Vielen Dank für Ihre freundliche Begrüßung. Me complace estar aquí, en la Universidad Goethe de Frankfurt, por invitación del Banco Federal Alemán. En mi calidad de ex presidente de una casa de estudios superiores, siempre es un agrado para mí regresar al ambiente dinámico y abierto de las universidades, lugares donde existe tanta abundancia y riqueza de ideas.
Esta universidad, en particular, lleva el nombre de un hombre cuyas ideas no solo eran de una gran riqueza, sino que parecían no conocer fronteras. Como abogado, novelista, poeta, funcionario público, científico y dramaturgo, Johann Wolfgang von Goethe se dedicó tanto a lo intelectual como a lo práctico. “No basta con saber, también hay que aplicar. No basta con querer, también hay que actuar", declaró en una ocasión.
En el Grupo Banco Mundial, nosotros compartimos ese compromiso. Nuestra meta es aplicar las mejores ideas, conocimientos y experiencias mundiales en materia de desarrollo para alcanzar nuestros dos objetivos: poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030 e impulsar la prosperidad compartida. Para lograrlo, debemos elevar los ingresos de las personas que viven con menos de US$1,25 al día y del 40 % más pobre de la población, y además tenemos que generar importantes avances en ámbitos como la salud y la educación que brinden igualdad de oportunidades para todos.
Hoy me referiré a lo que algunos pueden considerar como tres desafíos insuperables que enfrenta el mundo, y a la manera como yo creo firmemente que pueden superarse. También expondré algunas reflexiones sobre la reunión del Grupo de los Siete (G-7) que concluyó ayer no lejos de aquí, y el liderazgo de la canciller Angela Merkel para reunir a los líderes mundiales con el propósito de encarar los problemas más arduos.
En primer lugar, permítanme dar una perspectiva sobre el foco de atención del Grupo Banco Mundial, esto es, ayudar a las personas pobres y vulnerables de los países de ingreso bajo e ingreso mediano. Estos países en desarrollo han sido una fuerza impulsora fundamental de la economía mundial. En los últimos 10 años, alrededor de un tercio de la expansión económica en el mundo ha provenido de un país: China. Otro tercio, aproximadamente, ha provenido de todos los demás países en desarrollo. Y el último tercio del crecimiento mundial en la última década ha provenido de todos los países desarrollados, entre ellos, Alemania.
En conjunto, los países en desarrollo representaron el 20 % del producto interno bruto (PIB) mundial en 2000. En 2013, su participación en la actividad económica mundial aumentó a alrededor del 40 %, es decir, se duplicó en apenas 13 años.
La parte de las exportaciones mundiales correspondiente a los países emergentes, de ingreso bajo e ingreso mediano aumentó del 25 % en 2000 al 40 % en 2013. Y para las economías avanzadas como Alemania, Francia, Japón y Estados Unidos, los países en desarrollo se han convertido en una fuente fundamental de crecimiento: la parte de las exportaciones de las economías avanzadas con destino a países en desarrollo era del 20 % en 2000 y aumentó al 34 % en 2013. Después de Francia y Estados Unidos, el tercer mercado exportador de Alemania es China, con US$83 000 millones en exportaciones realizadas el año pasado. Para Alemania, China se ha transformado en un mayor mercado exportador que el Reino Unido, los Países Bajos o Italia.
Aunque las proyecciones a largo plazo entrañan cierto grado de especulación, las tendencias demográficas y los patrones de acumulación de capital y de crecimiento de la productividad indican que, en el futuro, la importancia de los países en desarrollo en la economía mundial seguirá aumentando. Por ejemplo, en 2011 propusimos un escenario básico de crecimiento a 15 años que estimaba que las economías emergentes crecerían a un ritmo más del doble de la tasa media de las economías avanzadas: 4,7 % en comparación con 2,3 %[1]. Hasta ahora, este pronóstico ha sido acertado para el período entre 2011 y 2014, en el que el crecimiento registró un promedio de 4,5 % para los países en desarrollo y de 2,5 % para los países avanzados.
