La educación es uno de los medios más seguros con que contamos para poner fin a la pobreza extrema en nuestra época. A comienzos del nuevo milenio, el primer objetivo por fijar era, evidentemente, la escolarización de todos los niños. Desde entonces, los países en desarrollo han hecho un esfuerzo heroico en este sentido, con el respaldo de muchos asociados aquí reunidos.
En calidad de principal organismo de financiamiento para la educación, el Grupo Banco Mundial ha invertido US$40 000 millones en ese sector en los últimos 15 años desde que asumimos nuestro compromiso en Dakar de que ningún país en desarrollo que tuviera un plan creíble de enseñanza primaria universal se vería privado de financiamiento. Poco después, ayudamos a poner en marcha la Iniciativa Vía Rápida de Educación para Todos, que ahora es la Alianza Mundial para la Educación, y hemos respaldado a 42 países a través de ella.
Empero, los niños del mundo —nuestros niños— tienen derecho a recibir un apoyo mucho mayor. No podemos declarar que hemos tenido éxito mientras quede aunque sea un solo niño sin asistir a la escuela y sin aprender habilidades fundamentales. Terminar la labor que nos compete en materia de acceso a la educación no será fácil porque la pobreza, los obstáculos en materia de género, la lejanía y la discapacidad hacen que lo más difícil sea llegar a los 121 millones de niños que no asisten a la escuela primaria y el primer ciclo de la escuela secundaria. Con más determinación podremos llegar a ellos. Pero el problema más difícil por encarar es cómo garantizar el aprendizaje de los niños que finalizan su escolarización.
La verdad es que la mayoría de los sistemas educativos no redundan en beneficio de los niños más pobres. El que 250 millones de niños no sepan leer ni escribir en 2015, aunque muchos hayan asistido a la escuela durante años, revela un infausto incumplimiento de una promesa solemne. Los resultados de la enseñanza deficientes tienen consecuencias graves. En la actualidad casi 1000 millones de personas siguen condenadas a una situación de pobreza extrema, en parte por falta de alfabetización, conocimientos básicos de matemáticas, y competencias no cognitivas, todo lo que es necesario para movilizar el potencial humano en el siglo XXI.
A mi juicio, hay tres motivos por los cuales la equidad y el aprendizaje en la educación debe ser parte del mismo ADN del desarrollo, y parte integrante de nuestra arremetida final para acabar con la pobreza extrema a más tardar en 2030.
Primero, la educación ayuda a que una mayor proporción de personas salga de la pobreza. A nivel mundial, los ingresos aumentan a un promedio del 10 % por cada año de instrucción de los empleados. El rendimiento medio de la escolarización de las mujeres en los países de África al sur del Sahara suele ser aún mayor. La educación también eleva la productividad en el sector informal y está vinculada a la mejora del estado de salud y la resiliencia. En síntesis, la educación puede transformar las sociedades.
Segundo, las mujeres y niñas instruidas pueden ser agentes muy eficaces del cambio socioeconómico. Las madres instruidas por lo general empiezan a tener hijos a una edad más tardía, tienen menos hijos, invierten más en su salud y su educación y mejoran su sustento. En Pakistán, por ejemplo, los hijos de mujeres que tienen aunque sea un solo año de educación pasan una hora más estudiando en el hogar y obtienen calificaciones más altas en los exámenes. A nivel nacional, la educación de las niñas puede beneficiar a toda una generación.
Tercero, la calidad de los resultados de la enseñanza, medida por cuánto aprendieron efectivamente los trabajadores en la escuela, es un elemento importante para predecir las tasas de crecimiento económico. Por ejemplo, en un reciente análisis empírico se indica que si los estudiantes de América Latina se hubieran mantenido a la altura de sus pares de Asia oriental en cuanto a los resultados de la enseñanza, la tasa de crecimiento económico de América Latina podría equipararse a la de nivel mucho más alto de Asia oriental. Asimismo sabemos que la prosperidad que se basa en el capital humano tiene más probabilidades de ser prosperidad compartida, mucho más inclusiva que el crecimiento logrado mediante la explotación de los recursos naturales, por ejemplo.
Para poner fin a la pobreza, fomentar la prosperidad compartida y alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, debemos valernos del financiamiento para el desarrollo y los conocimientos técnicos especializados para producir cambios extraordinarios. Debemos producir resultados para las familias más pobres valiéndonos de soluciones más inteligentes, más basadas en la evidencia. La buena noticia es que ahora sabemos mucho más que lo que sabíamos hace 15 años acerca de lo que da resultados.
En el Grupo Banco Mundial estamos colaborando con los Gobiernos en la tarea de fortalecer los sistemas educativos para brindar aprendizaje de calidad para todos. Este centro de atención en los sistemas significa que respaldaremos de manera más efectiva a los docentes y nos valdremos de la tecnología para complementar sus esfuerzos, así como que fijaremos normas claras de aprendizaje y evaluaremos el aprendizaje de los estudiantes con frecuencia.
