En la comuna de Ambohimidasy Itaosy, justo en las afueras de la capital de Madagascar, un niño de 6 años llamado Sitraka espera a sus amigos para ir a jugar después de clases. Pronto, se reúne un grupo de niños de su edad y forman un círculo para patear una pelota, haciéndose pases entre ellos. Al verlos jugar, es evidente que Sitraka es bastante más bajo y se ve mucho más pequeño que los otros niños.
Sitraka tiene retraso del crecimiento, una condición provocada por la desnutrición crónica en las etapas iniciales del desarrollo infantil. En Madagascar, casi el 47 % de los niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica, un problema que pone en peligro su crecimiento y desarrollo. En consecuencia, es común encontrar allí niños cuya estatura es considerablemente más baja que el promedio para su edad.
Sin embargo, el retraso del crecimiento infantil no es solo un problema de crecimiento físico. Es una expresión visible de la ralentización del desarrollo potencial de los niños que puede tener repercusiones para el resto de sus vidas. Sitraka, por ejemplo, se ha quedado rezagado en los estudios con respecto a sus amigos y presenta otros signos de deficiencias en su desarrollo.
Una crisis de salud y un problema económico
Los efectos del retraso del crecimiento pueden ser devastadores, pues los niños afectados deben hacer frente a las alteraciones del crecimiento de sus cuerpos y al retraso del desarrollo o el subdesarrollo de sus cerebros. Como consecuencia de un daño cognitivo potencialmente irreversible,
Por estas razones, se reconoce cada vez más que el retraso del crecimiento infantil es también un problema económico a largo plazo para los países. Las investigaciones del Banco Mundial indican que, en promedio, los países pierden el 7 % del producto interno bruto (PIB) per cápita (PDF, en inglés) por no haber eliminado el retraso del crecimiento cuando los actuales trabajadores eran niños. Este porcentaje es mayor en el caso de Madagascar: las pérdidas a causa del retraso del crecimiento se estiman entre el 7 % y el 12 % del PIB al año.
Ante la realidad de que los efectos sociales y económicos del retraso del crecimiento infantil y la desnutrición son gravísimos, se han logrado avances a nivel mundial: Por ejemplo, en Senegal se ha logrado reducir la prevalencia del retraso del crecimiento del 30 % en 2000 al 19 % en la actualidad, mientras que en Perú, dicho porcentaje se ha reducido a menos de la mitad, del 28 % en 2008 al 13 % en 2016, en menos de una década. No obstante, sigue habiendo marcadas diferencias entre regiones y países. En Madagascar, las tasas de retraso del crecimiento siguen siendo más del doble del promedio mundial.