El concepto de cobertura sanitaria universal (CSU) implica garantizar que todas las personas, especialmente las más vulnerables, tengan acceso a los servicios médicos de calidad que necesitan sin que esto les genere dificultades financieras. Es un elemento clave para lograr la misión del Banco Mundial de poner fin a la pobreza extrema y promover la prosperidad compartida en un planeta habitable, y es el motor que impulsa todas las inversiones que la institución destina a los sectores de salud y nutrición.
La CSU permite a los países aprovechar al máximo su principal activo: el capital humano. El apoyo a la salud representa una inversión fundamental en capital humano y crecimiento económico: los niños que tienen buena salud pueden asistir a la escuela y, con el tiempo, alcanzar su pleno potencial, en tanto que los adultos pueden llevar una vida sana y productiva.
Movimiento mundial hacia la CSU
La cobertura sanitaria universal es un elemento importante de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El ODS 3.8 busca “lograr la cobertura sanitaria universal, en particular la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todos”. Además, el ODS 1, que exige “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todas partes”, podría correr peligro si no se adopta la cobertura sanitaria universal, dado que los gastos médicos directos empujan a las personas a la pobreza o a una mayor pobreza.
El movimiento en favor de la CSU ha cobrado impulso en todo el mundo. En septiembre de 2023, las Naciones Unidas emitió una declaración política (PDF, en inglés) de alto nivel para reafirmar y renovar el compromiso con la CSU en un mundo tras la COVID-19. Sin embargo, para convertir el compromiso en realidad se necesitarán nuevas formas de trabajar que ayuden a superar los desafíos.
Desafíos interrelacionados
La mitad de la población mundial —o 4500 millones de personas— no cuenta con servicios de salud esenciales, y 2000 millones de habitantes enfrentan graves dificultades financieras.
Desde 2015, la cobertura de los servicios de salud se ha estancado y los problemas financieros causados por los gastos médicos directos han empeorado, socavando los esfuerzos por erradicar la pobreza en el mundo.
Los compromisos mundiales en favor de las mujeres, los niños y los adolescentes están quedando rezagados. Según las últimas estimaciones, 4,9 millones de niños murieron antes de cumplir 5 años en 2022. Aunque históricamente se trata de la tasa más baja de mortalidad infantil, los niños siguen enfrentando posibilidades desiguales de sobrevivencia en función de dónde nacen y dónde viven. A nivel mundial, la tasa de mortalidad materna disminuyó un 34 % entre 2000 y 2020, pero los avances se han estancado: entre 2016 y 2020, las cifras de muertes maternas aumentaron o se paralizaron en la mayoría de las regiones.
Los perfiles demográficos y de enfermedades están cambiando y ejercen presión sobre los sistemas de salud. En todo el mundo, la tasa de fecundidad ha disminuido considerablemente, bajando de un promedio de 5 nacimientos por mujer en 1950 a 2,3 nacimientos por mujer en 2021.
Las poblaciones también están envejeciendo: en la actualidad, las personas de 65 años o mayores superan en número a los niños menores de 5 años. Para 2050, 1500 millones de habitantes tendrán 65 años o más. Las enfermedades no transmisibles (ENT) van en aumento, y representan 41 millones de muertes anuales (74 % de todas las muertes a nivel mundial), y más de tres cuartas partes de las muertes por ENT ocurren en países de ingreso bajo y mediano.
El cambio climático, además, contribuye de manera crítica a la carga de enfermedades no transmisibles a través de factores como la contaminación del aire, el estrés térmico y los fenómenos meteorológicos extremos. Al mismo tiempo, la falta de capacidad de los servicios de salud en los países (i) obstaculiza los avances en la lucha contra las enfermedades mentales. Más de tres cuartas partes de las personas con un trastorno mental grave no reciben tratamiento en los países de ingreso bajo y mediano.
Estos cambios exigen que los sistemas de salud se adapten para responder mejor a las necesidades cambiantes de la población, pero tales cambios también tienen consecuencias en el financiamiento de los sistemas sanitarios.
La salud es una inversión, no un gasto
Una atención sanitaria asequible y accesible puede generar capital humano y dividendos económicos para los países. Sin embargo, las últimas estimaciones del Banco Mundial (i) indican que 41 países —muchos de ellos de ingreso bajo y mediano— enfrentarán un estancamiento o una contracción del gasto público en los próximos cinco años. Los Gobiernos de los países de ingreso bajo gastan menos del 2 % del PIB en salud, y los Gobiernos de los países de ingreso mediano bajo, menos del 3 %. Además de la reducción del volumen general de los presupuestos gubernamentales, también está disminuyendo la proporción destinada a la salud.
Última actualización: Abr 04, 2024