MONROVIA, Liberia. En el curso de mi carrera como médico y autoridad encargada de la formulación de las políticas mundiales de salud he participado en batallas monumentales, entre ellas la lucha para lograr que los habitantes del mundo en desarrollo que viven con HIV/sida y los que padecen tuberculosis polifarmacorresistente puedan acceder con facilidad a un tratamiento. Sin embargo, la epidemia de ébola es la peor que he visto en mi vida.
Han transcurrido más de 11 meses desde el estallido de la crisis, durante los cuales millares de personas han fallecido y más de 17 000 se han infectado. El virus mata rápidamente y se propaga aún más rápido, modifica las relaciones humanas, destruye las economías y amenaza con extinguir la esperanza en tres países frágiles que estaban comenzando a recuperarse tras muchos años de padecimientos. Ninguna otra epidemia moderna ha causado tanta destrucción en tan poco tiempo.
En los últimos tiempos, la respuesta regional a la epidemia de ébola ha sido muy eficaz para desacelerar su propagación. Los presidentes Alpha Condé, de Guinea, Ellen Johnson Sirleaf, de Liberia, y Ernest Bai Koroma, de Sierra Leona, han demostrado una gran determinación y una firme voluntad política para combatir el virus. Durante mi visita reciente a esos países tuve la oportunidad de constatar en forma directa que, gracias a los esfuerzos nacionales e internacionales, la situación actual es mucho mejor que la de un mes atrás.
Los miembros del servicio de ambulancias del distrito 13 desinfectan una habitación en una aldea del norte de Monrovia (Liberia). Foto: Jerome Delay/Associated Press
Sin embargo, todavía no estamos en la recta final para derrotar a la epidemia. Ahora, estos tres países y el mundo deben orientar su estrategia hacia un objetivo: cero casos de ébola. Aunque cada país afronta desafíos diferentes para llegar a ese fin, todos pueden guiarse por algunos principios comunes. Así pues, la comunidad mundial en su conjunto debe dar los siguientes cinco pasos.
Primero, debemos obtener los recursos necesarios, a cualquier costo, para alcanzar lo antes posible el objetivo de cero casos de ébola. Todo retraso aumentará marcadamente los costos, tanto en vidas como en dinero. En Senegal, el costo del tratamiento de un paciente y el seguimiento de todos sus contactos ascendió a más de US$1 millón. En Nigeria, cada persona infectada ocasionó otros 19 casos y el seguimiento de más de 19 000 contactos por 800 trabajadores sanitarios, con un costo de más de US$13 millones. En Guinea, Liberia y Sierra Leona no hay una o 10 líneas de transmisión activa, sino centenares. Derrotar al ébola ahora costará miles de millones de dólares, pero evitará que el virus se propague en el resto del planeta, permitirá salvar vidas y ahorrar dinero en el largo plazo, y ayudará a los países a reconstruir sus economías.
Segundo, es hora de multiplicar el número de personas capacitadas para perseguir al virus. El personal de socorro debe realizar un seguimiento de cada contacto de cada persona infectada. Si esto se lleva a cabo de la manera correcta, con el tiempo esta estrategia permitirá eliminar todas las líneas de transmisión y la epidemia llegará a su fin. En esta acción de vital importancia se debe poner el acento en la intensidad, la calidad y el alcance de las actividades de seguimiento para llegar hasta lo más profundo de cada comunidad. Es necesario lograr que las comunidades participen, cuenten con los medios y sean verdaderas asociadas en la ofensiva para llegar a cero casos de ébola. De esta manera, también se pondrá en marcha el proceso de recuperación de estos países al proporcionar trabajo potencialmente a millares de habitantes locales, y se impartirán enseñanzas que son muy necesarias para establecer sistemas eficaces de atención de la salud en las comunidades.
Tercero, es necesario trasladar los mecanismos de apoyo y coordinación de las medidas de respuesta al nivel de los distritos, con equipos capacitados para recabar y analizar datos que permitan profundizar la intervención, así como acrecentar las capacidades de diagnóstico y selección. Debemos prestar especial atención a un dato concreto: el porcentaje de casos nuevos que no estaban incluidos en listas anteriores de contactos. En otras palabras, ¿el personal de seguimiento identificó previamente a las personas que se han infectado en forma reciente como contactos de otros casos, o los nuevos casos representan líneas de transmisión no identificadas? La respuesta nos dirá si estamos ganando o perdiendo la batalla. Por el momento, solo tenemos datos parciales de este indicador concreto en los tres países.
Cuarto, las estrategias nacionales de respuesta deben ser flexibles y adaptarse a las condiciones locales, en lugar de estar restringidas por compromisos anteriores. Liberia, por ejemplo, ha logrado el éxito más reciente en la lucha contra el virus y se ha registrado una marcada disminución de los casos declarados. Cuando estuve en Liberia, había 150 casos activos, la cifra más baja en varios meses. Ahora existe la oportunidad de poner en marcha un agresivo programa de seguimiento de contactos para cortar las líneas de transmisión, una por una, hasta que todo haya terminado.
Por último, debemos dar a los dirigentes fuertes de la región que encabezan la respuesta los medios necesarios para eliminar el virus donde quiera que esté. Sobre el terreno, hay personal nacional talentoso que ha demostrado su capacidad en la primera línea del frente de batalla. También están los asociados internacionales: Estados Unidos y el Reino Unido, otros países, las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales internacionales que han desplegado una gran cantidad de recursos para respaldar los esfuerzos nacionales. Juntos, han hecho frente a esta horrible epidemia y han logrado disminuir su ritmo de avance. Ahora, debemos darles la libertad y los recursos necesarios para ponerle fin.
Nuestra única opción es derrotar al virus de ébola. Tras mi visita a África occidental, siento admiración por los dirigentes y por el personal de socorro internacional. Sin embargo, también debemos reconocer que hemos subestimado al virus en el pasado y que podríamos volver a subestimarlo. No debemos olvidar que tenemos un único objetivo: cero casos de ébola.
Jim Yong Kim es médico, antropólogo y fue presidente de Dartmouth College. En la actualidad preside el Grupo Banco Mundial.
Este artículo de opinión se publicó el 12 de diciembre de 2014 en la edición impresa de The International New York Times.