Discursos y transcripciones

Discurso del Presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim en la Universidad de Howard : "Impulsar la prosperidad compartida"

Octubre 01, 2014


World Bank Group President Jim Yong Kim Washington, D.C., Estados Unidos

Texto preparado para la intervención

Muchas gracias al rector Harvey por esta cálida bienvenida y al presidente Frederick por su amable presentación. Y gracias a los estudiantes, al personal y a los profesores por ser tan buenos anfitriones. Hasta donde sabemos, es la primera vez que un presidente del Grupo Banco Mundial se dirige a la comunidad de Howard. Agradezco a todos los que han hecho posible esta oportunidad.

Mientras nos preparábamos para este discurso, investigamos un poco la historia de Howard. Quedé muy impresionado con lo que encontramos. Me honra estar hoy en una institución que fue dirigida por James Nabrit, uno de los abogados constitucionalistas y defensores de los derechos civiles más importantes de su generación, y es un honor también estar en un lugar que contribuyó a formar el pensamiento de Pauli Murray, una valiente pensadora y pionera feminista. Durante sus variadas y exitosas carreras, tanto Nabrit como Murray trabajaron para lograr un mundo más justo. En el Banco, nos impulsa la misma aspiración.

En los últimos dos años, he estado al frente de una iniciativa que busca reorganizar el Grupo Banco Mundial para lograr dos objetivos: poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030 e impulsar la prosperidad compartida entre el 40 % más pobre de la población de los países en desarrollo.

El primer objetivo es ambicioso y refleja los enormes avances que hemos logrado durante los últimos 25 años en la lucha contra la pobreza. En 1990, el 36 % de la población mundial, es decir, 1900 millones de personas, ganaba menos de US$1,25 al día. Para el año próximo, según las estimaciones de nuestros economistas, esa tasa habrá caído al 12 %, lo que representa una reducción de dos tercios en 25 años. Esto significa que, para el año que viene, habrá 1000 millones de personas menos que en 1990 sumidas en la pobreza extrema. Es un progreso enorme. Sin embargo, será mucho más difícil ayudar a los siguientes 1000 millones a salir de la pobreza. Tenemos mucho trabajo por hacer, en especial en África al sur del Sahara, donde unos 450 millones de personas se despiertan cada día en la pobreza.

El segundo objetivo —impulsar la prosperidad compartida— es el que quiero tratar con ustedes hoy. Estamos trabajando para asegurar que el crecimiento de la economía mundial permita mejorar el nivel de vida de todos los miembros de la sociedad, y no solo de unos pocos afortunados. Para lograrlo, el Grupo Banco Mundial se ha propuesto metas específicas en materia social y de ingresos: queremos elevar los ingresos del 40 % de las personas de ingreso más bajo de los países en desarrollo y mejorar su acceso a los elementos esenciales en la vida, como los alimentos, la vivienda, la atención de la salud, la educación y el empleo.

Permítanme poner esto en perspectiva: Por primera vez en la historia del Grupo Banco Mundial nos hemos fijado una meta que aspira a reducir la desigualdad en el mundo. Como lo demuestra la propagación del virus del Ébola en África occidental, la importancia de este objetivo es clarísima. La batalla contra el virus es una lucha en muchos frentes: los principales son las vidas humanas y la salud. Pero también es una lucha contra la desigualdad. En los países de ingreso alto e ingreso mediano existen los conocimientos y la infraestructura para brindar tratamiento a los enfermos y contener el virus. Sin embargo, por muchos años, hemos fracasado en dar acceso a esos conocimientos e infraestructura a las personas de bajos ingresos de Guinea, Liberia y Sierra Leona. Actualmente en esos países están muriendo miles de personas porque, en la lotería del nacimiento, nacieron en el lugar equivocado. Si no detenemos el virus del Ébola ahora, la infección continuará propagándose a otros países e incluso a otros continentes: tan solo ayer, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) confirmaron el primer caso en ese país. Esta pandemia muestra el costo letal de la desigualdad en el acceso a los servicios básicos y las consecuencias de nuestro fracaso en la resolución de este problema.

