La marañense Welenice Lima, de 28 años, está desempleada y es madre soltera. Vive en San Luis, en un barrio (p) donde, en sus propias palabras, falta todo. "Principalmente, seguridad y entretenimiento". En su hogar por lo menos hay comida, salud y educación para sus hijos, de 7 y 6 años.
Todos los meses, recibe el subsidio de Bolsa Familia (i), un programa del Ministerio de Desarrollo Social (MDS), que cumple 10 años en 2013. El beneficio se paga a 13,8 millones de familias -con un ingreso per cápita de hasta 140 reales mensuales-, bajo dos condiciones (p): que los niños asistan a la escuela y que vayan al médico periódicamente.
Los brasileños atendidos por el programa Bolsa Familia no están solos. En 18 países de América Latina y el Caribe, 129 millones de personas -casi el 25% de la población- se benefician de iniciativas similares.
En Brasil, el número de personas extremadamente pobres (alrededor de 16 millones, según el gobierno federal) sería 33% más elevado si no existiera Bolsa Familia. Por otra parte, entre los beneficiarios, el 99% de las mujeres embarazadas está al día con sus exámenes prenatales, y el 97% de los niños tiene una asistencia escolar superior a la exigida.
"Estos programas son los principales instrumentos de protección social (p) para las familias pobres, tanto por la cobertura como por el presupuesto y la coordinación que propician en cada gobierno", dice Concepción Steta, especialista en protección social del Banco Mundial. "Ayudan a que los niños y jóvenes tengan una mejor alimentación (p), salud y educación que sus padres".
Al mismo tiempo, justamente por el nivel de su cobertura y la complejidad de sus operaciones, estos programas plantean diversos desafíos. El principal reto es lograr que las familias usen el beneficio para estructurar su futuro.
Los especialistas en la materia coinciden en que, con tal fin, es importante:
- Elevar la calidad de los servicios educacionales y de salud que se ofrecen a la población;
- Vincular la asistencia social con el mercado laboral;
- Asegurar que la formación profesional esté en consonancia con las necesidades de los empleadores, y
- Entregar oportunidades a mujeres, ancianos, discapacitados y otros grupos vulnerables.