Una mañana de febrero, en la región de Kaffrine, en Senegal, Kaffia Diallo salió de su tienda. Estaba contenta. Dos días antes había nacido otro de sus nietos. "Un bebé hermoso", comentó, "aunque me gustaría que pesara un poco más".
Siguiendo la tradición, esperarán siete días antes de ponerle nombre. Rodeada por sus vacas, ovejas y cabras, Kaffia ayudó a su hija durante el parto en la tienda, en medio del matorral, lejos del centro médico más cercano. Esto no es nada nuevo para Kaffia. Viene de una familia de pastores que cada temporada lleva sus rebaños de un lado a otro, al igual que unos 800 000 pastores más de Senegal y varios millones de todo el Sahel.
"Siempre hemos sido una familia de pastores. Yo comencé a trasladar los rebaños a los 15 años", explicó Kaffia. "Pero ahora que estoy vieja, me quedo en la aldea para cuidar a mis nietos. Este año fue una excepción porque mi hija estaba embarazada".
Aquí el cambio climático es una realidad
Cada año, ante los primeros indicios de sequía, a principios de noviembre, ni bien los ríos comienzan a secarse y los pastos a escasear, la familia deja la región de Podor, situada en el norte, cerca de la frontera con Mauritania, y se traslada al sur. Viajan en carro en busca de alimentos para sus propios rebaños y para los que cuidan en nombre de sus tíos y primos, así como de otros agricultores de su aldea que también crían ganado.
"Cuando nuestros animales ya se han comido todo el pasto que había, nos vamos al sur, a veces hasta la frontera con Gambia", explicó Kaffia, con sus ojos cansados y su rostro curtido por años de sol inclemente, viento y polvo.
Es un viaje de varios meses que los pastores suelen emprender junto a varias familias. Cuando llegan las primeras lluvias, en junio, regresan al norte. Pero, como dijo Kaffia, "este año, los pastos empezaron a escasear antes. Tuvimos que partir en octubre".
Aquí el cambio climático no es una opinión, es una realidad. Las estaciones de lluvia se están acortando, mientras que las de sequía se prolongan: en ocasiones llegan a durar hasta nueve meses. La sequía de 2010 fue particularmente difícil. Se estima que en Níger mató más de 4,8 millones de cabezas de ganado, aproximadamente el 25 % del total, lo que representó una pérdida de más de USD 700 millones para la economía del país.
Un equilibrio frágil
Si bien las rutas varían en función de los puntos de abastecimiento de agua, de las pasturas y las limitaciones derivadas de la creciente inseguridad en la región, los pastores por lo general usan los mismos caminos. De este modo, se generan lazos duraderos entre ellos y los agricultores residentes.
"Todos los años armamos los campamentos cerca de las mismas aldeas, donde vendemos nuestros productos, compramos alimentos y tomamos agua de los pozos comunitarios. Si hace falta, vamos al médico o hacemos atender a nuestros animales", señaló Kaffia, quien tiene "más o menos" 250 cabras y ovejas, más una docena de vacas. En el Sahel, ningún pastor dice exactamente cuántas cabezas de ganado tiene, por temor a la mala suerte.
Ayudan a mejorar amplias zonas de tierra no cultivable y sirven de pulmón económico de la región. También contribuyen a la productividad agrícola haciendo pastar su ganado en los campos después de las cosechas —con lo que fertilizan el suelo—, e incrementan la seguridad alimentaria vendiendo leche y animales en el camino.
Si bien la coexistencia es en general armoniosa y forma parte de un ciclo ecológico beneficioso, también puede ser fuente de tensiones. El agua se ha vuelto cada vez más escasa, y los agricultores extienden sus campos a medida que aumenta la población, por lo que avanzan sobre regiones de pastoreo y corredores de trashumancia.
"Los pastores migrantes llegan cada vez más temprano, antes de que termine nuestra cosecha, y a veces los animales destruyen nuestros campos", dijo Hamadj Barry, alcalde de una aldea cercana al campamento de la familia de Kaffia.
La situación se ha complicado en los últimos años con los largos períodos de sequía, la creciente inseguridad en algunos países del Sahel y el aumento de las restricciones a los movimientos de los pastores y sus rebaños en los países de África occidental. Esto ha alterado fuertemente los métodos tradicionales de manejo de los rebaños, lo que ha dado lugar al surgimiento de conflictos más frecuentes y potencialmente más graves.
PRAPS: Un proyecto que beneficia a millones de familias de pastores trashumantes y agropastores
A pesar de las dificultades, desde hace un tiempo en la aldea de Hamadj la situación ha estado tranquila. Los pastores y los aldeanos han aprendido a escucharse y a dialogar para encontrar soluciones.
"Damos la bienvenida a los pastores y les mostramos dónde pueden montar sus campamentos", explicó Hamadj, quien también dirige un comité de diálogo que promueve la mediación social. "También les explicamos cuáles son sus derechos y sus obligaciones".
Estos comités complementan otras medidas conexas adoptadas por el Gobierno de Senegal desde 2015 en el marco del Proyecto Regional de Apoyo al Pastoreo en el Sahel (PRAPS). Este proyecto, implementado en seis países del Sahel (Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania, Níger y Senegal), tiene el objetivo de proteger los sistemas pastorales mejorando la gestión de los recursos y la salud animal, facilitando el acceso a los mercados, diversificando las fuentes de ingreso para los hogares de pastores y gestionando los conflictos. Se financia con USD 248 millones del Banco Mundial canalizados a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), y su coordinación está a cargo del Comité Interestatal Permanente de Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS).