Estudiantes de primaria en una escuela en Soavina, Madagascar. © Sarah Farhat / Banco Mundial
Estudiantes de primaria en una escuela en Soavina, Madagascar. © Sarah Farhat / Banco Mundial
Al cabo de dos meses en el ejercicio de mi cargo como presidente del Grupo Banco Mundial, lo más sobresaliente para mí es la urgencia de nuestra misión. Son demasiadas las personas que siguen viviendo en la pobreza, que no tienen acceso a agua limpia, atención de salud o educación, y que no participan plenamente en las economías a nivel local.
Mi prioridad es ayudar a los países a conseguir buenos resultados en términos de desarrollo. Durante mi viaje inicial, recorriendo África al sur del Sahara y Egipto, pude conocer los desafíos específicos que enfrentan los países y me di cuenta de los temas comunes que los ayudarán a conseguir buenos resultados: la paz y la estabilidad, el liderazgo nacional, la conectividad, la resiliencia, un clima para los negocios positivo y una buena gestión de la deuda.
Un ejemplo es Madagascar: el 78 % de la población vive en la pobreza extrema pese a los numerosos recursos disponibles. En 2018, se produjo la primera transferencia de poder constitucional y pacífica desde que el país se independizó en 1960. Esto llevó al presidente Rajoelina a anunciar el “Plan Émergence”, que se centra en la mejora de la conectividad vial, la energía, el acceso a agua (actualmente obstaculizado por el funcionamiento y la situación financiera deficientes de la empresa estatal que provee el servicio), así como en mejores servicios sociales. Este plan ayudará a liberar el potencial agrícola de Madagascar y, siempre que el Gobierno logre generar un entorno empresarial más propicio, fomentar nuevas actividades económicas que mejoren los niveles de vida de todos sus habitantes.
En Etiopía, que hoy es el principal cliente de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) en África, el primer ministro Abiy Ahmed ha desempeñado un papel clave en la estabilización del país y la consolidación de la paz con Eritrea. Cuando nos reunimos en Addis Abeba el mes pasado, conversamos sobre su visión de Etiopía. Abiy Ahmed ha iniciado un ambicioso plan de reformas en sectores estratégicos controlados principalmente por el Estado, como las telecomunicaciones, la energía, el sector financiero, y el transporte y la logística. Avanzar con estas importantes reformas, además de poner fin al sistema cambiario dual, será crucial para el crecimiento del país, ya que se generarán oportunidades para una mayor inversión del sector privado, mejores servicios y sostenibilidad fiscal.
Beneficiarios del programa programa de redes de protección social. Addis Ababa, Etiopía. © Dominic Chavez/Banco Mundial
Para apoyar estas grandes reformas, el Grupo Banco Mundial y el Gobierno de Etiopía crearon el programa de redes de protección social urbanas más importante (i) de África. Mediante este programa se proporcionan donaciones en efectivo a los más vulnerables, se fortalece el liderazgo comunitario y se entrega dinero para oportunidades laborales —como obras de protección de los bosques contra la erosión en las laderas del monte Entoto—, al tiempo que se ayuda a las personas a capacitarse para nuevas ocupaciones.
Viajé también a Mozambique, donde me di cuenta de la importancia de la infraestructura resiliente al clima, la coordinación de los donantes y el liderazgo nacional durante las respuestas a crisis. El país fue azotado gravemente por los ciclones Idai y Kenneth, y el presidente Nyusi me mostró los impactos catastróficos que afectaron a millones de personas. Me reuní con los representantes de países donantes y visité Beira, el segundo puerto más importante de Mozambique, que fue golpeado directamente por el ciclón Idai. A través del Instituto Nacional de Gestión de las Catástrofes, y con el apoyo de más de 14 países, el Gobierno ha encabezado una respuesta masiva a la crisis, en la que han participado 1000 trabajadores humanitarios de 188 organizaciones. El Banco ha trabajado estrechamente con el Gobierno, organismos de las Naciones Unidas y donantes para coordinar la respuesta. Al cabo de un mes del paso de Idai, más de 1 millón de personas había recibido asistencia alimentaria, alrededor de 907 000 habían obtenido acceso a agua limpia y 745 000 habían sido vacunadas contra el cólera. El puerto también había reiniciado sus operaciones tras la limpieza de la ciudad. En parte, esto pudo hacerse gracias a la inversión conjunta del Banco Mundial y KfW de Alemania, que permitió instalar un sistema de drenaje de las aguas pluviales, cuyos 11 kilómetros de canales y sistemas de control de inundaciones evitaron que se anegara la ciudad. El proyecto incluye alumbrado público alimentado con energía solar, que en un momento fue la única fuente de luz en la ciudad.