Como detallaré más adelante, el Grupo Banco Mundial y otras entidades han comenzado a adoptar medidas para hacer llegar los recursos al lugar adecuado. Nuestras acciones surgen directamente de nuestra decisión de incorporar el impulso a la prosperidad compartida como parte de la misión principal del Banco.

Cuando un visitante entra en nuestra sede, sobre la Avenida Pennsylvania, una de las primeras cosas que ve es una inscripción sobre una pared, que dice: "Nuestro sueño es un mundo sin pobreza". Lograr este objetivo a través del desarrollo es una tarea compleja, pero hay dos cosas que son esenciales. Primero, debemos ayudar a los países de ingreso bajo a hacer crecer sus economías. Tan solo en los últimos cuatro años, las altas tasas de crecimiento de China e India han posibilitado que 232 millones de personas dejaran de vivir en la pobreza. Segundo, los pobres de los países de ingreso bajo deben poder participar de los beneficios de ese crecimiento. La prosperidad compartida es parte de los objetivos principales del Banco simplemente porque es necesaria para poner fin a la pobreza.

También es importante para lograr la justicia. Oxfam International, la organización de lucha contra la pobreza, informó recientemente que la fortuna combinada de las 85 personas más adineradas del mundo equivale a lo que poseen los 3600 millones de personas más pobres. Reflexionemos sobre esto: un grupo de personas mucho más pequeño que el que está reunido en este salón posee más riqueza que la mitad de la población mundial. Con tantos habitantes de África al sur del Sahara, Asia y América Latina sumidos en la pobreza extrema, esta situación es una mácula en nuestra conciencia colectiva. Proteger la capacidad de las personas de obtener una retribución financiera por su arduo trabajo y el éxito alcanzado es sumamente importante. Ello genera motivación, impulsa la innovación y permite a las personas ayudar al prójimo. Al mismo tiempo, ¿qué significa el hecho de que una parte tan considerable de la enorme riqueza que existe en el mundo esté concentrada en tan pocos?

Como sistema económico, el capitalismo mundial de mercado ha producido prosperidad e innovación. Esto es muy bueno. Sin embargo, la legitimidad de un sistema económico también depende de su capacidad para lograr que todos tengan acceso a dos cosas: a la riqueza que genera y a los beneficios sociales que surgen de esa riqueza. Lamentablemente, el incremento en el ingreso nacional derivado del crecimiento no suele distribuirse entre toda la población en igual medida, ni mucho menos. En su best seller de 2014, titulado El capital en el siglo XXI el economista francés Thomas Piketty mostró que, en las economías desarrolladas, estos beneficios por lo general recaen en los propietarios en una proporción considerablemente mayor que en los trabajadores. En última instancia, queremos asegurarnos de que las ganancias del sistema económico mundial se distribuyan de modo tal que se generen oportunidades y se respete la dignidad humana.

¿Y cómo se impulsa la prosperidad compartida? Como expliqué anteriormente, una unidad de medida importante es el nivel de ingreso relativo del 40 % más pobre de la población de un país. Durante la década de 2000, las tasas de crecimiento de los ingresos de este grupo fueron más altas que las de la población general en 52 de los 78 países de ingreso bajo. Pero nuestros logros dispares respecto de los objetivos de desarrollo del milenio establecidos por las Naciones Unidas muestran que el bienestar general de los hogares ubicados en el 40 % más bajo sigue siendo mucho menor que el de los de más ingresos. En otras palabras, aun cuando sus entradas aumentaron con mayor rapidez, las familias de ingresos bajos no cosecharon los mismos beneficios sociales (acceso a los alimentos, agua potable y saneamiento) que los más prósperos.

Es fundamental señalar que el aumento de los ingresos de las personas, si bien es importante, es solo una parte de la ecuación para impulsar la prosperidad compartida. Necesitamos también el crecimiento económico para proporcionar beneficios que generen sociedades más justas. Entonces, además de centrarse en el aumento de los ingresos, el impulso de la prosperidad compartida también se centra en mejorar la igualdad de género y el acceso de las personas de bajos ingresos a los alimentos, la vivienda, el agua potable, el saneamiento, la atención de la salud, la educación y el empleo.

