Las respuestas colectivas a la pobreza, la desigualdad y el cambio climático son decisiones que definen nuestra era. Es necesario que abordemos juntos estos problemas para avanzar en la misión de reducir la pobreza e impulsar la prosperidad compartida.
La pandemia de COVID-19 y las pérdidas económicas han sido devastadoras. Estamos brindando el máximo apoyo a las economías en desarrollo para que puedan responder a la crisis. También estamos trabajando para ayudarlas a recuperarse de una manera sostenible, más verde y próspera. En 15 meses, hemos podido proporcionar financiamiento por un valor récord de USD 157 000 millones.
Gran parte de la ardua labor que tenemos por delante tendrá que realizarse a nivel de los países. En el Grupo Banco Mundial, trabajamos para que el enfoque GRID —desarrollo verde, resiliente e inclusivo— se materialice a través de conocimientos especializados multidisciplinarios, financiamiento y apoyo para la ejecución; al mismo tiempo, hacemos todo lo posible para que las personas de los países más pobres puedan beneficiarse de los buenos resultados en materia de desarrollo y clima.
En 2020, proporcionamos más financiamiento que nunca para el clima. Hemos ofrecido más de la mitad del financiamiento multilateral para iniciativas climáticas en países en desarrollo, y más de dos tercios del financiamiento para adaptación. En 2021, haremos aún más. En el Plan de Acción sobre el Cambio Climático para 2021-25 se destina, en promedio, un 35 % del financiamiento del Grupo Banco Mundial a la acción climática durante los próximos cinco años, y la mitad de los fondos de la institución, como mínimo, respaldan iniciativas de adaptación y resiliencia. Al mismo tiempo, estamos armonizando nuestro financiamiento con los objetivos del Acuerdo de París.
El objetivo primordial de nuestro segundo Plan de Acción sobre el Cambio Climático es ayudar a los países en desarrollo a integrar las consideraciones climáticas en sus estrategias de desarrollo, e implementar el financiamiento para el clima de formas que generen los mayores resultados en términos de mitigación y adaptación. Ayudaremos a los países clientes en sus esfuerzos por elaborar y aplicar sus contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) y sus estrategias a largo plazo. Estamos mejorando los principales productos analíticos, como los informes sobre el clima y el desarrollo de los países (ICDP), recientemente presentados, y un mecanismo de examen del gasto público con consideraciones climáticas.
Necesitamos estudios de diagnóstico y un enfoque basado en datos para establecer prioridades de acción. Un indicador clave es la medida en que una intervención incide en la trayectoria de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. En este sentido, sabemos que debemos impulsar la transformación en varios sistemas clave: energía, agricultura, alimentos/agua y tierra, transporte y manufacturas. En conjunto, estos sistemas generan más del 90 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y también plantean importantes desafíos de adaptación. Contribuyen en gran medida al crecimiento económico y al desarrollo, por lo que debe haber una integración de los objetivos y las políticas sobre clima y desarrollo. En el Plan de Acción se describen las áreas y las técnicas en las que creemos que los países y los clientes del sector privado pueden lograr impactos, y se reconoce que los costos para gestionar estas transiciones podrían ser elevados en comparación con los recursos disponibles.
Los ICDP, que se han puesto en marcha recientemente, serán una herramienta importante para ayudarnos a priorizar y secuenciar las medidas de acción climática en los países clientes. Mediante estos informes, se investigará el modo en que el cambio climático afecta el proceso de desarrollo de un país y se señalarán posibles medidas de mitigación, adaptación y creación de resiliencia para mejorar los resultados en términos de desarrollo. Durante el próximo año, tenemos previsto completar hasta 25 ICDP y, en esta primera ronda, haremos hincapié en los países en desarrollo con emisiones de carbono especialmente elevadas o importantes vulnerabilidades climáticas.
Los países más pobres del mundo —los prestatarios de la Asociación Internacional de Fomento (AIF)— son responsables de menos de la décima parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, son los más vulnerables a los impactos del cambio climático: sequías, inundaciones y erosión costera. La mayoría de las emisiones de los países clientes de la AIF —alrededor del 40 %— proviene del sector agrícola, sector que no solo es el que más contribuye al producto interno bruto de estos países, sino que también sustenta los medios de vida de las personas más pobres: el 80 % de los pobres del mundo vive en zonas rurales y depende de la agricultura para su subsistencia. Al mismo tiempo, estos países presentan los niveles más bajos de acceso a la energía eléctrica y un sector manufacturero poco avanzado.
Debemos considerar intervenciones climáticas para los países en las distintas etapas de desarrollo. Algunos de los países con mayores emisiones deben lograr una transición justa que los aleje del uso el carbón y encontrar maneras de reducir las emisiones de la industria pesada a través de nuevas tecnologías, como la captación y el almacenamiento del carbono. En el caso de los países más pobres, mientras continuamos respaldando sectores de importancia crítica para el crecimiento económico, debemos identificar maneras de ayudar a que su crecimiento y sus prácticas ambientales se vuelvan sostenibles. Un ejemplo es un proyecto por valor de USD 420 millones que financiamos en Maharashtra (India), mediante el cual se brindó apoyo a 310 000 agricultores para la adopción de prácticas agrícolas climáticamente inteligentes. Se espera que el proyecto contribuya a reducir las pérdidas de cultivos relacionadas con el clima y, con el tiempo, beneficie a 7 millones de personas en una región propensa a sequías graves.