En conjunto, estos datos significan que el crecimiento económico de los países en desarrollo es importante no solo para la reducción de la pobreza dentro de sus fronteras, sino para el crecimiento en todo el mundo, especialmente de cara al futuro.
A pesar de las favorables perspectivas a largo plazo de los países en desarrollo, el crecimiento económico se ha desacelerado en prácticamente todas las regiones en desarrollo, sobre todo en algunos de los países de ingreso mediano más grandes de ese grupo. No obstante, hay algunos casos positivos que cabe destacar. India podría registrar un crecimiento acelerado que por primera vez en 15 años podría llegar a superar el de China. Sin incluir a los países del grupo BRIC, prevemos que la tasa de crecimiento agregada del mundo en desarrollo será de 4,6 %.
Para salir de este período de crecimiento relativamente lento, los países en desarrollo deberán administrar los riesgos macroeconómicos. Por ejemplo, el resultado de las negociaciones entre Grecia y sus acreedores probablemente tendrá repercusiones más allá de las fronteras de la zona del euro. Es difícil decir más sobre su impacto, ya sea positivo o negativo, sin saber más acerca de la resolución de las conversaciones en curso. Sin embargo, actualmente hay cuatro desafíos cuyo impacto es más evidente: 1) el riesgo cambiario; 2) el riesgo relacionado con las tasas de interés; 3) la baja de los precios mundiales del petróleo, y 4) y el crecimiento más equilibrado aunque más lento de China.
Las divergencias sustanciales de las políticas y ciclos económicos entre las regiones y dentro de cada una de ellas son los factores que determinan los riesgos cambiarios y de tasas de interés que enfrentan los países en desarrollo.
En la zona del euro, la recuperación tras la crisis ha sido lenta. Solo recientemente el PIB agregado de la región se acercó a los niveles que tenía antes de la crisis. Si bien la tasa de desempleo, que llega al 12,7 %, está disminuyendo, aún es tres puntos porcentuales más alta que en septiembre de 2008. Los avances dentro de la zona del euro también han sido mixtos: en Alemania, España, Francia y los Países Bajos el crecimiento ha experimentado tendencias al alza, mientras que países como Austria y Finlandia han tenido resultados mucho más débiles.
En cambio, en Estados Unidos ha habido importantes avances en la recuperación. Actualmente el PIB es casi 9 % más alto que antes de la crisis; la tasa de desempleo, que llega al 5,5 %, es más baja que antes de la crisis. Además, la inflación salarial muestra señales de aumento.
Como resultado, mientras la zona del euro y Japón han emprendido medidas de expansión cuantitativa sin precedentes, Estados Unidos ha retirado las medidas extraordinarias y se prepara, con cautela, para endurecer su posición de política monetaria, que aún es muy flexible.
Las fluctuaciones monetarias resultantes están afectando el crecimiento de los países en desarrollo por dos vías principales: los efectos de la revaluación en los saldos de deuda externa y el comercio. También se prevé que el cambio de la política monetaria impulse un aumento de la tasa de los fondos federales de Estados Unidos, lo que podría invertir los flujos de capital, que no tienen precedente. Desde 2008, los flujos de cartera hacia países en desarrollo han aumentado más del doble y, dentro de los flujos de cartera, los flujos de bonos han sido particularmente cuantiosos. En promedio, las emisiones anuales en los últimos cinco años han alcanzado alrededor de US$250 000 millones, es decir, tres veces más, en promedio, que en años anteriores. La reciente disminución de los precios del petróleo tendrá un impacto negativo en el crecimiento de los países exportadores de ese producto. En términos generales, la baja del precio de aproximadamente 50 % con respecto al año pasado podría significar que este año los países importadores de petróleo paguen hasta US$750 000 millones menos por ese producto que el año anterior.
