Beneficiarias de los programas de desarrollo humano financiados por la AIF (nutrición, protección social y educación) en el pueblo de Soavina en Madagascar. Foto: © Sarah Farhat/Banco Mundial.
Beneficiarias de los programas de desarrollo humano financiados por la AIF (nutrición, protección social y educación) en el pueblo de Soavina en Madagascar. Foto: © Sarah Farhat/Banco Mundial.
En una pequeña comunidad cerca de la costa de Sierra Leona, Salamatou Bangura (i) tenía dificultades para alimentar a sus hijos. A pesar de que trabajaba muchas horas comprando y vendiendo peces y mariscos a los pescadores de su aldea, hasta hace poco, eso no era suficiente. “No podía cocinar todos los días”, recordó.
Todo cambió cuando comenzó a recibir USD 10 mensuales a través de un programa de la red de protección social para hogares extremadamente pobres. Bangura comenzó a usar el dinero para poner comida en la mesa, pagar los aranceles escolares e invertir en su negocio. Y cuando la casa de la familia fue destruida por un incendio, Bangura usó el dinero para reconstruirla, asegurándose al mismo tiempo de que sus hijos estuvieran bien alimentados y asistieran a la escuela.
“Antes de unirme al programa, no tenía nada”, dijo. “Pero ahora cocino todos los días. Ahora puedo alimentar a mis hijos antes y después de que van a la escuela”.
Bangura es una de los 2500 millones de personas que reciben beneficios de redes de protección social en todo el mundo, incluidos 650 millones de habitantes que viven en situación de pobreza extrema (i). Y para las familias como la de Bangura también crean resiliencia para que puedan gestionar los riesgos, afrontar las crisis y seguir invirtiendo en sus hijos, incluso después de una tragedia.
“Fortalecer la protección social es un componente clave de nuestra estrategia mundial de capital humano porque estos programas benefician no solo a los niños, sino también a familias enteras, ofreciendo protección a las personas más vulnerables del mundo a lo largo de su vida”, dijo Annette Dixon, vicepresidenta de Desarrollo Humano del Banco Mundial. “”.
Los países están buscando soluciones y el Grupo Banco Mundial trabaja con asociados de todo el mundo para brindar el asesoramiento, financiamiento y apoyo necesarios para combatir la pobreza, desarrollar capital humano y mejorar la salud, la educación y las habilidades de las familias pobres y vulnerables.
“Los programas de protección social son esenciales para impulsar el capital humano de las personas más vulnerables del mundo”, dijo Michal Rutkowski, director superior del Departamento de Prácticas Mundiales de Protección Social y Trabajo del Banco Mundial. “Empoderan a las personas para estar saludables, continuar su educación y buscar oportunidades para salir de la pobreza junto a sus familias”.
La teoría del cambio ilustra cómo los programas de protección social pueden ayudar a desarrollar y proteger el capital humano.
El año pasado, el Grupo Banco Mundial puso en marcha el Proyecto de Capital Humano (PCH) para aumentar y mejorar las inversiones en las personas. El PCH marcó el comienzo de un gran esfuerzo para alentar a los países a desarrollar mejor el capital humano de sus ciudadanos, esto es el conocimiento, las habilidades y la salud que acumulan las personas, todo lo cual les permite realizar su potencial como miembros productivos de la sociedad.
La protección social fue clave en esta iniciativa y muchos países adoptaron instrumentos de protección social (por ejemplo, programas de redes de protección), como un medio para aprovechar el capital humano.
Indonesia, una de las primeras naciones en participar en el PCH, es uno de los muchos países del mundo que usan redes de protección social para ayudar a aproximadamente 10 millones de habitantes pobres y vulnerables. Los dos programas principales de asistencia social del país (i) —el Programa Keluarga Harapan (PKH) y Bantuan Pangan Non-Tunai (BPNT)— forman parte del compromiso del Gobierno para aumentar las inversiones en capital humano a través de iniciativas como la Estrategia para acelerar la reducción del retraso del crecimiento (STRANAS).
El PKH proporciona transferencias monetarias condicionadas y recursos para fomentar comportamientos positivos: las familias elegibles reciben un pago que las ayuda a cubrir necesidades como alimentos a condición de que envíen a sus hijos a la escuela y los lleven a controles médicos regulares. Esto ha reducido el retraso del crecimiento en 11 puntos porcentuales, algo crucial porque los niños demasiado pequeños para su edad debido a la desnutrición sufren problemas de aprendizaje y salud de por vida. Se estima que el programa también aumentó la inscripción en la escuela primaria en 2 puntos porcentuales, con un aumento de 9 puntos porcentuales en la escuela secundaria. El Banco Mundial proporciona financiamiento por USD 200 millones para apoyar el programa anual de USD 1800 millones.
