Buenos días. Gracias por haber venido a la conferencia de prensa que da inicio a las Reuniones de Primavera de 2013 del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Ante todo, deseo expresar mis sentidas condolencias a los familiares y amigos de las personas que fallecieron o resultaron heridas en el ataque perpetrado en Boston esta semana.
Hace apenas dos semanas, expuse un ambicioso programa para la comunidad mundial, en que se instaba a adoptar un enfoque de dos vías para un mundo sin pobreza.
La primera consiste en poner fin casi por completo a la pobreza extrema a más tardar en 2030. La segunda, en promover la prosperidad compartida fomentando el aumento de los ingresos del 40% menos favorecido de la población en todos los países. Y en lo que respecta a esta segunda meta, la prosperidad que concebimos es, además, intergeneracional, por lo que requiere medidas audaces en relación con el cambio climático.
No me cabe duda de que el mundo puede poner fin a la pobreza extrema en el curso de una generación, pero esa labor será mucho más ardua de lo que supone la mayoría de las personas. Dista mucho de ser un hecho. Requerirá originalidad, un enfoque certero, compromiso y líderes visionarios. Pero si tenemos éxito, habremos alcanzado uno de los logros de mayor trascendencia histórica para la humanidad.
Examinemos la situación que hoy impera en el mundo. Transcurridos más de cuatro años desde el comienzo de la crisis financiera, los países de ingreso alto siguen enfrentándose al elevado desempleo, el escaso crecimiento y la fragilidad económica.
La buena noticia es que la situación de los países en desarrollo, tomados en conjunto, es relativamente satisfactoria; se prevé que este año su crecimiento económico llegará a alrededor del 5,5% y que a más tardar en 2015 alcanzará una cota más alta, levemente inferior al 6%. De hecho, más de la mitad del crecimiento económico mundial corresponde a los países en desarrollo.
Sin embargo, con demasiada frecuencia perdemos de vista el hecho de que esas cifras globales ocultan la amplia gama de resultados de los diferentes países. En África, el crecimiento económico de alrededor del 25% de los países no bajó del 7% el año pasado, y algunos de ellos registran las más altas tasas de crecimiento del mundo. En la región de Asia Oriental y el Pacífico, la producción aumenta aceleradamente en medio de temores de recalentamiento y burbujas de activos. Pero en varios grandes países de ingreso mediano, como Brasil, India, Rusia y Turquía, el crecimiento se ha desacelerado, lo que en parte obedece a obstáculos no superados en esas economías.
En otras regiones del mundo en desarrollo, la recuperación no ha sido tan evidente. La diversidad de situaciones que se observa entre los países en desarrollo impide concebir una solución única en materia de política económica, y ya no es posible considerar la situación externa como la causa principal de los problemas. Ahora más que nunca, las soluciones deben buscarse en la aplicación de políticas macroeconómicas y estructurales internas que permitan hacer frente a los problemas específicos de cada país.
Para poner fin a la pobreza en el curso de una generación, deben darse tres condiciones. Primero, las altas tasas de crecimiento registradas en el mundo en desarrollo en los últimos 15 años deben seguir incrementándose. Segundo, el crecimiento debe dar lugar a la reducción de la pobreza y la creación de empleo, ser inclusivo y reducir la desigualdad. Tercero, debemos evitar o mitigar posibles perturbaciones, tales como desastres climáticos o nuevas crisis de los alimentos o los combustibles, o crisis financieras.
En especial, lograr mejores resultados en materia de crecimiento significa introducir aún más reformas como las que han sustentado el vigoroso crecimiento experimentado por los países en desarrollo en los últimos 15 años. Ello implica eliminar importantes obstáculos, promover inversiones adicionales en infraestructura y, para que el crecimiento beneficie también a los pobres, lograr inversiones de mucho mayor escala en educación y cuidado de la salud.
Al avanzar, debemos también hacer frente al problema del cambio climático con un plan acorde a la magnitud del problema. El cambio climático no representa tan solo un desafío ambiental, sino que constituye una amenaza fundamental para el desarrollo económico. A menos que el mundo adopte, de inmediato, medidas audaces, un calentamiento del planeta de proporciones catastróficas crea el peligro de que la prosperidad resulte inasequible para millones de personas, y de retrocesos que dejen atrás décadas de desarrollo y reducción de la pobreza.
En el Grupo del Banco Mundial, estamos intensificando nuestra labor de mitigación, adaptación y gestión de riesgos de desastres. Alrededor de 130 países han solicitado asistencia al Banco Mundial en actividades relacionadas con el clima.
Además, al avanzar hacia esas metas relativas a la pobreza, debemos también desarrollar una labor mucho más eficaz en los Estados frágiles y afectados por conflictos. Ahora esperamos transferir un mayor volumen de financiamiento a los Estados frágiles a través de nuestro fondo de financiamiento concesionario, la Asociación Internacional de Fomento o AIF. Si aspiramos a alcanzar nuestras metas de poner fin a la pobreza y promover una prosperidad compartida debemos tener éxito en los Estados frágiles. El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y yo viajaremos a la región de los Grandes Lagos de África el mes próximo. Creo que los esfuerzos combinados de las Naciones Unidas y del Grupo del Banco Mundial en los frentes político, de seguridad y de desarrollo pueden resultar sumamente importantes para ayudar a los Estados frágiles a superar la situación de fragilidad.
Muchas gracias. Ahora responderé a sus preguntas.