Con respecto a la desaceleración del crecimiento de China, el desarrollo económico más equilibrado de ese país, que queda en evidencia por los datos que muestran una ralentización de las tasas de crecimiento, puede tener repercusiones para otros países en desarrollo. En particular, China ha sido una fuente importante de demanda de exportaciones de países de ingreso bajo: actualmente China es el principal destino de las exportaciones de esos países, mientras que en 2000 representaba menos del 0,5% de dichas exportaciones. Según las proyecciones, el crecimiento de China disminuirá a alrededor del 7 % anual en los próximos tres años, después de casi tres décadas con tasas de expansión de dos dígitos. No obstante, la actual desaceleración económica de China parece ser más bien cíclica que estructural. Tras un período de sobrecalentamiento de la economía suele haber un período de corrección.
Estos desafíos sugieren que en el corto plazo probablemente el crecimiento económico de los países en desarrollo sea menos robusto.
Esto me lleva a lo que podrían denominarse tres desafíos insuperables que enfrenta el mundo – los problemas que me quitan el sueño. El primero es poner fin a la pobreza extrema en apenas 15 años. El segundo es prepararse para la próxima pandemia que podría ser mucho más letal que cualquiera de las que hemos experimentado en años recientes. Y el tercero es combatir el cambio climático para que podamos preservar el planeta para las generaciones futuras.
Con respecto a cada uno de estos problemas sostendré que el financiamiento es fundamental para el éxito. ¿Cómo se puede financiar el desarrollo en un nivel que esté a la altura del desafío que se tiene por delante? Hoy, las opciones que tienen los países en desarrollo son mucho más amplias y profundas. En primer lugar, todos los países saben que deben comprometerse a movilizar más recursos internos, principalmente mediante un aumento de los ingresos tributarios. En segundo lugar, los países están trabajando intensamente para detener la salida de enormes flujos financieros ilícitos; nosotros debemos trabajar con ellos para acabar con estas prácticas corruptas y asegurar que ese dinero se capte e invierta en mejorar los servicios públicos. Y en tercer lugar, en muchos casos la asistencia oficial para el desarrollo producirá un impacto incluso mayor al movilizar inversiones del sector privado, especialmente en los países de ingreso bajo.
Si bien es fundamental contar con más financiamiento, también es indispensable aplicar los conocimientos. Hay quienes dicen que es imposible poner fin a la pobreza extrema, sobre todo en apenas 15 años. Pero nosotros sabemos que sí es posible. Lo sabemos, en parte, por nuestros propios éxitos del pasado: en los últimos 25 años los países han ayudado a 1000 millones de personas a salir de la pobreza. También sabemos que es posible porque en nuestros 50 años de experiencia hemos aprendido sobre lo que ha dado buenos resultados en determinados contextos y lo que no. Sobre la base de los mejores conocimientos mundiales de que disponemos en la actualidad, nuestra estrategia para poner fin a la pobreza extrema puede resumirse en tan solo tres palabras:
Crecer, invertir y asegurar.
La economía mundial debe crecer más aceleradamente y de manera más sostenible. Debe crecer de modo de asegurar que los pobres reciban una mayor proporción de los beneficios de ese crecimiento. Podremos poner fin a la pobreza extrema solo si marcamos una senda hacia un crecimiento más sólido e inclusivo y sin parangón en los tiempos modernos. El crecimiento sostenido requiere estabilidad macroeconómica en forma de tasas bajas de inflación, niveles de deuda manejables y tipos de cambio confiables. Las políticas públicas también deben asignar prioridad al crecimiento en los sectores que aumenten los ingresos de los pobres. Empero, en la mayor parte del mundo en desarrollo, los esfuerzos destinados a poner fin a la pobreza extrema requerirán que nos centremos en dar un fuerte impulso a la productividad agrícola. Pese a la migración masiva a nivel mundial a las zonas urbanas, el 70 % de la población extremadamente pobre de todo el mundo aún vive en aldeas rurales. En su mayoría, son campesinos o personas que trabajan en empleos informales, prestando servicios a las poblaciones rurales. Para ayudar a los agricultores a mejorar sus rendimientos se requiere un mayor acceso a semillas de mejor calidad, al agua, a la electricidad y a los mercados. Según un estudio sobre Bangladesh, seis años después de construidos 3000 km de caminos para conectar las comunidades con los mercados, los ingresos de los hogares aumentaron un 74 % en promedio.