Egipto también usa programas de protección social para ayudar a los más vulnerables. El programa Takaful y Karama (i) (“Solidaridad y Dignidad”) se puso en marcha en 2015 con USD 400 millones procedentes del Banco Mundial y, al igual que en Indonesia, el apoyo a los ingresos familiares está condicionado a mantener a los niños en la escuela y garantizar el acceso a la atención médica. Pero el programa de Egipto también extiende la asistencia a los ancianos, proporcionando a los ciudadanos pobres mayores de 65 años una pequeña pensión mensual no condicionada. Hasta la fecha, Takaful y Karama ha beneficiado a más de 9 millones de personas, o aproximadamente el 10 % de la población de Egipto.
El Grupo Banco Mundial está ampliando rápidamente sus inversiones en protección social y, como parte del nuevo Plan sobre el Capital Humano de África (i), está fijando objetivos ambiciosos, como aumentar las redes de protección social y la capacitación laboral para 2023. Todos los países de África al sur del Sahara tienen al menos un programa de protección social, ya sea una transferencia monetaria, un proyecto de obras públicas o un programa de alimentación escolar. Y si bien la cantidad de programas de redes de protección social en la región aumentó rápidamente, la mayoría de las personas pobres y vulnerables de África aún carecen de cobertura. De hecho, en un nuevo informe sobre el desarrollo del pleno potencial de las redes de protección social en África (i) se indicó que solo el 10 % de todos los africanos tiene algún tipo de cobertura, y que las tasas de pobreza son más altas que las tasas de cobertura en la mayoría de las áreas. Además, según el Índice de Capital Humano (ICH), en promedio, África al sur del Sahara alcanza solo el 40 % de su potencial de capital humano, la cifra más baja entre todas las regiones, y 25 de los 30 países ubicados en las últimas posiciones del índice se encuentran en África al sur del Sahara.
Los objetivos del Plan sobre el Capital Humano de África son ambiciosos, con planes para ampliar la cobertura de protección social para el quintil más pobre de los países de ingreso bajo con USD 13,1 millones adicionales para 2023. Actualmente, la cartera del Banco para protección social en África es superior a USD 7800 millones dirigidos a más de 50 proyectos, representando el 12 % del apoyo para África de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los más pobres.
Jóvenes juegan fútbol en la ciudad de Beira, Mozambique. En el fondo, se observa la Iglesia Católica Macuti cuyo techo fue destruido por el ciclón Idai. Foto: Sarah Farhat/Banco Mundial.
, cuando los conflictos, las crisis económicas o los desastres relacionados con el clima podrían afectar el capital humano. Estos programas, conocidos como “protección social adaptativa”, ayudan a proteger las inversiones en capital humano de un país creando resiliencia, de manera que las personas vulnerables no se suman aún más en la pobreza en tiempos difíciles. Como resultado, las medidas de protección social a menudo ocupan un lugar central en las respuestas humanitarias y de desarrollo, ya que
Durante los desastres y las crisis humanitarias, por ejemplo, los Gobiernos proporcionan transferencias de efectivo directamente a las familias para ayudarlas a gestionar los riesgos y enfrentar las crisis. Por consiguiente, las familias pueden mantener a los niños en la escuela y asegurar el alojamiento y la nutrición adecuados, al igual que en el caso de la familia Bangura que perdió su casa en un incendio en una aldea costera de Sierra Leona.
En 2016, África meridional experimentó la peor sequía en más de 30 décadas, con 32 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria. Esto también originó un aumento de los niveles de desnutrición y dificultades para acceder al agua, todo lo cual condujo a mayores tasas de deserción escolar y de enfermedades transmisibles, provocadas por la migración urbana.
En respuesta a esta crisis humanitaria (i), los Gobiernos de Lesotho, Madagascar, Malawi y Mozambique, con el apoyo del Banco Mundial, realizaron esfuerzos críticos para ampliar sus programas de redes de protección social y ayudar a asegurar la cobertura de las poblaciones afectadas. En Malawi y Lesotho, se ampliaron a nivel nacional los programas piloto de redes de protección social. En marzo de este año, los ciclones Idai y Kenneth afectaron a millones de personas en África meridional y provocaron más de 1000 muertos. Para ayudar en la recuperación, el presidente del Grupo Banco Mundial, David Malpass, anunció un plan de asistencia de USD 700 millones para los tres países más afectados —Mozambique, Malawi y Zimbabwe—, beneficiándose a más de 105 000 hogares.
