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Discursos y transcripciones

Discurso de Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial: La arremetida final para acabar con la pobreza extrema a más tardar en 2030

Abril 07, 2015


World Bank Group President Jim Yong Kim Center for Strategic and International Studies, Washington, D.C., Estados Unidos

Texto preparado para la intervención

Buenos días. Muchas gracias, John, por tan amable presentación. Muchas gracias a todos por su presencia o por seguir la transmisión por Internet. Muchas gracias también al CSIS por recibirnos en su hermoso establecimiento. Antes de comenzar, quisiera hacer una pausa para recordar a los 147 alumnos del Garissa University College de Kenya que fueron asesinados sin ningún sentido hace apenas unos días. Los establecimientos educacionales son terreno sagrado, y todos quienes estudian en ellos deberían estar seguros. Reflexionemos por un momento.

A solo 15 años de iniciado el nuevo milenio, el desarrollo económico en los países pobres y en los mercados emergentes se encuentra en una encrucijada crítica. Gran parte de la atención se ha centrado en el corto plazo: las inquietudes acerca del lento avance de la economía mundial, las incertidumbres sobre el precio del petróleo, y los conflictos en Ucrania, Oriente Medio y partes de África. Pero cuando observamos el panorama a más largo plazo, vemos que las decisiones que se adopten este año tendrán un enorme impacto en la vida de miles de millones de personas de todo el mundo en las próximas generaciones.

El 2015 es el año más importante para el desarrollo mundial en los últimos tiempos. En julio, los líderes mundiales se reunirán en Addis Abeba para discutir cómo financiaremos nuestras prioridades de desarrollo en los próximos años. En septiembre, los líderes mundiales se reunirán en las Naciones Unidas para establecer los objetivos de desarrollo sostenible, un conjunto de metas y objetivos para 2030. Y en diciembre, los líderes mundiales volverán a reunirse en París para elaborar un acuerdo basado en los compromisos de los Gobiernos para aminorar los graves riesgos a corto y largo plazo que plantea el cambio climático.

Al mismo tiempo, hemos sido testigos del surgimiento de un nuevo actor importante en el ámbito del desarrollo: el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, encabezado por China, al que se han adherido como miembros más de 50 países y regiones. Con normas ambientales, laborales y de adquisiciones adecuadas, el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura y el nuevo banco de desarrollo establecido por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, pueden convertirse en nuevas fuerzas importantes en el desarrollo económico de los países pobres y los mercados emergentes. El Grupo Banco Mundial considera que estos bancos de desarrollo pueden llegar a ser fuertes aliados para abordar el enorme desafío de proporcionar a Asia la infraestructura que tanta falta le hace.

La misión del Grupo Banco Mundial está definida por sus dos objetivos: poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030 e impulsar la prosperidad del 40 % más pobre de la población de los países de ingreso bajo e ingreso mediano. Estos objetivos son ambiciosos y tenemos bastante trabajo por delante. Para 2030, muy probablemente necesitaremos un 40 % más de energía y enfrentaremos un 40 % de déficit de agua dulce, requerimientos que podrían acelerarse debido al cambio climático. Estimamos que en el mundo en desarrollo cada año se necesitarán entre US$1 billón y US$1,5 billones adicionales para inversiones en infraestructura: caminos, puentes, vías férreas, aeropuertos, centrales de energía y plantas desalinizadoras.

Si los bancos multilaterales de todo el mundo, incluidos los nuevos, pueden formar alianzas, trabajar en colaboración y respaldar un desarrollo que aborde estos desafíos, todos nos veremos beneficiados, especialmente los pobres y los grupos más vulnerables. Es nuestra esperanza, y nuestra expectativa, que estas nuevas instituciones se unan a los bancos multilaterales de desarrollo de todo el mundo y a nuestros asociados del sector privado en la misión común de promover un crecimiento económico que ayude a los más pobres. Haré todo lo que esté en mi poder para encontrar formas innovadoras de trabajar con estos bancos. La próxima semana, durante las Reuniones de Primavera del Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que se celebrarán aquí, en la ciudad de Washington, tengo planeado continuar mis conversaciones con las autoridades chinas y de otros países acerca de esta posible colaboración.