La segunda parte de la estrategia consiste en invertir, y con esto quiero decir invertir en las personas, en especial, a través de la educación y la salud. La oportunidad para lograr que los niños comiencen con buen pie en la vida se da solo una vez. Las inversiones destinadas a los niños en sus primeros años generan muchos más beneficios que las que se hacen más tarde. La mala nutrición y las enfermedades pueden tener consecuencias permanentes en la salud mental y física, el nivel educativo y los ingresos que generarán las personas en su vida adulta. Las inversiones dirigidas a las niñas y las mujeres revisten particular importancia por su efecto multiplicador en el bienestar de los que viven en la pobreza extrema. Cuando las madres han sido empoderadas a través de la educación, tienen niños más sanos, y cuando cuentan con recursos financieros, es más probable que inviertan en la próxima generación.
La última parte de la estrategia consiste en asegurar. Esto significa que los Gobiernos deben establecer redes de protección social como los programas de transferencias monetarias. En Brasil, el programa Bolsa Familia ha permitido reducir la pobreza extrema en un 28 % en diez años, a un costo de solo el 0,5 % del PIB. Estas redes de protección también entrañan que debamos instaurar sistemas para resguardar a sus ciudadanos ante desastres naturales y ante la rápida propagación de enfermedades.
Esa es la segunda razón por la que me desvelo, un tema que me interesa mucho: proteger a la población contra las pandemias letales. La propagación del ébola puso de manifiesto los problemas de los sistemas nacionales e internacionales para prevenir, detectar y responder a los brotes de enfermedades infecciosas. No debemos permitir que esto vuelva a suceder. La próxima pandemia podría ser mucho más letal y transmitirse mucho más rápido que el ébola. Se estima que la gripe española de 1918 mató a 25 millones de personas en 25 semanas. Bill Gates pidió a investigadores que hicieran un modelo de los efectos de una enfermedad similar a la gripe española en el mundo moderno, y ellos predijeron que una enfermedad similar mataría a 33 millones de personas en 250 días. No debe entonces sorprendernos que en una encuesta mundial de ejecutivos de la industria de los seguros realizada en 2013, ellos afirmaran que su principal preocupación era una pandemia mundial.
El Grupo Banco Mundial ha estado trabajando con sus asociados en un nuevo concepto que permitiría proporcionar el financiamiento de respuesta rápida que tanto se necesita cuando surge un brote epidémico. Con el mecanismo de emergencia para casos de pandemia se espera movilizar recursos tanto del sector público como del privado mediante el financiamiento público y a través de mecanismos de seguros de mercado y privados. En caso de que se produzca un brote epidémico, los países recibirán rápidamente desembolsos que, a su vez, ayudarán a contener la epidemia, salvar vidas y proteger las economías. Estamos muy agradecidos con los líderes del G-7, y especialmente con la Canciller Merkel, por respaldar este concepto. Prevemos presentar un plan más desarrollado a los líderes del Grupo de los Veinte (G-20) más adelante este año.
Los líderes del G-7, también emitieron una declaración enfática sobre el cambio climático, el tercer desafío al parecer insuperable que me desvela.
En los últimos 30 años, los desastres naturales cobraron más de 2,5 millones de vidas y ocasionaron casi US$4 billones en daños. Casi el 75 % de las pérdidas se debieron a fenómenos meteorológicos extremos. El aumento de las temperaturas en todo el mundo debido al cambio climático hace que estas tormentas, inundaciones y sequías sean más frecuentes e intensas.