¿Cómo puede lograr esto el Grupo Banco Mundial? Un mecanismo esencial es el apoyo financiero de nuestra cartera de más de US$60 000 millones anuales destinada a fortalecer las instituciones públicas y propiciar un sector privado pujante. Al crear grupos de prácticas mundiales basados en los conocimientos, la reorganización de nuestra institución ha permitido desarrollar otra herramienta fundamental: lo que hemos llamado la ciencia de la entrega. Para resolver los problemas de desarrollo más complejos, debemos plantearnos dos preguntas. La primera es si la solución es equiparable al desafío. En otras palabras, ¿comprendemos el problema y la solución que diseñamos permite resolverlo? La segunda es si alguien, ya sea dentro del Banco o fuera de él, ha encontrado alguna manera de poner en práctica la solución. Si es así, ¿podemos adoptarla, aplicarla y ampliarla en otros contextos? Nuestras prácticas mundiales están dedicadas a responder estas preguntas cruciales.

La manera en que el Grupo Banco Mundial aborda el desafío de la desigualdad es impulsando la prosperidad compartida. Para encontrar la forma de poner en práctica la solución, es necesario seguir al menos dos pasos. En primer lugar, debemos comprender más acabadamente de qué manera el crecimiento económico en el plano nacional influye en el desarrollo de los hogares individuales. Para esto, necesitamos recopilar datos de mejor calidad y más precisos en los países de ingreso bajo.

En segundo lugar, cuando brindamos asistencia financiera y técnica para proyectos, debemos proceder a evaluar el impacto de estas iniciativas en las ganancias de las personas de ingresos bajos. Tomemos como ejemplo la construcción de caminos. En Bangladesh, ayudamos a construir y reparar 3000 kilómetros de caminos. Luego estudiamos si estas mejoras habían producido algún cambio en la calidad de vida de la población. Encontramos que en solo seis años, el ingreso promedio de los hogares ubicados en las zonas de estos proyectos había aumentado un 74 %. Esto se debió principalmente a que los caminos conectaban las comunidades con los mercados. También analizamos las zonas en las que no se habían producido estas mejoras. Allí, el ingreso promedio de los hogares se había reducido un 23 %. Este tipo de evaluaciones muestra qué medidas son eficaces para impulsar la prosperidad compartida y cuáles no.

La experiencia nos dice que, para lograr este objetivo, también es esencial aplicar cuatro estrategias: consolidar el capital humano, construir redes de protección social bien diseñadas e implementadas, ofrecer incentivos al sector privado para que cree empleos de calidad y aplicar políticas sostenibles desde el punto de vista fiscal y ambiental para alcanzar estos fines. Los proyectos que reúnan estas características tendrán acceso prioritario a la asistencia financiera y técnica del Banco.

La ciencia de la entrega también ha ayudado a orientar nuestra respuesta a la epidemia de ébola. El avance del virus está fuera de control en Guinea, Liberia y Sierra Leona. Miles de personas han muerto. Es probable que más de 10 000 personas estén infectadas. Y ambas cifras están aumentando rápidamente. En consecuencia, nuestra capacidad para impulsar la prosperidad compartida en África occidental —y potencialmente en todo el continente— puede estar disminuyendo en forma acelerada.

Según la hipótesis más favorable del Banco, el ébola causará la pérdida de cientos de millones de dólares correspondientes al crecimiento económico de los países afectados. Este es un problema de gravedad extrema. Estos Estados están saliendo de años de guerras y conflictos civiles, que han contribuido al bajo nivel de su ingreso per cápita. Por lo tanto, el crecimiento es esencial para aliviar las terribles condiciones en las que viven millones de ciudadanos. Si la pandemia continúa expandiéndose a otros países, la pérdida de crecimiento podría escalar a decenas de miles de millones de dólares o incluso más. Entonces, a menos que detengamos el avance de la infección ahora mismo, habrá poca prosperidad para compartir, sin hablar ni siquiera de la cantidad de personas que ya no tendrán la posibilidad de acceder a lo que quede.

