Ciudad de Washington, 9 de junio de 2010. La recuperación económica mundial continúa, pero la crisis de la deuda de Europa ha puesto nuevos obstáculos en el camino hacia un crecimiento sostenible a mediano plazo, advierte el Banco Mundial en su informe titulado Perspectivas económicas mundiales 2010, publicado hoy en Internet.
Según las proyecciones del Banco Mundial, el PIB mundial aumentará entre el 2,9% y el 3,3% en 2010 y 2011, para incrementarse entre el 3,2% y el 3,5% en 2012, de manera que se invertirá la tendencia que provocó un retroceso del 2,1% en 2009. Se prevé que las economías en desarrollo crecerán entre el 5,7% y el 6,2% al año en el período 2010-12. Sin embargo, el crecimiento proyectado de los países de ingreso alto, de entre el 2,1% y el 2,3% en 2010, no será suficiente para contrarrestar la contracción del 3,3% registrada en 2009; para 2011, se lo pronostica entre el 1,9% y el 2,4%.
“La mejora del desempeño de los países en desarrollo en el mundo de crecimiento multipolar actual es alentadora”, dijo Justin Yifu Lin, primer vicepresidente y primer economista del Banco Mundial, Economía del Desarrollo. “No obstante, para que la recuperación sea duradera, los países de ingreso alto deben aprovechar las oportunidades que ofrece el firme avance de las naciones en desarrollo”.
A mediano plazo, la recuperación enfrenta viento en contra: la disminución de los flujos internacionales de capital, un elevado desempleo y una capacidad ociosa que supera el 10% en muchos países no son factores menores. De acuerdo con el informe, si bien hasta ahora se ha logrado contener el impacto de la crisis de la deuda europea, el prolongado aumento de la deuda soberana podría encarecer el crédito y restringir el crecimiento y la inversión en los países en desarrollo.
Entre los aspectos positivos, cabe mencionar que el comercio internacional de mercancías ha tenido un marcado repunte y, según las previsiones, aumentará aproximadamente un 21% este año, para descender hasta alrededor del 8% en 2011-12. Casi la mitad del incremento de la demanda mundial en el período 2010-12 provendrá de los países en desarrollo.
En sus proyecciones, el Banco Mundial da por sentado que los esfuerzos del FMI y las instituciones europeas evitarán un incumplimiento de pago o una reestructuración importante de la deuda soberana europea. Pero, incluso así, los países en desarrollo y las regiones que mantienen estrechas relaciones comerciales y financieras con los países de ingreso alto muy endeudados pueden sufrir serias repercusiones.
“El estímulo de la demanda en los países de ingreso alto se está convirtiendo en parte del problema, en lugar de la solución”, dijo Hans Timmer, director del Grupo de Análisis de las Perspectivas de Desarrollo del Banco Mundial. “Frenar más rápidamente el gasto podría, a la larga, reducir el costo de los empréstitos y dar un fuerte impulso al crecimiento, tanto en los países de ingreso alto como en aquellos en desarrollo”.
Independientemente de cómo evolucione la situación de la deuda en las naciones europeas de ingreso alto, no se descarta que se produzca una segunda serie de crisis financieras en determinados países en desarrollo de Europa y Asia central, donde el aumento de los préstamos improductivos provocado por la lentitud de la recuperación y por los importantes niveles de deuda a corto plazo puede poner en peligro la solvencia del sector bancario.
“Los países en desarrollo no son inmunes a los efectos de la crisis de la deuda soberana de las naciones de ingreso alto”, señaló Andrew Burns, director de Tendencias Macroeconómicas Mundiales del Banco Mundial. “Pero esperamos que muchas economías continúen marchando bien si se centran en las estrategias de crecimiento, facilitan la actividad comercial o mejoran la eficiencia del gasto. Deberán asegurarse de que los inversionistas sigan distinguiendo los riesgos que ellas plantean de los que entrañan esos países de ingreso alto”.
Muchos países en desarrollo continuarán afrontando serios déficits de financiamiento. Conforme a los pronósticos, los flujos de capital privado con destino a los países en desarrollo tendrán una recuperación apenas moderada, al pasar de US$454 000 millones (2,7% del PIB del mundo en desarrollo) en 2009 a US$771 000 millones (3,2% del PIB) para 2012, muy por debajo de los US$1,2 billones (8,5% del PIB) registrados en 2007. Según las proyecciones, el déficit global de financiamiento de los países en desarrollo será de US$210 000 millones en 2010 y descenderá a US$180 000 millones en 2011, monto inferior a los US$352 000 millones estimados en 2009.
En los próximos 20 años, la lucha contra la pobreza podría dificultarse si los países se ven obligados a recortar las inversiones productivas y en capital humano debido a la disminución de la ayuda para el desarrollo y de los ingresos tributarios, se afirma en el informe. Si los flujos de ayuda bilateral se reducen, como ha ocurrido anteriormente, las tasas de crecimiento a largo plazo de los países en desarrollo podrían resultar afectadas y, a raíz de ello, para 2020 el número de personas que vivan en la pobreza extrema podría llegar a incrementarse en 26 millones.