Nuestras aspiraciones con respecto al desarrollo económico son altísimas. Ya no estamos hablando de miles de millones de dólares para el desarrollo económico. Hablamos de billones de dólares, lo que significa que debemos ser creativos y utilizar todos nuestros recursos para movilizar inversiones privadas muy necesarias para crear infraestructura y generar empleo.

Las decisiones que adoptemos este año y las alianzas que formemos en los años venideros ayudarán a determinar si tendremos una oportunidad de alcanzar nuestro objetivo de poner fin a la pobreza extrema en tan solo 15 años.

Lo positivo es que en todo el mundo ya se han logrado avances importantes. En 1990, cuando la población mundial llegaba a 5200 millones, el 36 % de las personas vivían en situación de pobreza extrema. Actualmente, con una población mundial de 7300 millones, se estima que el 12 % de la población vive en condiciones de pobreza extrema. En 25 años, hemos pasado de casi 2000 millones de personas que vivían en la pobreza extrema a menos de 1000 millones.

Pero aún existen casi 1000 millones de personas que subsisten con menos de US$1,25 al día. No muchos podemos siquiera imaginar lo que esto significa. Recordemos en qué consiste la pobreza. La pobreza consiste en que 2500 millones de personas carecen de acceso a servicios financieros, como cuentas bancarias. La pobreza consiste en que 1400 millones de personas no tienen acceso a la electricidad. La pobreza consiste en tener que hacer dormir a los hijos sin haberlos alimentado. Y la pobreza consiste en no asistir a la escuela porque, para poder sobrevivir, todos los integrantes de la familia deben aportar diariamente algo de dinero.

Hay quienes sostienen que es imposible poner fin a la pobreza extrema, sobre todo en apenas 15 años. Pero nosotros sabemos que sí es posible. Lo sabemos, en parte, por lo que hemos logrado en el pasado, y porque los años de experiencia nos han enseñado qué es lo que ha funcionado en determinados contextos, y qué no.

En los próximos meses hablaré en profundidad sobre nuestras estrategias para impulsar la prosperidad del 40 % más pobre de la población, en especial, de los países de ingreso mediano. Pero hoy quiero referirme a nuestra estrategia general para sacar de la pobreza extrema a casi 1000 millones de personas e integrarlas al mundo moderno.

En los últimos 50 años, en el Banco Mundial hemos recogido y analizado continuamente nuestra experiencia mundial en la lucha contra la pobreza. Como resultado, nuestras recomendaciones a los Gobiernos han evolucionado a lo largo del tiempo. Ahora sabemos que nuestras recomendaciones estratégicas deben evolucionar aún más. Nuestra estrategia para poner fin a la pobreza extrema, que se basa en los mejores conocimientos mundiales disponibles, puede resumirse en tan solo tres palabras:

Crecer. Invertir. Asegurar.

Permítanme referirme a cada una de ellas.

Primero, crecer.

La economía mundial debe crecer más aceleradamente y de manera más sostenible. Debe crecer de modo de asegurar que los pobres reciban una mayor proporción de los beneficios de ese crecimiento. Podremos poner fin a la pobreza extrema solo si marcamos una senda hacia un crecimiento más sólido e inclusivo, sin parangón en los tiempos modernos.

Décadas de experiencia nos han enseñado que el crecimiento económico es el factor principal para el aumento de los ingresos de las personas y la reducción de la pobreza. Para un crecimiento sostenido se requiere estabilidad macroeconómica en la forma de baja inflación, niveles de endeudamiento manejables y tasas de cambio confiables. Las políticas gubernamentales también deben priorizar el crecimiento en sectores que aumenten los ingresos de los pobres.

El Grupo Banco Mundial continuará brindando apoyo a los Gobiernos e invirtiendo en diversas áreas en la lucha contra la pobreza extrema. Por ejemplo, en los países que cuentan con gran riqueza mineral, los Gobiernos pueden promover el crecimiento en favor de los pobres mejorando los sistemas educativos y fomentando la diversificación de su economía. Sin embargo, en la mayor parte del mundo en desarrollo, los esfuerzos para poner fin a la pobreza extrema exigirán que nos centremos en impulsar la productividad agrícola.