La respuesta mundial hasta la fecha ha sido inadecuada. Soy médico especializado en enfermedades infecciosas y he tratado a pacientes pobres y marginados de Haití, Perú y Lesotho, entre otros lugares. Hemos brindado tratamiento a personas que sufrían enfermedades complejas, como la tuberculosis o el VIH resistentes a múltiples fármacos. Por eso, ha sido doloroso ver que repetimos los fracasos de epidemias anteriores.

A comienzos del siglo XXI, se calculaba que había unos 24 millones de personas infectadas con VIH en África. Si bien existían tratamientos eficaces contra el virus para quienes tenían recursos, las personas de ingreso bajo del continente no tenían acceso a ellos debido a la falta de imaginación y a las escasas aspiraciones a la hora de ayudar a los pobres. Algunos expertos en salud a nivel mundial consideraban que proporcionar un tratamiento eficaz contra el VIH a las comunidades de ingreso bajo era demasiado difícil y costoso. Hoy, en cambio, más de 10 millones de personas pobres de todo el mundo reciben tratamiento para este virus.

Hemos cometido errores similares en nuestros intentos por combatir el ébola en África occidental, a pesar de que recibimos repetidas advertencias de los Gobiernos de los países afectados, de Médicos Sin Fronteras y otros. Por eso, ahora tenemos que ponernos al día.

Para determinar cómo podríamos contribuir a lograr una respuesta coordinada, el Grupo Banco Mundial buscó a expertos en enfermedades infecciosas que habían trabajado en el terreno implementando protocolos complejos de contención y tratamiento en países de ingreso bajo. Luego, los envió a Guinea y Liberia. A partir de lo que vieron, estos especialistas nos dijeron que, si realizamos un gran avance ahora, podremos tratar a los enfermos y contener el virus. No es tan difícil preparar la infraestructura necesaria, y contamos con protocolos para limitar la propagación de la infección. Sobre todo, nos dijeron que una demora más prolongada complicará exponencialmente la aplicación eficaz de las medidas de respuesta.

Ahora estamos actuando aceleradamente para hacer lo que nos corresponde. El Grupo Banco Mundial ha transferido US$105 millones de financiamiento de emergencia a Guinea, Liberia y Sierra Leona, un monto superior al entregado por cualquier otra organización hasta la fecha. Esto garantiza que los Gobiernos de dichos países cuenten con dinero en efectivo para adquirir equipos y servicios esenciales para luchar contra el ébola. En total, hemos comprometido US$400 millones en respaldo de medidas de tratamiento y contención. Y hemos destinado una considerable cantidad de nuestros recursos analíticos para demostrar que la acción inmediata permitirá ahorrar cientos de millones de dólares, si no varios miles de millones.

También se están materializando otros componentes de la respuesta mundial coordinada. En las últimas semanas, hemos observado importantes medidas iniciadas por el presidente Obama y los Estados Unidos; los Gobiernos de Gran Bretaña y Francia también están reforzando sus intervenciones

No obstante, debido a la magnitud y el rápido avance de la epidemia, se necesitan más progresos. De concretarse la situación menos favorable planteada por los CDC, y si se infectan 1,4 millones de personas, el impacto del virus será verdaderamente mundial. Los ciudadanos que se preocupan por esta situación deben exigir asignaciones inmediatas de capital y recursos humanos para los países afectados. De otro modo, miles de personas más morirán innecesariamente, y se puede llegar a producir una catástrofe económica

El Grupo Banco Mundial está ahora plenamente dedicado a luchar contra el ébola para prevenir este resultado, pero también se involucra por su compromiso de promover la igualdad. De hecho, aspiramos a vivir según estos valores todos los días en nuestro lugar de trabajo. Nuestros empleados son ciudadanos de más de 100 países y hablan bastante más de 100 idiomas. La apertura que muestra esta institución ante las diferencias me enorgullece profundamente, porque he conocido la otra cara de la moneda. Después de emigrar de Corea, cuando era un niño, crecí en una ciudad pequeña de Iowa. Entiendo lo que es ser un extraño y llegué a sentir el dolor de los prejuicios raciales y étnicos. En el Banco no se toleran ni la exclusión ni los prejuicios

