Desafíos
Durante la pasada década, en parte como respuesta a retos institucionales locales que enfrentaban los distintos países que salieron de una crisis financiera o política a fines de los años noventa, el desarrollo impulsado por la comunidad (CDD) se ha transformado en una estrategia operacional clave para muchos Gobiernos en la prestación de servicios debido a que este enfoque potencia el poder de decisión a nivel local y pone los recursos bajo el control directo de las comunidades. A la fecha, aproximadamente 105 países miembros del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) y de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) han realizado proyectos de CDD.
Estos programas reconocen la creciente necesidad de adaptarse a las grandes diferencias que existen en los contextos locales, fortalecer las respectivas instituciones y fomentar una mayor participación y apoyo comunitario para el desarrollo. Si bien en general se valora el potencial y los beneficios de los enfoques de CDD, también existen diversos desafíos y limitaciones, los cuales deben abordarse cuidadosamente en el diseño y la ejecución de los proyectos:
- Se requieren nuevos modelos de apoyo a la ejecución al tiempo que los programas de CDD se amplían. Si bien la primera generación de proyectos CDD involucró pequeñas operaciones que funcionaban fuera de los sistemas formales de gobierno, la segunda y tercera generación de estos proyectos suelen desarrollarse a nivel regional o nacional. Los tipos de experiencia sectorial que se requieren para apoyar estas iniciativas se están diversificando a medida que estos programas flexibles se adaptan a las crecientes necesidades locales.
- La necesidad de convergencia con programas sectoriales y reformas de descentralización está aumentando. Cuando funcionan adecuadamente, los programas de CDD pueden ofrecer una plataforma eficaz de desarrollo local que ayuda a mejorar la focalización, la eficacia en función de los costos, la calidad de los servicios y la responsabilidad social general de las iniciativas sectoriales. Si bien pueden ayudar a integrar los principios de transparencia, responsabilidad y participación en todo el sistema del gobierno subnacional, estos programas requieren de un entorno propicio y reformas a nivel de políticas, en particular con respecto a la descentralización fiscal.
- Los sistemas de seguimiento, evaluación y aprendizaje pueden ser mejorados. La implementación dispersa, junto con las múltiples actividades y transacciones que son parte de un proyecto de CDD, puede generar desafíos a la hora de poner en práctica un sistema confiable de manejo de la información cuyo fin es recopilar datos básicos del proyecto, que luego deben ser analizados oportunamente para aportar a la toma de decisiones administrativas. Además, si bien hay más evaluaciones del impacto de los proyectos de CDD que hace 10 años, estas siguen siendo escasas. Se está prestando más atención a una mayor cantidad de evaluaciones estratégicas con el fin de construir una mejor base de evidencias.
Solución
En el último decenio, el Banco Mundial ha centrado cada vez más la atención en los préstamos destinados a programas de CDD para permitir que las comunidades se encarguen de su propio desarrollo. Estos enfoques se han utilizado para apoyar una amplia gama de necesidades en materia de desarrollo y prestación de servicios a nivel local, identificadas por las propias comunidades, entre ellas rehabilitación del alcantarillado y suministro de agua, construcción de instalaciones sanitarias y escuelas, programas de nutrición materna e infantil, caminos de acceso rural y apoyo a medios de subsistencia y microempresas. Las iniciativas de CDD que funcionaban como pequeñas operaciones independientes han ampliado gradualmente su cobertura (a menudo a nivel nacional) y han pasado a formar parte de las estrategias formales de descentralización. Los países miembros del BIRF buscan cada vez más fondos para aplicar dichos enfoques al mejoramiento urbano, en un esfuerzo por construir ciudades socialmente resilientes. En Brasil, por ejemplo, el Proyecto de Inclusión Social y Desarrollo Urbano de Recife apoya la recuperación de zonas en la cuenca del río Capibaribe y promueve el desarrollo integral y sostenible de la región mediante la participación activa de las partes interesadas.
El enfoque de CDD también ha demostrado ser útil como respuesta a los desastres naturales. Por lo general, las comunidades son las primeras en reaccionar en dichos casos y su participación y compromiso activos en la planificación y ejecución de los proyectos han sido factores clave en el éxito de muchas iniciativas de gestión de desastres financiadas por el Banco Mundial. A raíz de la crisis provocada por las inundaciones de 2010 en Pakistán, el Segundo Fondo para el Alivio de la Pobreza (i) de ese país se destinó a brindar una respuesta rápida a la tragedia y facilitar los vínculos entre las organizaciones como una manera de enfrentar la situación. El Banco Mundial proporcionó un fuerte apoyo a la recuperación, incluidos US$125 millones para financiar transferencias en efectivo para cerca de 1,4 millones de familias afectadas.
Según se analiza en el Informe sobre el desarrollo mundial 2011: Conflicto, seguridad y desarrollo, el enfoque de CDD se vuelve cada vez más una estrategia operacional de preferencia en situaciones de fragilidad y posteriores a conflictos, donde los Estados enfrentan un legado de falta de capacidades y legitimidad. Las operaciones de CDD se han utilizado para la reconstrucción económica, el apoyo a la formación de coaliciones locales, el fortalecimiento de las relaciones entre el Estado y los ciudadanos en el ámbito local y el fomento de la cohesión social en varios países, entre ellos Afganistán, Angola, Burundi, Nepal, Sudán y Timor-Leste.