Pese a la migración masiva a nivel mundial a las zonas urbanas, el 70 % de la población extremadamente pobre de todo el mundo aún vive en aldeas rurales. En su mayoría, son campesinos o personas que trabajan en empleos informales, prestando servicios a las poblaciones rurales. Nuestra experiencia en China muestra que, en las economías más pobres, el crecimiento de la agricultura es cuatro veces más importante para sacar a la gente de la situación de pobreza que el crecimiento en los sectores de manufacturas y servicios.

Pero, ¿cómo pueden otros países seguir el ejemplo de China? Eso depende de las circunstancias locales. A veces, solo es cuestión de dar a los agricultores más control sobre lo que producen y cómo lo hacen. Es lo que hizo Viet Nam durante la "renovación" (Doi moi) económica de fines de la década de 1980. En las tres décadas siguientes, Viet Nam pasó a ser un importante exportador de arroz, café y té, y la tasa de pobreza disminuyó del 57 % al 5 %.

Para ayudar a los agricultores a mejorar sus rendimientos se requiere un mayor acceso a semillas de mejor calidad, al agua, a la electricidad y a los mercados. Según un estudio sobre Bangladesh, seis años después de que se construyeron 3000 km de caminos para conectar las comunidades con los mercados, los ingresos de los hogares aumentaron un 74 % en promedio.

Promover el crecimiento de la agricultura también depende, en parte, de la integridad del sistema alimentario mundial. En las Reuniones de Primavera de la próxima semana publicaremos un nuevo documento para discusión sobre la creación de un sistema alimentario sólido, un sistema que permita elevar los ingresos de los más pobres, brinde una nutrición adecuada y combata el cambio climático.

Esa es la parte de la estrategia referida al crecimiento. La segunda parte de la estrategia consiste en invertir, y con esto quiero decir invertir en las personas, en especial, a través de la educación y la salud.

La oportunidad para lograr que los niños comiencen con buen pie en la vida se da solo una vez. Las inversiones destinadas a los niños en sus primeros años generan muchos más beneficios que las que se hacen más tarde. La mala nutrición y las enfermedades pueden tener consecuencias permanentes en la salud mental y física, el nivel educativo y los ingresos que generarán las personas en su vida adulta. Las instalaciones de agua potable y saneamiento, tanto dentro del hogar como en la escuela, también tienen un impacto significativo en las oportunidades profesionales futuras de los niños, pues los ayudan a evitar infecciones que causan discapacidades en el desarrollo y garantizan la asistencia de las niñas a la escuela, aun después de haber comenzado a menstruar.

Las inversiones dirigidas a las niñas y las mujeres revisten particular importancia por su efecto multiplicador en el bienestar de los que viven en la pobreza extrema. Cuando las madres han sido empoderadas a través de la educación, tienen niños más sanos, y cuando cuentan con recursos financieros, es más probable que inviertan en la próxima generación.

También debemos establecer parámetros de aprendizaje claros en las escuelas. En muchos países, el nivel de aprendizaje es alarmante. Más del 50 % de los jóvenes de Kenya que han completado seis años de escolaridad no puede leer una oración simple. Más del 70 % de los niños que terminan la escuela primaria en Mozambique carece de los conocimientos aritméticos básicos. Este bajo nivel educativo tendrá consecuencias devastadoras en el momento de buscar empleo.

Sabemos que la aplicación de nuevas tecnologías puede contribuir a transformar los resultados educativos. Por ejemplo, las Academias Internacionales Bridge utilizan tabletas y programas informáticos en escuelas a las que concurren más de 100 000 alumnos en Kenya y Uganda. Después de alrededor de dos años, el puntaje promedio de estos alumnos en lectura y matemáticas ha superado largamente el de quienes concurren a escuelas públicas. El costo por estudiante en las Academias Bridge es de solo US$6 por mes.

Una de las formas más eficaces de alentar las inversiones dirigidas a quienes viven en la pobreza extrema y mejorar los servicios educativos y de salud consiste en exigir que se rindan cuentas. En un estudio realizado en Tanzanía, se observó que los médicos de las clínicas públicas destinan en promedio solo 29 minutos por día a atender pacientes. Según otra investigación, en India, los docentes de las escuelas primarias públicas están ausentes el 25 % del tiempo, y los médicos de atención primaria, el 40 % del tiempo. Los Gobiernos pueden ayudar a los pobres a supervisar a los prestadores de servicios públicos y sancionarlos por estas faltas, y también a crear incentivos para que mejoren su desempeño. Los Gobiernos que lo hagan sacarán mucho mayor provecho de sus inversiones en capital humano.

