Los vehículos eléctricos de pasajeros, inventados hace más de un siglo (i), ahora son aceptados como parte de la solución al aumento de las emisiones que contribuyen al cambio climático en mercados importantes como China, Estados Unidos y Europa. Pero la transición ha sido lenta en los países de ingreso bajo y mediano, en gran medida debido a los elevados costos iniciales. En un nuevo informe del Banco Mundial se presentan sólidos argumentos económicos en favor de una adopción más amplia de estos vehículos en los países en desarrollo, puesto que sus ventajas van desde la mejora de la salud pública hasta la disminución de la congestión de tránsito en las zonas urbanas y una menor dependencia respecto de los costosos combustibles fósiles importados.
En un estudio de 20 países de África, Asia, el Caribe, Oceanía, Europa y América del Sur elaborado para el informe Economics of Electric Vehicles for Passenger Transport (Los aspectos económicos de los vehículos eléctricos para transporte de pasajeros), se observó que más de la mitad se beneficiaría económicamente si adoptara la movilidad eléctrica. En algunos de estos países, el monto más elevado de la inversión que requiere un vehículo eléctrico ya se justifica debido a que los costos operativos son más bajos, mientras que en otros, estas inversiones se vuelven económicamente atractivas solo cuando se consideran los beneficios ambientales. La justificación es mucho más sólida en los países donde la cultura del transporte no está dominada por los automóviles, así como en los que son importadores netos de petróleo y en aquellos donde los vehículos son más económicos.
Las recompensas financieras pueden ser considerables, aun si se tiene en cuenta el costo inicial, que supone una prima de entre el 70 % y el 80 % respecto de los vehículos que funcionan con combustibles fósiles, dado que los eléctricos —desde los scooters hasta los autobuses— son más baratos de operar y mantener. Los costos de mantenimiento más bajos por sí solos pueden suponer un ahorro de USD 5000 durante toda la vida útil del vehículo, lo que excede el gasto más elevado que conlleva usar electricidad como combustible. Debido a que muchos países de ingreso bajo y mediano gravan la gasolina y subvencionan la electricidad, el ahorro es aún mayor.
Como sucede con muchos aspectos de la transición mundial hacia un transporte con bajas emisiones de carbono, las soluciones deben adaptarse a las necesidades de los distintos mercados. Por ejemplo, en la región del Sahel (PDF, en inglés), en África, donde el Banco Mundial ya está trabajando para promover la movilidad eléctrica, la clave posiblemente radique en concentrarse primero en la electrificación de los scooters (de dos ruedas) y los tuktuks y rickshaws (de tres ruedas), y no en los vehículos personales de cuatro ruedas, mientras que los autobuses eléctricos ofrecen otra forma eficiente de llevar a los pasajeros a sus destinos diarios. En muchas ciudades africanas en crecimiento, los autobuses de tránsito rápido podrían allanar el camino para reducir aún más los costos económicos y las emisiones de carbono.
Lo mismo podría aplicarse en India (PDF, en inglés), donde más del 70 % de todos los kilómetros recorridos corresponden a vehículos de dos ruedas. El cambio en favor de la movilidad eléctrica será fundamental para reducir la contaminación atmosférica (ya que la mitad de las ciudades más contaminadas del mundo se encuentran en India) y para ayudar a atenuar la fuerte dependencia del país respecto del petróleo importado, al tiempo que se impulsa el desarrollo industrial. Al igual que en África, el camino hacia una flota eléctrica en India probablemente estará impulsado por los vehículos privados de dos ruedas y los públicos de tres ruedas. Los modelos que permiten cambiar las baterías reducirían los costos iniciales de los vehículos eléctricos y aumentarían el tiempo de funcionamiento comercial, que a menudo abarca varios turnos diarios.