Muchas veces se me ha acusado de ser un eterno optimista.
De hecho, realmente creo que este es el momento de América Latina.
Un mexicano está al frente de la OCDE, un brasileño está ahora al frente de la Organización Mundial de Comercio; tres países de la región son miembros del G20; México y Chile son miembros de la OCDE y otros van en camino a serlo, la región es fuente de estabilidad económica y es considerada como parte de la solución a serios desafíos mundiales como la crisis alimentaria y el cambio climático global.
América Latina ha avanzado mucho.
La cuestión es cómo seguir avanzando, dado que existe una sensación de que la región puede hacer aun mucho más.
Buenas noches a todos. Antes de realizar algunas observaciones respecto a cómo percibo la evolución de la región, quisiera agradecer al Woodrow Wilson Center por esta invitación.
Es un honor poder dirigirme a este ilustre grupo de expertos latinoamericanos. Presidente Tabaré Vázquez, Embajador Eduardo Medina Mora, es un honor poder estar con ustedes aquí.
América Latina ha avanzado mucho
Entre 2003 y 2011, alrededor de 70 millones de latinoamericanos dejaron atrás la pobreza moderada y 75 millones se unieron a las filas de la clase media. La desigualdad profunda, el talón de Aquiles de la región , disminuyó en la mayoría de los países. Esto es un logro extraordinario.
En estos años, un conjunto de políticas económicas y financieras sólidas, junto al viento a favor del superciclo de las materias primas, ayudaron a que la región se recuperase de manera rápida y satisfactoria de la crisis económica mundial. América Latina creció a un promedio de 4,2 a partir de 2003. Se espera que este año crezca un 3,5 por ciento, una mejora respecto al 3 por ciento del año pasado. Algunos crecieron más rápido, otros un poco más lento.
Sin embargo, en general no queda duda que la región avanzó mucho, esta vez ganó una década, si lo comparamos con un pasado no tan distante de décadas perdidas.
Sin embargo, la región puede hacer mucho más
En el caso de prácticamente la mitad de los latinoamericanos que aún viven en la pobreza moderada (17 por ciento) o que no son pobres pero sí vulnerables — a caer de nuevo en la pobreza ante cualquier schock en la economía— (35 por ciento), sus expectativas de prosperidad compartida aún no se han cumplido.
Para esta parte importante de la población latinoamericana el problema es que el progreso no es solo le es esquivo a ellos mismos, sino también a sus hijos.
Como nos recuerda nuestro informe sobre la clase media del año pasado, a pesar de la significativa movilidad ascendente en términos de ingreso dentro de una misma generación, la movilidad intergeneracional en América Latina sigue siendo limitada. La situación de los padres sigue determinando de manera significativa el futuro de una persona, limitando la igualdad de oportunidades.
El lugar donde uno vive en América Latina también importa. Si bien la pobreza y la desigualdad bajaron en los últimos diez años, la brecha entre las regiones más pobres y más ricas — de un mismo país — no ha disminuido. Chiapas y Oaxaca siguen siendo mucho más pobres que el Distrito Federal o Nuevo León, y Alagoas y Maranhão en Brasil tienen más en común con Chiapas y Oaxaca que con, por ejemplo, São Paulo o Santa Catarina. Lo mismo ocurre en Argentina donde Buenos Aires tiene un ingreso per cápita al menos diez veces mayor al de Formosa o Santiago del Estero.