La última parte de la estrategia consiste en asegurar. Esto significa que los Gobiernos deben establecer redes de protección social e instaurar sistemas para resguardar a sus ciudadanos ante desastres naturales y ante la rápida propagación de enfermedades.

Los mecanismos nacionales de seguros y de asistencia social brindan protección frente a problemas tales como las enfermedades y el desempleo, y pueden promover el crecimiento y el desarrollo del capital humano. Por ejemplo, los programas de transferencias de efectivo pueden ser beneficiosos y eficaces en función de los costos. En Brasil, el programa Bolsa Familia ha permitido reducir la pobreza extrema en un 28 % en diez años, a un costo de solo el 0,5 % del producto interno bruto. A pesar de que se han logrado diversos éxitos como este, aún hay 870 millones de personas pobres que no tienen acceso a ningún tipo de asistencia social.

Otro elemento clave de los mecanismos de seguro radica en la protección de las personas contra los riesgos de catástrofe. Como ejemplos se pueden citar los mecanismos de asistencia médica universal, los servicios de atención de la salud de mejor calidad, la gestión de riesgos de desastres y herramientas de financiamiento tales como los bonos contra riesgos de catástrofe o los instrumentos con opción de giro diferido. Esto puede sonar muy técnico, pero los bonos contra riesgos de catástrofe son muy efectivos. Permiten a los países acceder de inmediato al financiamiento que necesitan para responder a desastres naturales.

Se deberían aplicar enfoques similares para proteger a la población contra las pandemias. La propagación del ébola puso de manifiesto los problemas de los sistemas nacionales e internacionales para prevenir, detectar y responder a los brotes de enfermedades infecciosas. El ébola también nos enseñó que cuando se desata una pandemia, los pobres son quienes probablemente sufrirán más.

El Grupo Banco Mundial ha estado trabajando con sus asociados en un nuevo concepto que permitirá brindar la respuesta rápida que tanto se necesita cuando surge un brote epidémico. La idea que subyace al mecanismo de emergencia para casos de pandemia es la de movilizar recursos tanto del sector público como del privado mediante el financiamiento público y a través de mecanismos de seguros de mercado y privados. En caso de que se produzca un brote epidémico, los países recibirán rápidamente desembolsos que, a su vez, ayudarán a contener la epidemia, salvar vidas y proteger las economías.

No hay un camino único que los países deban seguir en sus esfuerzos por poner fin a la pobreza extrema. Pero nuestra estrategia sugiere ciertas prioridades para el futuro. En primer lugar, se debe incrementar la productividad agrícola. En segundo lugar, debemos construir la infraestructura necesaria para brindar acceso a la energía, el riego y los mercados. En tercer lugar, debemos promover un comercio más libre que amplíe el acceso de los pobres a los mercados y permita a los emprendedores de los países de ingreso bajo y mediano expandir sus empresas y generar nuevos empleos. En cuarto lugar, debemos invertir en salud y educación, en especial, en la de las mujeres y los niños. Por último, debemos establecer redes de protección social y brindar seguros sociales, tales como los programas que protegen contra el impacto de los desastres naturales y las pandemias.

Hace nueve meses, el Grupo Banco Mundial inició uno de los procesos de reorganización más ambiciosos de su historia. Sabíamos que debíamos reestructurarnos para hacer frente a las cambiantes necesidades de los países de ingreso bajo y mediano. En un mundo donde obtener capitales es más sencillo, debíamos hacer hincapié en nuestra principal ventaja: la combinación de nuestros vastos conocimientos y financiamiento innovador para ofrecer programas que tengan el mayor impacto posible en los más pobres. Nuestros nuevos departamentos de prácticas mundiales, las áreas de soluciones transversales y las unidades regionales trabajan en estrecha colaboración con los Gobiernos para elaborar programas de reducción de la pobreza especialmente adaptados a cada país, que se basan en el análisis de una amplia gama de factores locales, entre los que figuran la composición demográfica y la ubicación de quienes viven en la pobreza extrema. Nuestro objetivo es ayudar a los países a traducir las experiencias internacionales en conocimientos prácticos que les permitan resolver sus problemas más complejos.