Chantal, de 30 años, es madre soltera y vive con sus cuatro hijos en una pequeña aldea en el distrito de Betafo en Madagascar. Recibe una asignación mensual del Programa de Redes de Protección Social financiado por la AIF, que le sirve para comprar alimentos para su familia e invertir en cultivos y animales pequeños a fin de obtener ingresos adicionales. Foto: © Sarah Farhat/Banco Mundial.
En Etiopía, el Programa de Redes de Protección Productivas (PRPP) (i) —uno de los mayores programas de transferencias de efectivo en el mundo— proporciona regularmente dinero o alimentos a los beneficiarios a cambio de trabajos de restauración de tierras, irrigación y agroforestería. Durante la sequía de 2016 en el Cuerno de África, el PRPP de Etiopía, junto con la asistencia alimentaria con fines humanitarios, se amplió para cubrir temporalmente a 18,5 millones de personas —el 20 % de la población— para evitar una hambruna y protegerlas de caer en la pobreza. Anualmente, el PRPP da protección a 8 millones de beneficiarios del programa principal, y a hasta 2 millones de personas con inseguridad alimentaria temporal (aproximadamente 10 millones en total) a través de un mecanismo ampliable.
La agenda del empleo está a la vanguardia del PCH. De aquellos que trabajan, el 65 % está “atrapado” en empleos de baja productividad.
, que representan inversiones por un total de USD 75 000 millones.
Estas inversiones ayudan a los países de ingreso bajo con grandes poblaciones juveniles a enfrentar desafíos importantes de modo que los jóvenes tengan las herramientas para salir, junto con sus comunidades, de la pobreza. En Liberia, por ejemplo, más del 60 % de la población tiene menos de 24 años y la mayoría de las personas obtiene ingresos diarios como jornaleros o comerciantes en los mercados locales. En 2017, el Banco Mundial puso en marcha el Proyecto de Oportunidades para los Jóvenes en Liberia (i) a fin de proporcionarles capacitación empresarial y ayuda económica, conectándolos al mismo tiempo con mentores comunitarios. Hasta la fecha, unas 2000 mujeres de entre 18 y 27 años ya crearon o ampliaron más de 500 emprendimientos, acumulando ahorros para invertir en su futuro y, al hacerlo, contribuyen a la estabilidad y la prosperidad de su país.
“Antes de recibir la capacitación, no estaba haciendo nada. Hoy puedo ganar dinero. Puedo hacer todo por mí misma”, dijo Sonnie Barrie (i), de United Girls Business Group, que recibió financiamiento del proyecto.
Prepararse para los empleos del mañana, mientras hoy se realizan inversiones críticas en capital humano, es una prioridad para lograr la transformación económica en los países más pobres. Como parte del PCH, el Banco brinda apoyo a los Gobiernos para dotar a la próxima generación de trabajadores con las habilidades necesarias que les permitan realizar los tipos de empleos que se requerirán en el cambiante mundo del trabajo. Esto exige, además, que los trabajadores dejen de hacer actividades menos productivas y desempeñen tareas de mayor productividad, bajo el liderazgo de un sector privado dinámico y con el apoyo de políticas públicas. En junio de este año, el Banco Mundial puso en marcha un paquete de financiamiento por USD 1450 millones (i) para ayudar a Jordania a emprender reformas que estimularán el crecimiento inclusivo y crearán más empleos para todos, incluidos los jóvenes y las mujeres.
Según el ICH si persisten las condiciones actuales, casi el 60 % de los niños que nacen hoy en 157 países encuestados serán, en el mejor de los casos, solo la mitad de productivo de lo que podrían ser si gozaran de plena salud y recibieran educación completa.
Cambiar este resultado demandará mayores inversiones en las personas para preparar a los países para el futuro del trabajo. La asistencia social y los programas de seguros adaptados a la cambiante fuerza laboral serán claves. Al mismo tiempo, los buenos empleos ayudan a las personas a adquirir y desarrollar capital humano en el trabajo, lo que crea un ciclo virtuoso al permitirles ser más productivos o cambiarse a mejores empleos.
“Desarrollar capital humano es el camino claro hacia la creación de buenos empleos”, dijo Rutkowski. “”.