Sabemos lo que es eficaz para hacer que los niños y niñas desfavorecidos asistan a la escuela. En 2001 en Afganistán asistían a la escuela tan solo 2 millones de estudiantes, de los cuales menos del 1 % eran niñas. Ahora, la matrícula se ha cuadruplicado, a 8 millones de estudiantes, de los cuales el 39 % son niñas. Para lograr esto se necesitan soluciones holísticas e intersectoriales: escuelas ubicadas cerca de las comunidades, entornos escolares seguros, mujeres docentes en los grados superiores, baños para las niñas, incentivos monetarios o alimentarios, y campañas de información pública.
Estamos empeñados en ayudar a los países a transformar los datos y la evidencia en acción. Nuestro programa titulado Enfoque Sistémico para Lograr Mejores Resultados en la Educación recopila y analiza datos de políticas sobre los sistemas educativos de todo el mundo, valiéndose de marcos basados en la evidencia para destacar las políticas y las instituciones que más interesan para fomentar el aprendizaje para todos. En Angola, país cuyos indicadores de desarrollo humano son de nivel muy bajo, este enfoque preparó el camino para las reformas y actividades de evaluación de gran escala.
Se puede hacer uso de la tecnología para superar decisivamente las prácticas actuales, y conectar a docentes y estudiantes aislados a clases con conexión de servicio del siglo XXI. La tecnología puede ayudar a los docentes a crear material didáctico multimedia novedoso, o acceder a él, como el contenido gratuito de la Academia Khan. De hecho estamos estudiando maneras de usar el contenido de la Academia Khan en las zonas urbanas de Nigeria y en las zonas rurales de Guyana. Los docentes tienen un papel muy importante que cumplir, incluso en una era de aprendizaje digital personalizado. Con todo, muchos carecen de la capacitación y el apoyo necesarios para hacer su trabajo. Evidentemente, debemos hacer más para solucionar los problemas del uso de la tecnología en los países de ingreso bajo y mediano, para adaptar el contenido a distintos ámbitos, y para evaluar el impacto de la tecnología.
Cada vez en mayor medida, nuestra labor con los países se centra más en los resultados. Esto significa mejorar la rendición de cuentas por la prestación de servicios a los pobres e intensificar la armonización de los sistemas con los incentivos. Cuando corresponda, también significa proporcionar más financiamiento para el logro de resultados mensurables y verificables. En Tanzanía, nuestro programa titulado Grandes Resultados en Educación Ya vincula el financiamiento con resultados acordados previamente, como la distribución de docentes en forma más equitativa y la mejora del rendimiento académico al término del segundo grado de escolaridad. Un conjunto de pruebas cada vez mayor revela que es eficaz vincular el financiamiento con los resultados. Por tal motivo, en los últimos cinco años el financiamiento basado en los resultados ha aumentado a unos US$2500 millones, o sea el 20 % del total de nuestras inversiones en educación. Me complace anunciar que el Grupo Banco Mundial duplicará el monto de financiamiento basado en los resultados, a un nivel aproximado de US$5000 millones en los próximos cinco años. Esto ayudará a acelerar el avance hacia el nuevo objetivo mundial de acceso a la educación y el aprendizaje para todos.
Al hacer este cambio, tanto los Gobiernos como los asociados en la tarea del desarrollo deberán rendir cuentas del logro de mejoras reales y sostenibles.
El mensaje para muchos Gobiernos de países en desarrollo es que la única manera de competir en la economía mundial es mejorando rápidamente los resultados del aprendizaje de los estudiantes. A todos los ministros de Educación aquí presentes les digo que si dudan de la competitividad del sector de educación en la economía mundial visiten una escuela coreana. Los padres coreanos les dicen constantemente a sus hijos – Yeolsimhi gongbu hay – que significa literalmente: Estudien con sus corazones ardientes.
A nuestros asociados en la tarea del desarrollo les quiero asegurar que movilizaremos recursos más eficazmente tanto del sector público como del sector privado, lo que nos permitirá pasar de los miles de millones de dólares a los billones que hacen falta para poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030.
Sabemos que seguir haciendo las cosas como hasta ahora no será suficiente. Seamos audaces. El mundo de la educación debe prestar atención a las palabras de Martin Luther King Jr.: “Estamos enfrentándonos”, dijo, “con la feroz urgencia del ahora”. Debemos comprometernos a reunirnos con más frecuencia y con mayor intensidad para compartir las experiencias e innovaciones en educación, a fin de acelerar la calidad del aprendizaje para todos. En cada país, debemos garantizar que todos los niños tengan acceso a oportunidades de aprendizaje y educación de calidad durante su vida, independientemente de dónde hayan nacido, de su género o del ingreso familiar. Y debemos hacer lo que haga falta – con nuestros corazones ardientes – para concretar esta visión verdaderamente inspiradora de la educación: un bien público y un derecho fundamental que es esencial para poner fin a la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida.
Gracias.