Sabemos que poner fin a la pobreza extrema será una tarea extraordinariamente ardua. De hecho, cuanto más nos acerquemos a nuestro objetivo, más difícil será alcanzarlo. Los bolsones de pobreza más persistentes estarán ubicados en entornos frágiles. Se prevé que, dentro de cinco años, más de la mitad de las personas que viven en la pobreza extrema en todo el mundo serán habitantes de países afectados por conflictos. Los conflictos, como bien sabemos, pueden tener efectos devastadores en nuestra lucha contra la pobreza.

La pobreza misma puede proporcionar terreno fértil para el conflicto. Así, las personas que se sienten excluidas del progreso a causa del desempleo, la discriminación o la corrupción pueden decidir tomar las armas. Gracias a estos factores, por ejemplo, ha sido más fácil para los extremistas de Oriente Medio y África reclutar adeptos a su causa. La violencia destruye edificios, puentes, escuelas, clínicas y, lo que es más importante, vidas. Esta destrucción, desde luego, genera aún más pobreza.

Podemos ayudar a romper este círculo vicioso y promover la seguridad si implementamos políticas y programas de desarrollo que fomenten el crecimiento (inversión en capital humano) y permitan a las personas asegurarse contra los riesgos que pueden empujarlas a la pobreza. También son importantes las iniciativas que buscan fortalecer las instituciones. Los Gobiernos deben rendir cuentas a sus ciudadanos y trabajar para reducir el trato arbitrario de las fuerzas de seguridad y los sobornos que se piden a los pobres. Esto permitirá minimizar la probabilidad de que surjan conflictos violentos y eliminar uno de los factores que generan pobreza.

 

La dura verdad es que, cuando los conflictos persisten, es extremadamente difícil reducir la pobreza.

Pero cuando cesa la lucha, el progreso es posible.

Durante los últimos dos años, viajé tres veces a África con el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon: a la región de los Grandes Lagos, al Sahel y al Cuerno de África. Nuestro objetivo era aprovechar las oportunidades que surgen cuando cesan los combates. En estas tres regiones, trabajamos con diversos asociados con el fin de movilizar en conjunto miles de millones de dólares para promover el desarrollo regional. Hemos adoptado medidas para incrementar la cooperación transfronteriza tanto en el ámbito político como en el económico, con la esperanza de que esto reduzca la probabilidad de nuevos conflictos. Asimismo, hemos incrementado las inversiones que beneficiarán a los pobres y los más vulnerables, lo que permitirá atenuar los factores que dan origen a situaciones de fragilidad. Nuestros asociados en estas iniciativas son la Unión Europea, el Banco Africano de Desarrollo, la Unión Africana y el Banco Islámico de Desarrollo. Con este tipo de colaboración, tendremos la posibilidad real de poner fin a la pobreza extrema.

Aun así, no será fácil. El desarrollo nunca ha sido una tarea sencilla. Sin embargo, lo que hemos logrado en los últimos 25 años nos sirve de aliciente. Hemos reducido en dos tercios la pobreza extrema y hemos mostrado los enormes beneficios que pueden obtenerse a través de la estrategia con la que se busca crecer, invertir y asegurar. En la lucha por poner fin a la pobreza extrema, muchos países han logrado hacer realidad algo que parecía imposible. El fin de la pobreza extrema ya no es solo un sueño. La oportunidad ha llegado.

Los Gobiernos de todo el mundo deben aprovechar este momento. Nuestros asociados del sector privado deben intensificar sus esfuerzos. El Grupo Banco Mundial, los bancos multilaterales de desarrollo asociados y nuestros nuevos asociados, todos debemos aprovechar este momento. Debemos trabajar en conjunto con verdadera convicción para que nuestra generación sea recordada como la que puso fin a la pobreza.

Somos la primera generación de la historia de la humanidad que puede acabar con la pobreza extrema. Este es nuestro gran desafío y nuestra gran oportunidad. Nos guiarán las evidencias empíricas y las prácticas acumuladas durante medio siglo. Es posible... está a nuestro alcance.... y será, en mi opinión, el logro más significativo y memorable de la humanidad. Podemos poner fin a la pobreza extrema. La arremetida final debe comenzar ya.

Muchas gracias.


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