Tsefaye Kidane es un productor de café, de 40 años, que vive en la Reserva de la Biosfera de Kafa, en el sudoeste de Etiopía. Fotografía: © Kaia Rose/Connect4Climate/Banco Mundial.
Tsefaye Kidane es un productor de café, de 40 años, que vive en la Reserva de la Biosfera de Kafa, en el sudoeste de Etiopía. Fotografía: © Kaia Rose/Connect4Climate/Banco Mundial.
“Si cuidas la tierra, ella te cuidará a ti”, dijo Tsefaye Kidane, un productor de café de 40 años, que vive en la Reserva de la Biosfera de Kafa, una zona protegida en el sudoeste de Etiopía que se considera el lugar de nacimiento del café arábigo silvestre.
La granja de Kidane está a más de 1,6 kilómetros de la carretera principal, accesible solo a pie a lo largo de un camino estrecho y sinuoso que serpentea a través de las colinas y es lo suficientemente ancho como para que una motocicleta o una bicicleta lleve los productos al mercado. Kidane recordó que cuando se hizo cargo de la granja de su padre, la calidad del suelo era mala y los cultivos eran irregulares y esto último se agravó debido a los estragos del cambio climático y las décadas de degradación del suelo.
Sin embargo, con el apoyo del Programa de Gestión Sostenible de la Tierra del Banco Mundial, Kidane cambió la situación. Abordó la erosión del suelo con una serie de medidas, entre ellas la construcción de terrazas en el paisaje empinado, la construcción de muros de contención y la producción de abono a partir de desechos, junto con la conservación del suelo. “Antes de realizar las actividades de conservación del suelo y el agua, la tierra ni siquiera producía hierba para forraje”, dijo Kidane, mientras sostenía a su hija menor en su regazo.
Kidane es uno de los 1000 millones de personas en el mundo que viven en zonas afectadas por la deforestación, la erosión del suelo y una menor productividad agrícola., particularmente en tiempos de crisis económica como la causada por la actual pandemia de COVID-19.
La Red de Pobreza y Medio Ambiente, que recopila datos de ingresos de comunidades adyacentes a zonas de bosques en 24 países, estima que los ingresos ambientales (en su mayoría forestales) representan el 28 % del ingreso total de estos hogares (Angelsen y otros, 2014).
, señaló Kidane. “Después de recibir todos estos cuidados, el niño crece y te cuida a ti, ¿no? Y de manera similar, si cuidas bien la tierra, ella te permitirá lograr lo que te propusiste hacer”.
La casa modesta donde Kidane vivía al principio con su esposa, junto con el ganado de su propiedad, fue reemplazada por una casa más grande de ladrillos color ocre con un sólido techo de aluminio y un porche de bienvenida, donde los granjeros vecinos se juntan con él y su esposa para intercambiar enseñanzas y semillas. El ganado ya no se guarda en la casa, sus hijos mayores están en la escuela y se benefician de las ganancias de los cultivos de café, aguacates, bananas, mangos y una verdura local llamada anona, junto con productos como maíz y frijoles. El café es su mayor fuente de ingresos, con un rendimiento de aproximadamente 20 a 30 quintales (2 a 3 toneladas) por hectárea, superando los 5 a 6 quintales originales (0,5 a 0,6 toneladas) por hectárea de cuando comenzó a cultivar.
Kidane también pasó de tener tres colmenas a tener unas 20, todas las cuales se encuentran cuidadosamente organizadas en filas en la parte superior de una zona empinada de su granja, y cubiertas con un techo de paja para protegerlas del clima. Las abejas no solo producen miel de alta calidad, sino que son útiles para las plantas nativas, las aves y los animales salvajes que han regresado a la tierra que antes estaba árida. Los monos colobos blancos y negros también han vuelto a los árboles y hay pequeños antílopes llamados dik-dik y otros animales salvajes en los bosques. Kidane explicó que también hay más serpientes, que a su vez se alimentan de plagas como los roedores.
