WASHINGTON, 29 de marzo de 2021 – América Latina y el Caribe (ALC) sufrió más daños a la salud y la economía a causa de la pandemia de COVID-19 que cualquier otra región, pero a medida que la región comienza a repuntar se abre la oportunidad de llevar a cabo una transformación significativa en sectores clave, de acuerdo a un nuevo informe del Banco Mundial.
Debido a la pandemia, el Producto Interno Bruto (PIB) en la región de América Latina y el Caribe (excepto Venezuela) cayó un 6,7% en 2020. Se prevé una vuelta al crecimiento de 4,4% para 2021. En comparación con las proyecciones del Banco a fines de 2020 de una caída de 7,9% para el 2020 y una expansión del PIB en un 4,0% para el 2021.
La enorme conmoción causada por la pandemia podría sentar las bases para una mayor productividad mediante la reestructuración económica y la digitalización. También surgen otras oportunidades a partir de innovaciones en el sector eléctrico, de acuerdo al informe semestral del Banco Mundial para ALC, 'Volver a Crecer’.
“El daño es severo y estamos viendo mucho sufrimiento, en particular entre los más vulnerables”, dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para la región de América Latina y el Caribe. “Pero siempre hay que mirar hacia adelante y aprovechar esta oportunidad para realizar las transformaciones necesarias que aseguren un futuro mejor”.
La fuerte contracción causada por la pandemia el año pasado tuvo costos económicos y sociales enormes. La tasa de desempleo en general aumentó y la pobreza se disparó, si bien en algunos países el uso masivo de transferencias sociales hizo mucho para amortiguar el impacto social de la crisis.
La crisis de la COVID-19 tendrá un impacto a largo plazo sobre las economías de la región. Es probable que los menores niveles de aprendizaje y de empleo reduzcan los ingresos futuros, mientras que el elevado nivel de endeudamiento público y privado puede causar tensión en el sector financiero y frenar la recuperación.
A pesar de estos desafíos, existen áreas positivas. El comercio internacional de bienes se mantuvo en un nivel relativamente bueno, a pesar de la fuerte caída en el comercio de servicios, particularmente turismo. La mayoría de los precios de las materias primas son más altos que antes de la crisis de COVID-19, en parte gracias a la pronta recuperación de China. Esto es algo bueno para los exportadores de productos agropecuarios y mineros. Las remesas hacia la región subieron en comparación con el período previo a la pandemia, un tema muy importante para varios países del Caribe y América Central.
Asimismo, los mercados de capital permanecieron abiertos para la mayoría de los países de la región. De hecho, la toma de deuda en el exterior aumentó, ayudando a mitigar el impacto económico y social de la crisis de COVID-19. La mayoría de los países de la región incurrió en déficits presupuestarios significativos desde comienzos de la pandemia. El gasto adicional se destinó a fortalecer los sistemas sanitarios, proporcionar transferencias a los hogares y ayuda a las empresas. Paralelamente, la implementación de medidas proactivas ayudó a los deudores y redujo el riesgo de crisis financieras.
“A medida que las economías repuntan este año, algunos sectores y empresas ganarán y otros perderán”, dijo Martín Rama, economista en jefe del Banco Mundial para la región de América Latina y el Caribe. “Esta pandemia dio lugar a un proceso de destrucción creativa que puede resultar en un crecimiento más acelerado pero que también puede agrandar la desigualdad dentro y entre países de la región”.
Por ejemplo, los servicios hoteleros y personales pueden sufrir daños a largo plazo, aunque las tecnologías de la información, las finanzas y la logística se expandirán. A mediano plazo, las ganancias pueden ser mayores que las pérdidas. La mayor transformación puede resultar de la digitalización acelerada, que podría conducir a un mayor dinamismo en la intermediación financiera, el comercio internacional y los mercados laborales.
La tecnología también supone una oportunidad para transformar el sector energético. América Latina y el Caribe posee la matriz de generación eléctrica más limpia de todas las regiones en desarrollo, fundamentalmente debido a la abundancia de energía hidroeléctrica. La región debería tener la electricidad más barata del mundo en desarrollo, pero en su lugar tiene la más cara, esencialmente debido a las ineficiencias.
Las empresas y los hogares de la región pagan mucho más por la electricidad que consumen de lo que costaría generarla. Estas ineficiencias se reflejan en apagones frecuentes, pérdidas técnicas y comerciales, empresas públicas con exceso de personal y abusos del poder de mercado por parte de generadores privados.
Con un marco institucional adecuado, la tecnología puede aumentar la competencia en el sector, reduciendo así el precio de la electricidad y aumentando la proporción de energía renovable. Por ejemplo, la generación distribuida puede hacer que empresas y hogares dependan de sus propias fuentes de energía, como paneles solares, y que compren o vendan electricidad a la red según la hora del día. Además, un aumento en el comercio transfronterizo de electricidad puede aprovechar las diferencias en capacidad instalada, costos de generación y estacionalidad de la demanda para generar beneficios mutuos. No obstante, esta mejora en la eficiencia solo tendrá lugar si la electricidad puede comprarse y venderse a un precio adecuado.
Si bien hay señales de que las economías de la región se están recuperando y esperanzas de que este trastorno tenga algún resultado positivo, las perspectivas para este año siguen siendo inciertas. El despliegue de la vacunación ha avanzado con lentitud en la región y la inmunidad de rebaño recién podría alcanzarse para fines de 2021. Asimismo, pueden darse nuevas oleadas de infecciones a medida que surgen nuevas variantes del virus. Mientras nos preparamos de forma activa para reconstruir mejor, la prioridad sigue siendo proteger la vida humana y los medios de subsistencia.
Respuesta del Grupo del Banco a la COVID-19
El Banco Mundial, una de las principales fuentes de financiamiento y conocimientos para los países en desarrollo, ha adoptado medidas rápidas y de amplio alcance con el fin de ayudar a dichos países a responder a los impactos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia de COVID-19. Estas medidas incluyen US$12.000 millones destinados a los países de ingreso bajo y mediano para la compra y distribución de vacunas, pruebas y tratamientos relativos a COVID-19, y el fortalecimiento de los sistemas de vacunación. El financiamiento tiene como base la respuesta más amplia del Grupo Banco Mundial a la COVID-19, con la que se está ayudando a más de 100 países a reforzar los sistemas de salud, respaldar a los hogares más pobres y crear condiciones de apoyo para mantener los medios de subsistencia y los empleos de los más afectados.
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