Si 2022 fue un año de incertidumbres, 2023 es el año de la desigualdad. Para los países que esperan recuperarse de las devastadoras pérdidas provocadas por la pandemia de COVID-19, la batalla se ha vuelto más difícil debido a las amenazas combinadas del cambio climático; la fragilidad, los conflictos y la violencia, o la inseguridad alimentaria, por nombrar solo algunas, que dificultan la plena recuperación de todas las economías.
Como en la mayoría de las crisis, los países más pobres del mundo son los más afectados. Muchos de estos países, que ya se encuentran en situación de sobreendeudamiento, deben enfrentar una escasez de recursos aún mayor. El trabajo esporádico en línea es un aspecto esencial del mercado laboral y una fuente de ingresos, pero solo para aquellos que pueden acceder a él. Y no hay que olvidar la crisis actual de los refugiados. Las políticas migratorias mejoradas no solo pueden ayudar a aliviar la crisis; también pueden impulsar el crecimiento económico y la prosperidad.
Estas policrisis han complicado más la labor de desarrollo. La forma en que el Banco Mundial responde y gestiona las amenazas nuevas y existentes es cada vez más crítica. Las Reuniones Anuales de 2023 del Grupo Banco Mundial y el FMI constituyeron un punto de inflexión, en particular, para el Grupo Banco Mundial, ya que el presidente Ajay Banga dio a conocer una nueva misión y visión para la organización: crear un mundo sin pobreza en un planeta habitable.
Ahora que termina el año y nos centramos en nuestra nueva misión y visión y en cómo podemos encarar mejor los problemas relativos a las personas, el planeta, la prosperidad, el ámbito digital y la infraestructura, podemos mirar hacia atrás y ver cómo nos ha ido al abordar algunas de nuestras preocupaciones y prioridades de desarrollo más acuciantes.