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Panorama general

Durante la próxima década, 1200 millones de jóvenes llegarán a la edad de trabajar en los países en desarrollo; sin embargo, se prevé que, bajo la trayectoria actual, solo se crearán 400 millones de puestos de trabajo. Entre los jóvenes que conseguirán un empleo, pocos encontrarán buenos trabajos donde ser más productivos y ganar más dinero. Si no se adoptan medidas inmediatas, millones de jóvenes podrían quedar rezagados, y privados de oportunidades y esperanzas, lo que tendrá efectos más amplios en la estabilidad social y el crecimiento económico.

Por lo tanto, actuar ahora es fundamental para desbloquear el crecimiento económico impulsado por el sector privado que crea empleos productivos, lo que fomentará medios de subsistencia dignos y aumentará la resiliencia ante las crisis que pueden empujar a las personas nuevamente a la pobreza.

El desafío debe abordarse en varios frentes: las políticas favorables a las empresas y las regulaciones más sencillas pueden impulsar el crecimiento del sector privado; la infraestructura pública de alta calidad y el acceso a la electricidad y las tecnologías digitales pueden facilitar el acceso de las personas al empleo, y las iniciativas de educación y desarrollo de habilidades deben estar alineadas con las competencias y los conocimientos que se necesitan. También es crucial intensificar los esfuerzos para ayudar a las empresas, especialmente a las más pequeñas, a acceder al financiamiento que les permitirá crecer y ser más productivas.

Aumentar las oportunidades laborales es particularmente esencial para las mujeres. El embarazo adolescente, el matrimonio precoz, las responsabilidades domésticas, el poco acceso a los servicios de cuidado infantil, la infraestructura de transporte y la seguridad inadecuadas, el acceso desigual a los activos y las normas sociales restrictivas obstaculizan el acceso de las niñas a la educación superior y restringen la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. Como resultado, las opciones laborales de las mujeres suelen ser limitadas, por lo que su participación en empleos vulnerables es desproporcionada, si es que llegan a realizar un trabajo remunerado.

Por su parte los jóvenes enfrentan el gran desafío de que las oportunidades de trabajo se correspondan con su mayor nivel educativo. En muchas economías de ingreso bajo, los jóvenes permanecen más tiempo en la escuela, pero incluso si tienen estudios superiores se encuentran a menudo atrapados en ocupaciones en que hacen poco o ningún uso de sus habilidades.