A medida que aumentamos el financiamiento y centramos la atención en el impacto, necesitamos encontrar maneras equitativas y prácticas de equilibrar el crecimiento y los imperativos climáticos. Por esta razón, a través del Plan de Acción, y como parte de nuestro compromiso de alinear los flujos de financiamiento con los objetivos del Acuerdo de París, incrementaremos el apoyo a los países para que formulen CDN y estrategias a largo plazo significativas y orientadas a generar impacto, y que además tengan en cuenta las necesidades de desarrollo. Hasta la fecha, hemos apoyado a más de 50 países en la preparación de sus CDN, desde Mongolia hasta Mozambique y desde República del Congo hasta Chile. Además, en los próximos años asignaremos más recursos para estas actividades. En este contexto, veo con agrado la iniciativa de estrategias a largo plazo de los bancos multilaterales de desarrollo, que mejorará la coordinación entre estos y los países para la formulación de tales estrategias.
También necesitamos un esfuerzo paralelo para proteger nuestro capital natural y nuestra biodiversidad, de modo que las respuestas sean beneficiosas para las personas y para el planeta. La naturaleza ofrece algunas de las mejores soluciones para la crisis climática:
Los manglares, por ejemplo, contribuyen a la captura del carbono y evitan pérdidas por más de USD 80 000 millones anuales como resultado de las inundaciones costeras, al tiempo que protegen a millones de personas. En India, hemos respaldado esfuerzos para replantar miles de hectáreas de manglares, lo que beneficia directamente a millones de personas.
En un momento en que el cambio climático y la desertificación ponen en peligro los medios de subsistencia en todo el Sahel, el Banco Mundial planea invertir más de USD 5000 millones durante los próximos cinco años para ayudar a restaurar paisajes degradados y mejorar la productividad agrícola en 11 países, en una franja que se extiende desde Senegal hasta Djibouti.
Como comunidad mundial, debemos estar dispuestos a abordar algunos de los problemas climáticos más difíciles:
Por ejemplo, en el corto a mediano plazo, un conjunto de centrales eléctricas que funcionan con carbón, principalmente de Asia, podrían generar más de 250 GW de potencia. Para detener esta producción y desmantelar las centrales de carbón contaminantes, se deberán afrontar altos costos. ¿Quién se hará cargo del costo y las pérdidas?
Casi el 50 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono equivalente proviene de los sectores combinados de energía e industria pesada de China, Estados Unidos e India. ¿Cómo se promoverán y financiarán las transformaciones?
Si las empresas públicas deciden deshacerse de activos en forma de combustibles fósiles, ¿estos simplemente pasarán a manos de terceros? Y si se clausuran las actividades de emisión de combustibles fósiles, ¿cómo podemos asegurarnos de que la materia prima no se exportará y se generarán emisiones en otros lugares?
Mientras el mundo trabaja para desarrollar fuentes de energía con bajas emisiones de carbono que sean confiables, se almacenen fácilmente y se puedan aplicar a nivel comercial y a gran escala, ¿cómo apoyamos a los países más pobres para que alcancen sus metas de acceso a la energía y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 7?
¿Cómo podemos movilizar e incentivar al sector privado para que contribuya a la generación de bienes públicos mundiales, por ejemplo, renunciando al uso del carbón o aplicando medidas de adaptación, cuyos costos se deben afrontar por adelantado pero cuyos beneficios se cosechan a lo largo de un período más prolongado?
Como expliqué detalladamente el viernes, un problema y desafío clave es determinar cómo se deben modificar los incentivos relacionados con los impuestos y subsidios. Los impuestos al carbono y la reducción de los subsidios se han establecido como el instrumento explícito de fijación del precio del carbono de mayor impacto, pero para aplicarlos se requerirá de voluntad política y consenso.
Tanto el sector privado como el público desempeñan un papel importante en el proceso de búsqueda de soluciones. Debemos actuar en los ámbitos de respuesta más rápida, como invertir en agricultura y ganadería inteligentes en relación con el clima, una mejor regulación de los vehículos de segunda mano con alto nivel de emisiones, una adecuada gestión de flotas, eficiencia energética, etc., y respaldar el entorno propicio para llevar a la práctica ideas audaces.
Las mejoras tecnológicas, como la eficiencia energética, el almacenamiento en baterías, el uso del hidrógeno, los avances nucleares, el almacenamiento del carbono y las técnicas de descarbonización, serán factores determinantes para la transición hacia las bajas emisiones de carbono en todo el mundo.
La Corporación Financiera Internacional (IFC) y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones están movilizando financiamiento del sector privado y ayudando a las empresas a reducir sus emisiones. Un ejemplo reciente es el financiamiento de IFC para uno de los proyectos de reducción de la quema de gas más grandes del mundo, ejecutado en Iraq; a tal fin, la Corporación movilizó financiamiento de ocho bancos internacionales para el primer préstamo verde del mundo destinado a esta actividad. En este contexto, también aplaudo la propuesta de iniciativa de movilización del sector privado en relación con el clima en los países, que puede basarse en las plataformas nacionales para mejorar la coordinación entre el sector privado, el sector público y los asociados de desarrollo dedicados a la acción climática.
En resumen, me complace estar hoy aquí para reafirmar nuestro compromiso de trabajar con todas las partes interesadas —públicas y privadas— a fin de promover la integración entre clima y desarrollo.