Una vista de Beira, Mozambique después del impacto del ciclón Idai. © Dominic Chavez / Banco Mundial
Para complementar los esfuerzos de recuperación de los devastadores ciclones, anunciamos la entrega de casi USD 700 millones en asistencia para Mozambique, Malawi y Zimbabwe. Mozambique recibirá USD 350 millones del Servicio de Respuesta a las Crisis de la AIF para restablecer el suministro de agua, reconstruir la infraestructura pública y los cultivos dañados, y contribuir a la prevención de enfermedades, la seguridad alimentaria, la protección social y los sistemas de alerta temprana en las comunidades afectadas.
Además de las tareas de recuperación tras el ciclón, el entorno político de Mozambique aún soporta las cicatrices de una guerra civil que duró 15 años, por lo que el presidente compartió sus planes para fomentar la estabilidad y una agenda de crecimiento más sólido, que contemplan más inversiones en educación, inclusión y soluciones del sector privado. Estas prioridades también fueron consideradas por el personal de nuestra oficina en el país, además de las inquietudes respecto de la deuda y la gestión de gobierno de Mozambique. El país enfrenta problemas económicos derivados de un escándalo de deuda oculta, que provocó que algunos donantes redujeran su apoyo. Ahora el Gobierno está reestructurando la deuda pública y fortaleciendo la gestión de la deuda para recuperar la confianza de los inversionistas y atraer mayor inversión del sector privado.
También visité Egipto para reunirme con el presidente El Sisi, el primer ministro y el gabinete. Mantuve encuentros con representantes del sector privado y tuve la oportunidad de visitar varios proyectos del Banco Mundial y de la Corporación Financiera Internacional (IFC) en Asuán, en el sur del país. Egipto ha implementado reformas importantes en los últimos años; no obstante, la próxima etapa será crucial. Se requerirán mayores avances en subsidios, gobernanza, transparencia de la deuda, y en las empresas públicas para asegurar que el crecimiento beneficie a todos los egipcios.
Egipto tiene ante sí una oportunidad enorme para fortalecer su economía, ampliando la inversión del sector privado en sectores como la energía, el turismo y la agroindustria. Pero para eso, el país debe permitir la competencia, por ejemplo entre el sector privado y las empresas estatales.
Este potencial de negocios se hizo evidente en mi visita al proyecto del parque solar de Benban. (i) Una vez finalizada, será la planta de energía solar más grande del mundo, ya que generará suficiente electricidad para casi 1 millón de viviendas y creará 4000 empleos de largo plazo. El proyecto surgió de un enfoque innovador del programa gubernamental de reducción de tarifas para productores de energía renovable. Al separar los emplazamientos en proyectos medianos, que se financian individualmente, Egipto ha podido ingresar al mercado de la energía solar y crear al mismo tiempo una clase de activo accesible para las grandes y pequeñas empresas privadas, tanto locales como extranjeras. IFC ayudó a financiar el proyecto con un enfoque estandarizado para la documentación y la tramitación colectiva, lo que contribuyó a reducir el tiempo de negociación y los costos operacionales. A través de esta iniciativa se movilizaron más de USD 2000 millones en inversión privada y se ha logrado el ingreso de nuevas instituciones financieras al mercado de financiamiento de proyectos, lo cual ayuda a ampliar la base de capital para futuras inversiones en el sector energético. Este fue un excelente ejemplo de la labor conjunta de las instituciones del Grupo Banco Mundial —el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), IFC y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA)— para lograr buenos resultados.
También tuve la oportunidad de conocer el innovador programa de transferencias monetarias Takaful y Karama (i) de Egipto. En un período de tres años, el programa ha ayudado a 9,5 millones de pobres (88 % de los cuales son mujeres), a través de trabajadores sociales, tabletas electrónicas y pagos digitales mediante el servicio postal. El programa también ha servido para mejorar los resultados en materia de educación y salud, ya que los beneficiarios deben cumplir con la condición de que sus hijos registren un 80 % de asistencia a la escuela y que cada niño realice tres visitas a las clínicas de salud anualmente.
Quisiera agradecer a todos los que hicieron posible mi primer viaje. Regresé de África con la confianza de que el Grupo Banco Mundial, en colaboración con líderes eficaces, otros asociados en la tarea del desarrollo, organizaciones de la sociedad civil y el sector privado, puede ser una fuerza positiva de cambio en Madagascar, Etiopía, Mozambique, Egipto y el resto de los países en desarrollo.