En los países en desarrollo, el sistema alimentario es fuente de empleo para la mayoría de los habitantes, ya sea en trabajos por cuenta propia o asalariados (i) y tanto en las explotaciones agrícolas como fuera de ellas. En el mundo, el 65 % de los adultos pobres que trabajan dependía de la agricultura para su subsistencia en 2016. (PDF, en inglés) Según datos de 2017, la agricultura genera alrededor del 68 % del ingreso rural en África y aproximadamente el 50 % en Asia meridional. (i)
Los cambios en las dietas, el aumento en la demanda de los consumidores y la urbanización están creando oportunidades en el sistema alimentario en general, por ejemplo, en la manufactura, la comercialización, el transporte y la preparación de alimentos. En África, los sistemas alimentarios representaron alrededor del 50 % de la actividad económica en 2013, y podrían generar un mercado alimentario de billones de dólares e incluso más empleos para 2030. (i)
Esto es importante, en particular porque 1600 millones de personas de países de ingreso bajo y mediano –y 300 millones de jóvenes solo en África al sur del Sahara– estarán en edad de trabajar en los próximos 15 años. (i) Conforme a las tendencias actuales, los análisis muestran que para 2025 el sistema alimentario proporcionará más del 70 % del total de los empleos (i) en Etiopía, Malawi, Mozambique, Tanzanía, Uganda y Zambia.
Para aumentar la contribución del sistema alimentario al mercado laboral, los Gobiernos pueden promover el crecimiento de las cadenas de valor del sector de los alimentos, garantizar que las políticas y las inversiones no afecten negativamente la intensidad de empleo en relación con las tendencias de mercado a largo plazo, facilitar la inclusión de las mujeres y los jóvenes, y mejorar la calidad de los puestos de trabajo.
Para proporcionar acceso a empleos más inclusivos y de mejor calidad en el sistema agrícola y alimentario, han surgido cuatro estrategias:
1. Desarrollar mecanismos para agrupar productos agrícolas: los pequeños agricultores necesitan mecanismos, como organizaciones de productores, empresas u otras instituciones, que agrupen sus productos y los ayuden a mejorar su interacción con los mercados.
2. Hacer las cadenas de valor más inclusivas: empoderar a distintas partes interesadas y relacionarse con ellas a lo largo de toda la cadena de valor –incluidas las mujeres y las ONG– y orientar esta hacia la generación de más y mejores empleos, además de propiciar la creación de empresas.
3. Invertir en la ampliación del ecosistema de las pymes: invertir en el crecimiento de las nuevas pymes y de las ya existentes.
4. Hacer participar a los jóvenes a través del desarrollo de habilidades, la educación vocacional y el estímulo a los nuevos emprendimientos: proporcionar oportunidades a los jóvenes para desarrollar y mejorar sus habilidades con el fin de ayudarlos a tener emprendimientos agrícolas y conseguir empleos en la agroindustria, en actividades agrícolas y no agrícolas, y mercados laborales rurales. La atención se debe poner también en las empresas sociales, el apoyo para emprendedores jóvenes y el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) para crear empleos digitales que provean servicios agrícolas.
Estrategia
El Banco Mundial apoya medios de subsistencia rural y genera empleos agrícolas en los países a través de programas de inversión y estudios analíticos.
Creación de instituciones para las personas pobres de las zonas rurales: el Banco invierte en la creación de instituciones comunitarias para las personas pobres de las zonas rurales, en particular los pequeños agricultores y las mujeres. Las empresas productoras, las organizaciones de agricultores, las alianzas productivas y los grupos de autoayuda permiten a los agricultores agrupar su producción, mejorar la productividad de los principales cultivos y conseguir acceso a servicios de extensión y capacitación, crédito y servicios financieros, y oportunidades de mercado. Estos programas aumentan el acceso a los mercados y los servicios gubernamentales entre los pequeños productores y las comunidades; e invierten también en infraestructura como caminos y telecomunicaciones con el fin de reducir los costos de transacción, aumentar la conectividad y mejorar los ingresos.
Desarrollo del ecosistema laboral: el Banco apoya el desarrollo de emprendimientos y oportunidades laborales en sectores no agrícolas y fuera de las explotaciones agrícolas, en particular para los jóvenes. Los programas respaldados por el Banco crean alianzas con las empresas locales y el sector privado para proporcionar puestos de trabajo, así como otros servicios, incluidos desarrollo empresarial, incubación de empresas, educación vocacional y desarrollo de habilidades.
El Banco realiza además estudios analíticos para identificar oportunidades que fomenten la iniciativa empresarial y generen crecimiento inclusivo y empleos rurales en el sector agrícola y alimentario. Evalúa asimismo estrategias para la creación de medios de subsistencia en las zonas rurales y formula recomendaciones sobre medidas que permitan al sistema agrícola y alimentario aumentar los ingresos no agrícolas.
Resultados
En Asia meridional, los programas que benefician a millones de pequeños productores –fundamentalmente mujeres– han ayudado a crear empresas productivas y grupos de autoayuda, donde las mujeres pueden defender sus derechos y los de su comunidad. Desde 2009, estas iniciativas también han permitido a los pequeños productores realizar transacciones en las bolsas de productos básicos, capacitar y colocar a jóvenes en empleos en el sector privado y ofrecer acceso a créditos y servicios financieros. Los programas rurales de la India han ayudado a organizar a 30 millones de mujeres en grupos de autoayuda, cifra que representa el 72 % del total de miembros de este tipo de grupos en el país. Los programas de empoderamiento apoyados por el Banco se centran también en otros grupos vulnerables, como jóvenes no calificados y personas con discapacidad. Aproximadamente 745 000 jóvenes indios han encontrado empleo con la ayuda de los programas rurales.
En Malí, el Banco ha apoyado a empresarios de la agroindustria para empezar a procesar mangos, (i) lo que ha creado empleos de buena calidad para jóvenes y mujeres desde 2008. Estos productos se están exportando a Europa y han permitido a los agricultores y empresarios locales acceder a cadenas de valor mundiales.
Desde comienzos de los años 2000 en Colombia, Brasil, Honduras y otros siete países de América Latina, las organizaciones de agricultores se asociaron con el sector privado y la sociedad civil con el fin de forjar alianzas productivas para dar acceso a conocimientos técnicos, infraestructura, mercados y cadenas de valor. Los programas de alianzas productivas incluyen a más de 122 685 hogares agrícolas y han creado más empleos para los agricultores locales, en particular los jóvenes.