La pandemia afectó el desarrollo cognitivo y los ingresos a lo largo de la vida de los niños y los jóvenes; esto pone en peligro el bienestar de generaciones y el crecimiento de las economías
CIUDAD DE WASHINGTON, 16 de febrero de 2023. La pandemia de COVID‑19 provocó un colapso masivo del capital humano en momentos clave del ciclo de la vida, lo que altera negativamente el curso del desarrollo de millones de niños y jóvenes de países de ingreso bajo y mediano, según el primer análisis de datos mundiales sobre personas que tenían menos de 25 años al inicio de la pandemia.
En un nuevo informe del Banco Mundial, Colapso y recuperación: Cómo la COVID‑19 erosionó el capital humano y qué hacer al respecto, se analizan datos mundiales sobre los impactos de la pandemia en los jóvenes en etapas clave del desarrollo: la primera infancia (de 0 a 5 años), la edad escolar (de 6 a 14 años) y la juventud (de 15 a 24 años). Advierte que los estudiantes de hoy podrían perder hasta el 10 % de sus ingresos futuros debido a la crisis educativa provocada por la COVID‑19. Y el déficit cognitivo en los niños pequeños podría traducirse en una disminución del 25 % en sus ingresos cuando sean adultos.
El capital humano —los conocimientos, las habilidades y la salud que acumulan las personas a lo largo de su vida— es clave para desplegar el potencial de los niños y ayudar a los países a lograr una recuperación resiliente y un crecimiento futuro sólido. Sin embargo, la pandemia provocó el cierre de las escuelas y los lugares de empleo e interrumpió otros servicios específicos que protegen y promueven el capital humano, como la atención de la salud maternoinfantil y la capacitación laboral.
En América Latina y el Caribe, los datos muestran una fuerte caída del empleo juvenil. Estas caídas fueron especialmente pronunciadas en el inicio de la pandemia en Brasil y México, con tasas de 6% y 7%, pero hacia fines de 2021 el empleo juvenil se había recuperado totalmente e incluso había superado los niveles anteriores a la pandemia en ambos países.
Para los niños en edad escolar el estudio encontró que, a nivel global, entre marzo de 2020 y marzo de 2022, un niño promedio perdió alrededor de 1 año de educación presencial debido al cierre de escuelas; en América Latina y el Caribe, los niños perdieron 1,7 años debido a cierres de escuelas particularmente prolongados. Además, los niños más pequeños sufrieron interrupciones de los servicios relacionados con el COVID cuando aún estaban en el útero, mientras sus madres se preparaban para sus nacimientos. Por ejemplo, en relación con los niveles observados en 2019, los nacimientos que tuvieron lugar en una institución sanitaria cayeron más de 25% en Haití. A escala regional, la pandemia también agravó la caída de las tasas de cobertura de vacunas infantiles, especialmente entre los pobres.
“Los cierres de escuelas, los confinamientos relacionados y las disrupciones en servicios durante el curso de la pandemia han sido una amenaza que podría destruir décadas de avance en la generación de capital humano. Las políticas específicas para revertir las pérdidas de aprendizaje, salud y habilidades básicas son fundamentales para no poner en peligro el desarrollo de varias generaciones”, dijo David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial. “Los países deben trazar un nuevo rumbo para aumentar las inversiones en capital humano a fin de ayudar a los ciudadanos a ser más resilientes ante las amenazas superpuestas de las crisis sanitarias, los conflictos, el crecimiento lento y el cambio climático, y a sentar bases sólidas para un crecimiento más rápido e inclusivo”.
Debido a la pandemia, los niños en edad preescolar de varios países han perdido más de 34 % del aprendizaje en lengua y alfabetización tempranas y más de 29 % del aprendizaje en matemáticas, en comparación con las cohortes anteriores a la pandemia. En muchos países, incluso después de la reapertura de las escuelas, la matriculación preescolar aún no se había recuperado para fines de 2021; en varios casos, se mantenía en más de 10 puntos porcentuales por debajo de lo normal. Los niños también sufrieron una mayor inseguridad alimentaria durante la pandemia.
