Este año, se proyecta que la inseguridad alimentaria aguda llegará a un nuevo nivel máximo, sobrepasando la crisis alimentaria de 2007-08. Diversos factores —entre ellos, una mayor pobreza e interrupciones en las cadenas de suministro a raíz de la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania, la elevada inflación y el alza de los precios de los productos básicos— han aumentado la inseguridad alimentaria y nutricional. Se trata de una crisis multifacética que afecta el acceso a los alimentos y su disponibilidad, con consecuencias a largo plazo en la salud y la productividad. El Banco Mundial ha intensificado sus esfuerzos para reforzar la seguridad alimentaria, reducir los riesgos y fortalecer los sistemas alimentarios en el corto y largo plazo. Los Gobiernos y los asociados multilaterales necesitan adoptar medidas urgentes para evitar una crisis alimentaria grave y prolongada.
Disminución del acceso a los alimentos y su disponibilidad, con altos riesgos
En la mayoría de los países, los precios internos de los alimentos aumentaron marcadamente en 2022, poniendo en peligro el acceso a estos productos, en especial de los hogares de bajos ingresos, que gastan la mayor parte de sus presupuestos en alimentos y son particularmente vulnerables a las alzas de los precios. El aumento de la inflación de los alimentos se produjo tras un fuerte repunte de los precios mundiales de los alimentos básicos, exacerbado por la guerra en Ucrania. Los precios promedio mundiales del trigo, el maíz y el arroz fueron, respectivamente, un 18 %, un 27 % y un 10 % más altos en octubre de 2022 en comparación con octubre de 2021.
Al mismo tiempo, disminuye la disponibilidad de alimentos. Por primera vez en una década, la producción mundial de cereales bajará en 2022 en relación con 2021. Cada vez son más los países que dependen de las existencias y reservas de alimentos existentes para subsanar el déficit, y ello aumenta el riesgo si persiste la crisis actual. Y los mayores precios de la energía y los fertilizantes —insumos clave para producir alimentos— amenazan la producción de la próxima temporada, especialmente en países y regiones importadores netos de fertilizantes, como África oriental.
Estas tendencias ya están afectando la salud. El retraso del crecimiento y la emaciación en los niños, y la anemia en las mujeres embarazadas, van en aumento, ya que los hogares tienen menos capacidad para incluir una nutrición suficiente en sus dietas. Una encuesta reciente del Banco Mundial reveló que el 42 % de los hogares de todos los países estudiados no disponían de alimentos saludables o nutritivos en los 30 días anteriores. Estos efectos sobre la salud tienen consecuencias a largo plazo en la capacidad de aprender y trabajar y, por lo tanto, escapar de la pobreza.
A nivel mundial, la seguridad alimentaria no solo se ve amenazada por la crisis inmediata. La creciente carga de la deuda pública, la depreciación cambiaria, la inflación más elevada, las tasas de interés más altas y el mayor riesgo de una recesión mundial pueden afectar el acceso a los alimentos y su disponibilidad, especialmente de los países importadores. Al mismo tiempo, el sector agroalimentario es vulnerable y contribuye al cambio climático, al ser responsable de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Y el crecimiento de la productividad agrícola no se está anticipando a los impactos del cambio climático, y ello contribuye a generar más conmociones relacionadas con los alimentos. Por ejemplo, una sequía multiestacional sin precedentes ha agravado la inseguridad alimentaria en el Cuerno de África, y ha dejado a Somalia al borde de la hambruna.
Gestionar la crisis y prepararse para el futuro
El Banco Mundial responde a esta creciente crisis mediante cuatro esferas de acción: i) apoyar a productores y consumidores, ii) facilitar un mayor comercio de alimentos e insumos productivos, iii) apoyar a los hogares vulnerables y iv) invertir en seguridad alimentaria y nutricional sostenible. Ha puesto a disposición más de USD 26 000 millones para intervenciones en materia de seguridad alimentaria a corto y largo plazo en 69 países, entre ellas intervenciones activas en 22 de los 24 focos de hambre identificados como los países con las necesidades más apremiantes por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa Mundial de Alimentos. Desde abril de 2022, el Banco Mundial ha desembolsado USD 8100 millones, aproximadamente divididos por igual entre proyectos de respuesta a la crisis y proyectos de resiliencia a largo plazo. En el corto plazo, iniciativas como el Proyecto de Emergencia para Combatir la Crisis Alimentaria en Camerún proporcionarán asistencia alimentaria y nutricional de emergencia a 98 490 beneficiarios con el apoyo del Programa Mundial de Alimentos. Además de apoyar a los hogares vulnerables, los Gobiernos de los países exportadores de alimentos pueden mejorar la seguridad alimentaria mundial limitando medidas como las prohibiciones a las exportaciones y el acopio de alimentos. En el largo plazo, los Gobiernos pueden marcar una enorme diferencia reorientando el gasto público relacionado con políticas agrícolas y respaldando un sistema alimentario más resiliente y sostenible que mejore directamente la salud, las economías y el planeta.
Estas medidas y el nuevo financiamiento puesto a disposición subrayan la magnitud de la crisis. La acción oportuna, coordinada y sostenida a través de alianzas como la Alianza Mundial para la Seguridad Alimentaria puede maximizar el impacto de nuevas políticas y financiamiento, y mitigar la escala de la crisis. El momento de actuar es ahora.