CIUDAD DE WASHINGTON, 4 de octubre de 2022. Los factores adversos a nivel mundial están desacelerando el crecimiento económico de África al tiempo que los países siguen luchando contra el aumento de la inflación, lo que dificulta los avances en la reducción de la pobreza. El riesgo de estanflación llega en un momento en que las altas tasas de interés y la deuda están obligando a los Gobiernos africanos a tomar decisiones difíciles para tratar de proteger el empleo y el poder adquisitivo de las personas, y los avances en términos de desarrollo.
Según la edición más reciente del informe Africa’s Pulse (El pulso de África) (i) del Banco Mundial, un análisis semestral de las perspectivas macroeconómicas a corto plazo de la región, se prevé que el crecimiento económico de África subsahariana se desacelerará del 4,1 % en 2021 al 3,3 % en 2022, lo que representa una revisión a la baja de 0,3 puntos porcentuales respecto de las previsiones de abril, principalmente como resultado de la desaceleración del crecimiento mundial, incluida la reducción de la demanda de productos básicos africanos por parte de China. La guerra en Ucrania está exacerbando la ya elevada inflación y afectando considerablemente la actividad económica al provocar la caída de las inversiones comerciales y del consumo de los hogares. A julio de 2022, 29 de los 33 países de África subsahariana que contaban con información disponible tenían tasas de inflación superiores al 5 %, y 17 registraban una inflación de dos dígitos.
“Estas tendencias comprometen los esfuerzos de reducción de la pobreza que ya se habían visto menoscabados por el impacto de la pandemia de COVID-19”, declaró Andrew Dabalen, economista en jefe del Banco Mundial para África. “Lo que más preocupa es el impacto de los altos precios de los alimentos en las personas que tienen dificultades para alimentar a sus familias, dado que pone en peligro el desarrollo humano a largo plazo. Esta situación exige que los responsables de formular políticas actúen con urgencia para restablecer la estabilidad macroeconómica y apoyar a los hogares más pobres a reorientar el gasto en alimentos y en agricultura para lograr resiliencia en el futuro”.
El alza de los precios de los alimentos está causando penurias, lo que genera graves consecuencias en una de las regiones del mundo con mayor inseguridad alimentaria. En los últimos años, el hambre ha aumentado drásticamente en África debido a las crisis económicas, la violencia y los conflictos, y los fenómenos meteorológicos extremos. Según la actualización de mediados de 2022 del Informe Mundial sobre las crisis alimentarias (i), más de 1 de cada 5 personas en África padece hambre, y se estima que 140 millones de personas se enfrentaron a situaciones graves de inseguridad alimentaria en 2022, cifra que supera los 120 millones registrados en 2021.
Las crisis interconectadas se presentan en un momento en que casi no se dispone del margen fiscal necesario para articular respuestas gubernamentales eficaces. En muchos países, el ahorro público se ha agotado debido a programas anteriores destinados a contrarrestar las consecuencias económicas de la pandemia de COVID-19, aunque en algunos casos los países ricos en recursos naturales se han beneficiado de los altos precios de los productos básicos y han logrado mejorar sus balances.
Se prevé que en África subsahariana la deuda se mantendrá elevada en 2022 y equivaldrá al 58,6 % del producto interno bruto de la región. En 2021, los Gobiernos africanos gastaron el 16,5 % de sus ingresos en el servicio de la deuda externa, lo que supera el valor inferior al 5 % registrado en 2010. Ocho de los 38 países de la región que pueden recibir financiamiento de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) se encuentran sobreendeudados, y 14 corren un alto riesgo de caer en esa situación. Al mismo tiempo, debido a los elevados costos de los empréstitos comerciales, a los países les resulta difícil contraer empréstitos en los mercados nacionales e internacionales, y el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales está debilitando las monedas y aumentando los costos de endeudamiento externo de los países africanos.
Este entorno complejo hace que resulte esencial mejorar la eficiencia de los recursos existentes y optimizar los impuestos. En el sector de la agricultura y la alimentación, por ejemplo, los Gobiernos pueden salvaguardar el capital humano y proteger la producción de alimentos frente al cambio climático reorientando el gasto público de forma tal de dejar atrás los subsidios mal enfocados y centrarse en programas de protección social que contemplen la nutrición, en obras de riego, y en actividades de investigación y desarrollo conocidas por su elevada rentabilidad.
Por ejemplo, cada dólar invertido en investigaciones agrícolas genera, en promedio, beneficios equivalentes a USD 10, mientras que las ganancias derivadas de las inversiones en riego también son potencialmente elevadas en África subsahariana. Esta reformulación de las prioridades mantiene el nivel de gasto en un sector crítico, al tiempo que aumenta la productividad, crea resiliencia frente al cambio climático y garantiza la seguridad alimentaria para todos. La creación de un entorno más propicio para la agroindustria y la facilitación del comercio intrarregional de alimentos también podrían aumentar la seguridad alimentaria a largo plazo en una región que depende en gran medida de las importaciones de alimentos.