En la actualidad, la mayoría de los países ejerce una presión sin precedentes sobre los recursos hídricos. La población mundial crece con rapidez, y las estimaciones muestran que, con las prácticas actuales, para 2030 la diferencia entre la demanda prevista y el suministro de agua disponible en el mundo será del 40 %. Asimismo, la escasez crónica de agua, la incertidumbre hidrológica y los fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones y sequías) se encuentran entre las principales amenazas a la prosperidad y la estabilidad mundiales. Por otro lado, se reconoce cada vez más ampliamente que la escasez de agua y la sequía intensifican la fragilidad y los conflictos.
Para alimentar a 10 000 millones de personas en 2050 será necesario aumentar un 50 % la producción agrícola (i) (que hoy consume el 70 % del recurso) e incrementar la extracción de agua un 15 %. Más allá de la demanda creciente, los recursos hídricos ya son escasos en muchas partes del mundo. Las estimaciones indican que más del 40 % de la población mundial vive en zonas donde el agua escasea, y aproximadamente una cuarta parte del producto interno bruto mundial está expuesta a este problema. Se prevé que, para 2040, uno de cada cuatro niños vivirá en zonas con escasez de agua extrema (i). En la actualidad, la seguridad hídrica constituye un desafío importante, y a menudo creciente, para muchos países.
El cambio climático empeorará la situación, pues alterará los ciclos hidrológicos, hará más impredecible la disponibilidad de agua y aumentará la frecuencia y la intensidad de las inundaciones y sequías. Los aproximadamente 1000 millones de personas que viven en cuencas monzónicas y los 500 millones que habitan en deltas son especialmente vulnerables. Las inundaciones provocan daños por un valor estimado en unos USD 120 000 millones al año (solo en daños a la propiedad), y las sequías imponen, entre otras cosas, limitaciones a los pobres de las zonas rurales, cuya subsistencia depende en gran medida de la variabilidad de las precipitaciones.
La fragmentación de este recurso también condiciona la seguridad hídrica. Hay 276 cuencas transfronterizas, compartidas por 148 países, que representan el 60 % del flujo mundial de agua dulce. También son transfronterizos 300 sistemas de acuíferos, y 2500 millones de personas en todo el mundo dependen de las aguas subterráneas. Los desafíos que conlleva la fragmentación a menudo se repiten a escala nacional, lo que significa que para lograr una gestión óptima de los recursos hídricos y soluciones de desarrollo para todos los habitantes ribereños se requiere cooperación. Para hacer frente a estos desafíos complejos e interrelacionados, los países deberán mejorar la forma en que administran estos recursos y los servicios conexos.
La mejora de la seguridad hídrica en este contexto de aumento de la demanda, escasez de agua, creciente incertidumbre, fenómenos meteorológicos más extremos y fragmentación, requerirá que los clientes inviertan en el fortalecimiento institucional, la gestión de la información y el desarrollo de infraestructura (natural y construida). Para asignar, regular y conservar más adecuadamente los recursos hídricos se necesitan herramientas institucionales, como marcos jurídicos y regulatorios, esquemas de fijación de precios para el agua e incentivos. Se debe contar con sistemas de información que permitan hacer el seguimiento de los recursos, tomar decisiones en condiciones de incertidumbre, analizar los sistemas, elaborar pronósticos hidrometeorológicos y emitir alertas. Asimismo, se deben contemplar inversiones en tecnologías innovadoras con el objetivo de aumentar la productividad, conservar y proteger los recursos, reciclar el agua de lluvia y las aguas residuales, y desarrollar fuentes no convencionales, además de buscar oportunidades para mejorar el almacenamiento, lo que incluye la recarga y recuperación de acuíferos. Para fortalecer la seguridad hídrica mundial será fundamental garantizar la rápida difusión y la adaptación o aplicación adecuadas de estos avances.
Última actualización: Oct 05,2022