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OPINIONES Junio 10, 2019

Uruguay, preparado para desafíos más complejos

Conocí Uruguay hace 17 años, en un momento muy difícil del país. Estuve a cargo de la oficina del BM para el Cono Sur y trabajé muy de cerca para apoyar la salida de la profunda crisis económica y social de 2002, que había dejado a casi un tercio de la población en situación de pobreza.

La forma en que Uruguay logró superarse y consolidar un camino de crecimiento inclusivo es un ejemplo mundial. Lo hizo reduciendo muchas de aquellas vulnerabilidades internas que lo volvían permeable a shocks externos. Lo hizo protegiendo a los más vulnerables. Y lo hizo colectivamente, respaldado por un consenso interpartidario en torno a una estrategia nacional.

Hoy vuelvo a Uruguay y me gratifica encontrarme con un país que recuperó el grado inversor; un Uruguay más igualitario, que entre 2006 y 2018 redujo la pobreza del 32,5% al 8,1%, lo que significa que aproximadamente tres de cada cuatro pobres dejaron de serlo. Un país que logró acortar considerablemente la brecha de ingresos y diversificó su matriz energética.

Uruguay se transformó en referencia para otros países que trabajan en su transición al desarrollo, capaz de mantener su economía en crecimiento, incluso durante la crisis global de la última década y las recientes turbulencias económicas en Argentina y Brasil.

Hoy el punto de partida es diferente. Los desafíos del país son otros y la relación de Uruguay con el Banco Mundial, que ya lleva 73 años, evolucionó. Nuestro trabajo se centra en acompañarlo a buscar soluciones de fondo a problemas más complejos, en áreas que eran impensables años atrás: crecimiento verde, tecnología y mercado laboral, gobierno electrónico, turismo accesible o cambio climático. 

Es en ese proceso que Uruguay nos ha desafiado a desarrollar nuevos instrumentos y estudios analíticos, y a pensar en nuevas formas de brindar apoyo. 

Así, en 2008 se realizó el primer desembolso en pesos uruguayos, convirtiendo al Banco Mundial en el primer emisor extranjero de un bono público en moneda nacional, lo que redujo el costo de financiamiento y permitió diversificar la deuda pública y las carteras de fondos de pensiones.

Uruguay ha liderado la región en temas de cobertura de riesgo. En diciembre de 2013 se diseñó un seguro inédito contra sequías, y en 2016 se realizó la primera transacción de cobertura en commodities entre un país emergente y el Banco Mundial.

El Uruguay de 2019 se encuentra en una ruta sólida hacia su desarrollo, con retos propios de sociedades avanzadas. 

En un contexto de espacio fiscal limitado, Uruguay debe identificar cómo movilizar recursos privados para reducir las brechas de infraestructura. Además, con una población envejecida, un desafío importante es cómo continuar mejorando la productividad, especialmente a través de reformas educativas profundas. En promedio, los niños, niñas y jóvenes uruguayos acumulan 11.8 años de educación básica (sobre un ideal de 14 años), pero este indicador se reduce a apenas 8.4 años netos si se consideran los aprendizajes en las aulas. Estas diferencias se agravan en relación a algunos grupos minoritarios, que ven así reducidas sus chances de progresar en su integración social. Los problemas de la educación afectan la calidad de vida de las futuras generaciones de uruguayos, porque no solo impiden una mayor equidad social, sino que disminuyen la dotación de capital humano, fundamental para continuar creciendo.

Finalmente, ocupar posiciones de liderazgo global también será un paso en el camino de Uruguay hacia su desarrollo.

Este es un proceso que el país ya ha comenzado. Desde el Banco Mundial hemos sido testigos de cómo países de todo el mundo se interesaron por aprender de Uruguay. Delegaciones de Marruecos, México, Armenia, Kirguistán, Zimbabue, Botsuana, Nicaragua o Costa Rica interactuaron con sus pares de Uruguay para conocer sobre contratos basados en el desempeño para el mantenimiento de carreteras, sistemas de información en agricultura, incorporación de Tecnología de la Información y la Comunicación (TICs) en educación, reformas en presupuestación de programas, manejo de compañías de electricidad, capacidad estadística y gestión del agua. 

Este Uruguay con el que hoy me encuentro tiene mucho para compartir. Y está listo no solo para mostrarle al mundo de lo que es capaz, sino también para seguir desafiándose.

* Axel van Trotsenburg es vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

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