valor, además de brindar capacitación y acompañamiento técnico para la elaboración de los modelos de negocio.
“Fue una experiencia única y esperanzadora”, así lo comenta Lucía Galarza, chef y emprendedora de los productos “Sin Lata”. “Tuvimos la oportunidad de relacionarnos con el sector pesquero, conversar, crear alianzas con ellos, lo que fue importantísimo para ver qué valor agregado le podíamos dar al producto”. Luis Gallegos, chef de los productos NERO, agrega: “Hemos madurado, ha habido un soporte técnico de profesionales que nos ayudó bastante con el tema de marketing, de sumar, de restar, de descubrir las oportunidades y las debilidades de nuestro producto”.
En Perú, el proyecto Pesca Emprende promovió el manejo sostenible de los recursos a través del fortalecimiento de las instituciones gubernamentales, el sector privado y las comunidades locales con el objetivo de incentivar un flujo sostenido de inversiones responsables en el desarrollo de diferentes pesquerías costeras.
Un ejemplo de ello fue el emprendimiento de Enrique Pazos Purisaca, natural de La Islilla en el departamento de Piura. Construyendo sobre su legado familiar, Enrique ha logrado conformar una flota de once embarcaciones con todos los permisos necesarios para extraer y comercializar el producto de la pesca de altura en el Puerto de Paita. Hoy comprende la importancia de incorporar, en cada bote, tecnología satelital para garantizar la seguridad de sus tripulantes y desea ir más allá: “Tengo la visión de que cerremos toda la cadena, hasta llegar hasta la exportación. Esto en beneficio, no solamente personal o familiar, sino también en beneficio de las personas que trabajan ahora con nosotros”.
La nueva pesca costera se trata de una apuesta donde todos ganan: el ambiente, el mar, los beneficiarios directos e indirectos de la pesca artesanal, la sociedad, la institucionalidad, la productividad y, sobre todo, las generaciones que vendrán.
El proyecto CFI – CF es financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés) a través del Banco Mundial. En Perú, el proyecto se implementó con el soporte técnico de INTELFIN en asociación con World Wide Fund or Nature - Perú (WWF-Perú). Y en Ecuador, con el soporte técnico del consorcio liderado por la Fundación Charles Darwin, Conservación Internacional, Presencing Institute y Commonland.