“La vida silvestre que estuvo bajo amenaza de extinción ahora regresa a medida que plantamos árboles de sombra en la granja de café”, dijo Kidane, cuya explotación agrícola se encuentra en la llamada zona de transición de la Reserva de la Biosfera de Kafa, donde se permiten la agricultura y otras actividades de desarrollo económico. En la zona central de Kafa está prohibida la actividad humana, excepto el monitoreo y la investigación de los hábitats naturales. En ese lugar existe una gran abundancia de plantas nativas y un repositorio precioso de miles de cepas de café.
y la disminución de los recursos naturales y la productividad agrícola le cuesta anualmente al país entre el 2 % y el 3 % del PIB agrícola.
En el marco del Programa de Gestión Sostenible de la Tierra, unas 900 000 hectáreas de tierras se administran ahora de manera sostenible, beneficiando a unos 2,5 millones de personas. Esta labor condujo a un mejor acceso al agua, menor erosión del suelo, mayores rendimientos, la diversificación de las fuentes de ingresos y una mayor seguridad alimentaria, generando medios de subsistencia más resilientes y aumentando el capital humano del país. Estos esfuerzos realizados a lo largo de una década transformaron a Etiopía en un líder en el ámbito de la gestión sostenible de la tierra.
A pesar de estos avances, una de cada cinco personas vive todavía en tierras degradadas. En junio de 2019, el Banco Mundial aprobó un proyecto sobre una acción climática mediante la gestión del paisaje, que proporcionará al Gobierno de Etiopía financiamiento basado en resultados durante cinco años para aumentar la adopción de prácticas de gestión sostenible del suelo y ampliar el acceso a la tenencia segura de la tierra en zonas rurales. Este programa aumentará la superficie de las tierras altas de Etiopía, cubiertas por el Programa de Gestión Sostenible de la Tierra, de 7 % a aproximadamente 20 % del total que está considerablemente degradado. Además, el enfoque de pago en función de los resultados puede ampliarse de manera rápida para llegar a las restantes zonas afectadas. El apoyo del Banco Mundial a la gestión sostenible de la tierra abarca también la creación de corredores verdes, franjas de vegetación nativa continua que vinculan los paisajes restaurados con puntos críticos de biodiversidad y ayudan a restaurar las cuencas donde la diversidad biológica puede florecer. Estos corredores también respaldarán medios de subsistencia, como la apicultura, una creciente actividad en Etiopía. Otros elementos del programa son el pago por servicios ambientales y la exploración de maneras de recompensar a los agricultores por proteger la biodiversidad.
Esfuerzos como estos en las zonas rurales de Etiopía se producen en un momento en que la naturaleza está bajo una presión sin precedentes en todo el mundo. El próximo año es crucial para la biodiversidad, ya que el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) presentará un nuevo marco que establecerá objetivos para conservar, usar y compartir de manera sostenible los beneficios de la biodiversidad, reemplazando los objetivos establecidos hace una década en Aichi, Japón.
Por ejemplo, con un innovador trabajo de modelización económica se estimarán los impactos económicos mundiales de la pérdida de servicios ecosistémicos y se identificarán las soluciones normativas más eficaces en favor de una economía más saludable en un planeta más saludable. El Banco Mundial está preparando, además, un documento de posición sobre la biodiversidad y las contribuciones de la naturaleza a las personas, que se publicará este año. Pero las buenas intenciones requieren de financiamiento, y un documento conjunto con la Corporación Financiera Internacional (IFC) incluirá recomendaciones para desbloquear el financiamiento privado para la biodiversidad y aplicar criterios ecológicos en el sistema financiero. Esta tarea apuntará a orientar los objetivos del CDB y el nuevo marco.
