En junio, Kenya estableció un nuevo récord en África. Con una emisión por valor de US$2200 millones, el primer bono soberano del país generó una demanda cuatro veces superior a la oferta. Solo un mes después, Senegal superó esa marca. Zambia y Côte d’Ivoire han logrado éxitos similares en lo que algunos denominan el auge de los bonos africanos.
En los mercados tradicionales, las tasas de interés son tan bajas que los inversionistas buscan los bonos de deuda de los países de África al sur del Sahara por sus altas tasas de rentabilidad, que oscilan entre el 5,5 % y el 7,5 %. Pero también los atraen las prometedoras tasas de crecimiento del continente, su estabilidad económica y el aumento de sus exportaciones y de la inversión privada.
Esto es bueno.
Para sostener el crecimiento y luchar contra la pobreza, África necesita incrementar las inversiones, en particular las dirigidas a generar electricidad, dado que hay 600 millones de africanos que no tienen acceso al suministro eléctrico. El déficit en el financiamiento de la infraestructura, estimado en unos US$75 000 millones anuales, puede reducirse incrementando la deuda, entre otras medidas.
Por este motivo han cobrado tanta popularidad los mercados de bonos, pero también el financiamiento bilateral. Para ser claros, el aumento del endeudamiento en los mercados internacionales y el incremento del gasto son herramientas habituales para cualquier ministro de finanzas. Pero esto no debe convertirse en una carrera por emitir cada vez más bonos por montos cada vez mayores, y tampoco debe derivar en un gasto descontrolado.
Hace no mucho tiempo, más de 30 países africanos se beneficiaron con un programa internacional de alivio de la deuda de gran envergadura. Ahora un puñado de países incrementa nuevamente su endeudamiento a un ritmo acelerado, a menudo con condiciones riesgosas y en niveles insostenibles. En menos de 10 años, su deuda podría llegar a montos similares a los del período anterior al programa de alivio.
El modo en que se utilizan estos recursos reviste gran importancia. Algunos países han comenzado a elevar su endeudamiento y sus gastos con la mirada puesta en los beneficios de largo plazo, buscando reducir el déficit de infraestructura y desplegando una combinación de incentivos económicos e inversiones en el enorme potencial humano de África. Pero en otros, el gasto no tiene esta amplitud de miras, y son muy pocos los dividendos que se destinan a combatir la pobreza.
Hay tres elementos que los dirigentes de los países deben tener presentes si quieren que el endeudamiento y la gestión fiscal den buenos resultados:
En primer lugar, deben ser pacientes. Las soluciones rápidas rara vez son las mejores. Por lo tanto, no deben dejarse tentar por los ciclos políticos ni por el atractivo de las victorias electorales. El desarrollo es un ejercicio de resistencia, con mejoras graduales. Si estas mejoras se obtienen de la manera adecuada, es más probable que perduren y beneficien tanto a la generación actual como a las futuras. Pero las medidas populistas, como el aumento de los salarios de los empleados públicos o el subsidio a los combustibles, pueden volverse insostenibles con rapidez. Los subsidios a los combustibles ayudan más a los ricos que a los pobres; algunos países africanos gastan en ellos hasta el 5 % de su producto interno bruto (PIB) y dejan poco para inversiones más sensatas.
Esto se vincula con la segunda moraleja referida al gasto: deben hacer lo que sea mejor para la mayoría de la población, no para unos pocos. Eviten que las elites y la creciente clase media de sus países —que a menudo son quienes se benefician con el crecimiento y el desarrollo— se conviertan en un grupo de interés especial que obstaculice las reformas. Estos sectores siempre buscarán proteger sus privilegios, y ustedes deberán destinar tiempo y esfuerzo para generar un clima que promueva una amplia adhesión para reformas complejas. Si esperan demasiado tiempo, aumentará la resistencia a una mayor competitividad, a los mercados abiertos y a la recaudación de ingresos, mientras se desaprovechan las oportunidades.
En tercer lugar, deben actuar en múltiples dimensiones a la vez. Si el país invierte en nuevas plantas de generación de energía sin reformar su ineficiente empresa de electricidad, no se lograrán muchos cambios. De modo semejante, construir escuelas sin mejorar la calidad de la enseñanza puede resultar un derroche de recursos. En otras palabras, busquen implementar el "paquete completo" del desarrollo, el enfoque amplio. La infraestructura por sí sola no pondrá fin a la pobreza. El Banco Mundial también debió aprender esta lección. Si bien en nuestros comienzos teníamos demasiada confianza en los ladrillos y el cemento, ahora comprendemos que si se combina financiamiento, capacidad técnica y conocimientos probados, se logra mucho más.
Junto con nuestros clientes, nos centramos ahora en la búsqueda de soluciones de inversión que beneficien a varios sectores en varios países. Hace solo unos meses, unimos nuestros recursos con fuentes de financiamiento privadas, para las que emitimos una garantía de inversión, con el fin de ayudar a Mauritania a desarrollar sus depósitos de gas de alta mar. El gas se utilizará para generar electricidad, que se venderá luego en parte a Senegal y Malí. Así, estos países dispondrán de fuentes de electricidad más baratas y menos contaminantes. Millones de personas se beneficiarán.
Las perspectivas son buenas. África cuenta hoy en día con instituciones más sólidas que nunca, tiene mayor capacidad para resistir crisis y muchos de sus países se rigen por políticas macroeconómicas y fiscales prudentes. Hace 25 años, el 60 % de los africanos vivía en la pobreza extrema. Hoy es el 48 %. Pero esta disminución ha sido más lenta que en otras regiones, y en muchos países del continente crece la desigualdad.
Por este motivo, los dirigentes deben financiar la próxima etapa del desarrollo de sus países. Y pueden hacerlo sin poner en peligro los avances que tanto ha costado lograr. Pero es esencial mantener la disciplina fiscal para garantizar un crecimiento de largo plazo y financiar políticas en favor de los pobres que resulten eficaces. Esta es la virtud que puede ayudar a preservar los logros actuales para la próxima generación. Si África gasta con inteligencia y diseña un paquete de desarrollo adecuado, podrá continuar avanzando por el camino del éxito.