Nota para los periodistas:
El Banco Mundial actualizará dos veces al año sus pronósticos de crecimiento a corto plazo por medio de las Perspectivas económicas mundiales.
Datos básicos: Panorama regional (junio) de las Perspectivas económicas mundiales 2010:
Se prevé que la región de Asia oriental y el Pacífico experimentará un crecimiento del 8,7% en 2010 y el 7,8% en 2011, entre otros motivos al beneficiarse de sus estrechos vínculos con China, que encabezó la recuperación. No obstante, el fuerte impulso que registraron anteriormente las exportaciones y la producción regionales se está desvaneciendo, la brecha entre el producto efectivo y el potencial se está cerrando rápidamente y las restricciones de la oferta se están transformando en un factor cada vez más limitante del crecimiento. Sumada al fuerte ingreso de capitales y al aumento de la liquidez, esta situación puede estimular tanto la inflación de los precios de las mercancías como de los activos. Como consecuencia de estos factores, se pronostica que el crecimiento de la región y de China se va a desacelerar hasta llegar a un promedio del 7,8% y el 8,4%, respectivamente, en los próximos dos años.
Se proyecta que la recuperación de Europa y Asia central será del orden del 4,1% en 2010, 3,0 puntos porcentuales por debajo del promedio de la región correspondiente a los cinco años anteriores a la crisis. La recuperación obedece al fuerte crecimiento de sus dos economías más grandes (Rusia y Turquía), en las que tienen origen tres cuartos del PIB regional. En la mayoría de las demás naciones, se prevé que el crecimiento será relativamente endeble o continuará siendo negativo, al seguir limitado por los marcados ajustes que algunos países han debido sufrir como consecuencia de los cuantiosos déficits en cuenta corriente previos a la crisis. A raíz de la mayor incertidumbre, vinculada a la crisis de la deuda soberana en algunos países europeos de ingreso alto (Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España), soplan vientos desfavorables para la región.
La recuperación de la región de América Latina y el Caribe –en la que predominan los países de ingreso mediano y los exportadores de productos básicos– se ha visto beneficiada por un limitado repunte del precio de esos bienes, una fuerte demanda de exportaciones y la reactivación del ciclo de las existencias. Tras contraerse en aproximadamente un 2,3% en 2009, se pronostica que el producto de la región aumentará alrededor del 4,3% al año en el período 2010-12, apenas por debajo del incremento observado durante el período de auge. Debido a sus estrechos lazos comerciales y financieros con Europa, la región resulta especialmente vulnerable a los acontecimientos que se produzcan en las economías europeas muy endeudadas.
Las perspectivas de Oriente Medio y Norte de África continuarán dependiendo de los precios del petróleo y de la actividad económica de la Unión Europea (el principal socio comercial de la región). El derrumbe de esos precios al inicio de la crisis financiera, junto con las limitaciones de la producción de la OPEP, redujo considerablemente los ingresos provenientes del petróleo, lo que provocó la disminución de los flujos intrarregionales de inversión extranjera directa, las remesas y los ingresos derivados del turismo. Sin embargo, para 2010 se pronostica un repunte de los volúmenes y los valores de exportación del orden del 2,0% y el 13,5%, respectivamente. Además, las proyecciones indican un fortalecimiento de la recuperación regional: se afirmará el crecimiento, que pasará del 4,0% en 2010 al 4,3% y al 4,5% en 2011 y 2012, respectivamente.
El PIB de Asia meridional se ha beneficiado con las medidas de estímulo (en particular en la India y, en menor medida, en Bangladesh y Sri Lanka), un ingreso de remesas relativamente sólido —que continuó incrementándose a diferencia de otros sitios, donde disminuyó— y la recuperación de la demanda mundial. La región también se benefició con ingresos de flujos de capital relativamente estables, que aumentaron en términos nivelados y como porcentaje del PIB (del 3,6% en 2008 al 3,9% en 2009), respaldados por restricciones a la cuenta de capital vigentes desde hace mucho tiempo. Se prevé que, como consecuencia de la desaceleración del crecimiento mundial, las condiciones financieras más estrictas y las restricciones en la política fiscal de algunos países de la región, el crecimiento alcance un promedio del 7,7% durante el período 2010-12, mientras que el índice registrado en 2007 (año calendario), antes del inicio de la crisis, fue de 9,2%.
Se espera que el panorama de la región de África al sur del Sahara –donde predominan los países de ingreso bajo y los países exportadores de productos básicos– siga mejorando lentamente, impulsado por los precios históricamente altos de esos productos y una demanda externa más fuerte. Se pronostica que la región en su conjunto crecerá 4,5%, 5,1% y 5,4%, respectivamente, durante 2010–12, frente al 1,6% estimado en 2009. La reciente depreciación del euro debería contribuir a reforzar la competitividad de los países cuyas monedas están atadas a esa divisa.