Todos los años, los daños ocasionados en muchos pequeños Estados insulares y otros países en desarrollo suelen ascender a más de un punto porcentual del PIB nacional. Y según nuestras evaluaciones, los futuros efectos económicos de un calentamiento adicional pueden ser graves. Tanto los países del Caribe como la región meridional de Filipinas podrían perder hasta el 50 % de su captura de peces antes de fines de 2050 debido al aumento de la temperatura y la acidificación de los océanos. En Brasil, el rendimiento de los cultivos podría disminuir hasta el 70 % en el caso de la soja y hasta el 50 % en el caso del trigo. Con el aumento de la temperatura del mundo también se acelerará la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, como el paludismo, lo que perjudicaría la productividad y el estado de salud de los trabajadores.
La fijación de un precio sólido del carbono y la eliminación de los subsidios a los combustibles son dos pasos de importancia decisiva para mitigar el aumento de la temperatura y las amenazas de perjuicios económicos. También es esencial que los Gobiernos cumplan su promesa de garantizar que las economías avanzadas inviertan US$100 000 millones al año en los países en desarrollo para la adopción de medidas relacionadas con el clima antes de fines de 2020.
En menos de seis meses, los líderes mundiales se reunirán en París con ocasión de la Cumbre sobre el Clima. Ayer los líderes del G-7 se comprometieron a adoptar medidas enérgicas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y ponerse a la vanguardia de la descarbonización de la economía mundial. Nos complace su llamamiento a que los bancos multilaterales de desarrollo como el nuestro se valgan en la mayor medida posible de sus balances y su capacidad para movilizar financiamiento para la adopción de medidas relacionadas con el clima. También nos satisface su llamamiento para que el Grupo Banco Mundial y sus asociados establezcan una plataforma de diálogo estratégico sobre los mercados de carbono e instrumentos regulatorios.
Todos nosotros aquí presentes en esta gran universidad podemos acordar que el mundo debe adoptar medidas sustanciales para hacer frente a estos denominados desafíos insuperables.
Ello me recuerda las palabras de Goethe, a quien vuelvo a citar: “No basta con saber, también hay que aplicar. No basta con querer, también hay que actuar".
No basta con saber de la existencia de la pobreza extrema ni preocuparse por ella; debemos poner fin a esa situación acudiendo al vasto caudal de conocimientos que hemos acumulado a lo largo de los años y aplicar lo que ha dado resultado. No basta con preguntarse si el mundo está preparado para la próxima pandemia; depende de todos nosotros, independientemente de que seamos funcionarios de bancos centrales o estudiantes universitarios, insistir en que no debemos olvidar que más de 11 000 personas fallecieron en Guinea, Liberia y Sierra Leona por causa de una epidemia de avance lento y que debemos preparanos bien antes de que llegue la próxima pandemia letal. Y no basta con estar de acuerdo con el 97 % de los científicos en que las emisiones provocadas por el hombre están modificando los patrones climáticos en un grado peligroso; todos compartimos la responsabilidad de insistir en que se fije un precio al carbono, como lo hicieron las semana pasada seis grandes empresas de petróleo y gas de Europa, y de encontrar la vía para poner fin a subsidios regresivos a los combustibles fósiles.
El día después de la reunión de los líderes del G-7, donde la Canciller Merkel nos instó a tomar medidas concretas y a establecer metas y plazos, tengo el privilegio de ser invitado a esta gran institución e invocar el nombre de Goethe, que en la actualidad debe inspirarnos para que no solo tomemos distancia y pensemos. Debemos aplicar y hacer, por el bien de los más pobres, de nuestros hijos y de la humanidad.
Quisiera dejarles otras dos frases de Goethe. La primera es para los estudiantes. Goethe dijo: "Magia es creer en ti mismo. Si puedes hacer eso, puedes hacer que cualquier cosa suceda".
La segunda frase es para los funcionarios de bancos centrales aquí presentes y de todo el mundo. Goethe dijo: "Cuando un ser humano descubre su gran sueño y pone toda la fuerza de su alma en él, el universo conspira a su favor".
Es mi deseo que el universo conspire a su favor, y que todos nosotros prestemos atención a esas sabias palabras y actuemos.
Muchas gracias.