Con el tiempo, hemos logrado avances en lo que respecta a ampliar la diversidad entre los empleados del Grupo Banco Mundial, pero podemos llegar más lejos. Por ejemplo, durante años, no hemos hecho lo suficiente para contratar personal afroamericano. Esto está cambiando. Hemos acudido a algunos de los líderes nacionales en materia de diversidad más sensatos para que nos ayuden a buscar, en forma amplia y sostenida, candidatos afroamericanos altamente calificados. Estableceremos metas concretas para alentar a los directivos superiores a buscar mayor diversidad en las contrataciones de personal. Espero ver los resultados de nuestra labor el próximo año

La Universidad de Howard también está contribuyendo a esta tarea. La universidad y el Grupo Banco Mundial están en conversaciones para crear pasantías a fin de que los estudiantes del doctorado en Economía trabajen en la Vicepresidencia de Economía del Desarrollo del Banco. De este modo, los estudiantes de posgrado de Howard tendrían la oportunidad de sumergirse en las políticas y los programas de desarrollo que afectan a países de todo el mundo. También invito a los graduados de Howard a postularse para nuestros programas ampliados de analistas y jóvenes profesionales, que son excelentes formas de iniciar su carrera en la institución

Espero que estos pasos y mi presencia hoy aquí alienten a muchos de ustedes a preparar sus currículos. Actualmente trabajan en el Banco 29 graduados de la Universidad de Howard. Siempre estamos buscando a los mejores y a los más brillantes, y aquí hemos encontrado a muchos de ellos

En 1957, el consejo de administración de la Universidad de Howard otorgó a Martin Luther King Jr. y a Jackie Robinson el título honoris causa de doctor en Derecho. El señor Robinson acababa de retirarse de las grandes ligas del béisbol y tenía 38 años; el doctor King tenía apenas 28 años. Seis años más tarde, durante la Marcha de Washington, King se paró delante del Monumento a Lincoln y pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”. Cinco años después, fue asesinado de un disparo.

El doctor King fue uno de mis héroes. Cuando yo era pequeño, mi madre —filósofa— me leía sus discursos. Hoy lo recuerdo por su vínculo con Howard y su defensa, tantos años atrás, de lo que se ha convertido en los dos objetivos del Grupo Banco Mundial.

Cuatro días antes de su muerte, el doctor King pronunció uno de sus últimos sermones. A poca distancia de aquí, en la Catedral Nacional de la ciudad de Washington, definió a la pobreza como un “pulpo monstruoso” que “extiende sus agobiantes y prensiles tentáculos sobre pueblos y aldeas de todo nuestro mundo”. Dijo que lo había visto no solo en Misisipi, Nueva Jersey y Nueva York, sino también en América Latina, África y Asia. Habló del desafío de “erradicar la pobreza en nuestra nación y en el mundo”.

El doctor King le dijo a la audiencia que “en pocas semanas”, tenía previsto realizar una nueva Marcha de Washington con otras personas. La llamó la “Campaña de los Pobres”, dirigida a “solicitar al Gobierno que se dedique al problema de la pobreza”. Explicó que, en esta misión, la riqueza no era inapropiada, sino que era parte de la solución. Dijo que la capacidad de los Estados Unidos como “la nación más rica del mundo” le daba la “oportunidad de acortar la brecha entre los que tienen y los que no tienen”. También señaló explícitamente el vínculo entre la justicia y el desarrollo económico. En palabras que aún resuenan entre los aquí presentes, dijo [y cito]:

“Si un hombre no tiene un empleo o ingresos, no tiene vida, ni libertad, ni la posibilidad de buscar la felicidad. Simplemente existe”. [Fin de la cita].

Los dos objetivos principales del Grupo Banco Mundial van de la mano del programa que expuso el doctor King en aquellos días anteriores a su muerte, 56 años atrás. El impulso de la prosperidad compartida se logrará aumentando los ingresos, creando empleos, educando a los niños y ofreciendo a todos acceso a alimentos, agua, vivienda y atención de la salud. Al hacer esto, lograremos aumentar nuestra riqueza colectiva y volvernos más humanos. Parafraseando al doctor King, torceremos el arco de la historia hacia la justicia.

Les pido que se unan a esta misión. Ayuden a hacer de ESTA la generación que termine con la pobreza extrema y reduzca la desigualdad en todo el mundo.

Muchas gracias.



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