“El nuevo marco y los nuevos objetivos brindan una oportunidad única en una generación para obtener un nuevo acuerdo mundial para la protección de la naturaleza que cambie la manera en que producimos los alimentos, construimos la infraestructura y protegemos el planeta del cambio climático. Estos agricultores en Etiopía y otros lugares muestran lo que se puede hacer cuando se encuentra un equilibrio entre la naturaleza y los medios de subsistencia”, dijo Karin Kemper, directora mundial del Departamento de Prácticas Mundiales de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía Azul del Banco Mundial.
Los patógenos se desarrollan donde hay cambios en el medio ambiente, como la deforestación, y cuando los ecosistemas naturales están bajo presión por la actividad humana y el cambio climático. Además, los gérmenes se reproducen durante el consumo de productos exóticos de la vida silvestre, muchos de los cuales se comercializan ilegalmente o se cultivan en condiciones de tensión.
“”, agregó Kemper.
El Banco Mundial financió activamente iniciativas relacionadas con la biodiversidad desde la adopción del CDB en 1992, reconociendo que Los proyectos del Banco Mundial apoyan la creación y consolidación de más de 116 millones de hectáreas de zonas marinas y costeras protegidas, junto con 10 millones de hectáreas de zonas terrestres protegidas y más de 300 hábitats protegidos, zonas de amortiguamiento biológicas y reservas. En los últimos años, en las operaciones de financiamiento del Banco Mundial para áreas centrales de conservación se ha aprovechado cada vez más el poder de convocatoria y la presencia mundial de la institución, dando como resultado la creación y gestión de alianzas mundiales, tales como el Programa de Paisajes Amazónicos Sostenibles (i), en que se utiliza un enfoque plurinacional para la conservación de la cuenca del Amazonas, y el Programa Mundial para la Vida Silvestre (i), que aborda el comercio ilegal de especies de plantas y animales proporcionando asistencia técnica y fomentando la cooperación mundial entre los países de origen, tránsito y destino.
Dada la complejidad de los vínculos entre las personas y la tierra, el Banco Mundial adoptó un enfoque del paisaje más integrado que ayuda a mejorar simultáneamente la resiliencia tanto de los ecosistemas como de los medios de subsistencia, y en los ecosistemas productivos (agricultura) y los ecosistemas de zonas protegidas. También se pone un fuerte énfasis en garantizar la inclusión de las mujeres, como la agricultora etíope Tadelech Kebede, que enviudó hace más de dos décadas y se benefició con el Programa de Gestión Sostenible de la Tierra. El terreno de Kebede es tan escarpado que desafía la gravedad, pero con la técnica de terrazas ha podido plantar impresionantes cultivos de café arábigo y bananas. Además, tiene un próspero huerto, lleno de espinacas, pimientos, tubérculos y otros vegetales, junto con plantas autóctonas en flor por las que ha sido elogiada en el periódico local y catalogada como una agricultora modelo.
Pero Kebede recuerda tiempos en que hubo más hambre, cuando la tierra estaba gravemente degradada, los animales escaseaban y era difícil mantenerse a sí misma y a sus ocho hijos. Cuando llovía, veía la tierra deslizarse hacia el barranco, llevándose consigo los cultivos. Pero a lo largo del tiempo, Kebede construyó muros de contención, plantando sericura, una hierba local que sirve para estabilizar el terreno. Luego plantó cardamomo, café y frutas, junto con caña de azúcar y “falsa banana", que se usa para hacer el pan en la zona. Kebede ajustó su calendario de siembra debido al cambio climático y ahora cultiva una mayor variedad de productos. “Si falla un cultivo, puedo echar mano de otro”, dijo. Esta diversificación de los cultivos le ha reportado beneficios: sus hijos que aún viven en casa van a la escuela, mientras que una de sus hijas estudia en la universidad para ser maestra y otro hijo trabaja en la empresa de electricidad local.
“La vida es buena, tengo mi propia casa. Tengo una sala de estar, un dormitorio y una cocina”, dijo Kebede. “Mi tierra representa alimentos para mí; mi tierra representa ingresos para mí”.