En el caso de los niños en edad escolar, en promedio, por cada 30 días de cierre de escuelas, los estudiantes perdieron alrededor de 32 días de aprendizaje. Esto se debe a que los cierres y las medidas ineficaces de aprendizaje a distancia hicieron que los estudiantes no aprendieran e incluso olvidaran los conocimientos que ya habían adquirido. En los países de ingreso bajo y mediano, casi 1000 millones de niños perdieron al menos un año completo de educación presencial debido al cierre de las escuelas, y más de 700 millones perdieron un año y medio. En consecuencia, la pobreza de aprendizajes —que ya era del 57% antes de la pandemia— ha aumentado aún más en estos países, y se estima que el 70% de los niños de 10 años no puede comprender un texto básico.
La COVID-19 golpeó duramente al empleo de los jóvenes. A fines de 2021, 40 millones de personas que habrían tenido un empleo en condiciones normales (sin pandemia) no lo tenían, lo que agravó las tendencias de desempleo juvenil. Los ingresos de los jóvenes se contrajeron un 15% en 2020 y un 12% en 2021. Los nuevos participantes con menor nivel de educación tendrán ingresos un 13% menores durante sus primeros 10 años en el mercado laboral. Los datos de Brasil, Etiopía, México, Pakistán, Sudáfrica y Vietnam indicaron que 25% del total de los jóvenes no recibió educación, empleo ni capacitación en 2021.
La oportunidad para abordar los retrocesos en la acumulación de capital humano es pequeña, ya que las brechas registradas en las primeras etapas del ciclo de vida tienden a ampliarse con el tiempo. Si no se adoptan medidas urgentes, la pandemia también amenaza con profundizar la pobreza y la desigualdad. En este informe se destacan opciones de políticas basadas en evidencia para recuperar las pérdidas actuales y evitar pérdidas futuras. También se proporciona un enfoque para ayudar a los países a establecer prioridades entre las diferentes opciones de políticas de recuperación posterior a la crisis.
A corto plazo, en el caso de los niños pequeños, los países deben apoyar campañas específicas de vacunación y suplementos nutricionales; aumentar el acceso a la educación preescolar, y ampliar la cobertura de las transferencias monetarias para familias vulnerables. En cuanto a los niños en edad escolar, los gobiernos deben mantener las escuelas abiertas y aumentar el tiempo de instrucción; evaluar el aprendizaje y ajustar la instrucción a los niveles de los estudiantes, y simplificar el plan de estudios para centrarse en los conocimientos fundamentales. Para los jóvenes, son cruciales el apoyo dirigido a la capacitación adaptada, la intermediación laboral, los programas de emprendedores y las nuevas iniciativas orientadas a la fuerza de trabajo.
A largo plazo, los países deben crear sistemas de salud, educación y protección social ágiles, resilientes y adaptativos que estén mejor preparados para las crisis actuales y futuras y puedan responder a ellas.
“Las personas que hoy tienen menos de 25 años, es decir, las más afectadas por la erosión del capital humano, conformarán más del 90% de la fuerza laboral en plena edad productiva en 2050”, dijo Norbert Schady, economista en jefe de Desarrollo Humano del Banco Mundial y uno de los autores principales del informe. “Revertir el impacto de la pandemia en ellos e invertir en su futuro deberá ser una de las principales prioridades de los Gobiernos. De lo contrario, estas cohortes no solo representarán una generación perdida, sino varias generaciones perdidas”.
El Grupo Banco Mundial está trabajando en estrecha colaboración con los gobiernos para proteger a las personas e invertir en ellas mientras lidian con la pandemia y se recuperan. El financiamiento del Banco Mundial para responder a la pandemia alcanzó los 72.800 millones de dólares entre abril de 2020 y junio de 2022, incluidos 37.600 millones de dólares y 35.100 millones de dólares en compromisos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento y la Asociación Internacional de Fomento, respectivamente. Durante el mismo período, el financiamiento para desarrollo humano llegó a 47.500 millones de dólares, que sirvieron para respaldar 300 proyectos en países de ingreso bajo y mediano.
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