El Salvador enfrenta una gran oportunidad para acelerar la reducción de la pobreza. Aunque las tasas de pobreza han disminuido significativamente en las últimas dos décadas, la pobreza extrema sigue siendo un desafío: en 2023, alrededor de 600000 salvadoreños, aproximadamente el 9,3% de la población del país, permanecían en esta difícil situación.
Los importantes avances en la reducción de los niveles de violencia y ciertas mejoras en las perspectivas macroeconómicas —que han permitido que El Salvador se clasifique como un país de ingresos medianos altos, según la clasificación del Banco Mundial— ofrecen una gran oportunidad para avanzar más rápidamente en liberar a más personas de la pobreza, especialmente a quienes enfrentan pobreza extrema. Sin embargo, lograr este objetivo requerirá principalmente un crecimiento inclusivo, mejoras en el mercado laboral y mayores ingresos para los hogares.
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A nivel global, combatir la pobreza de manera efectiva implica necesariamente mejorar la calidad del empleo. Esto es especialmente relevante en países como El Salvador, que enfrenta problemas relacionados con la baja productividad, la composición sectorial de la producción y los desincentivos para el trabajo formal. Debido a estos desafíos, los mercados laborales salvadoreños se caracterizan por la informalidad, la precariedad y una alta tasa de inactividad femenina.
Además, al abordar la pobreza en El Salvador, es esencial considerar el papel de las redes de apoyo solidario. Uno de cada cuatro salvadoreños vive en hogares que reciben remesas del extranjero, y uno de cada cinco vive en hogares que reciben transferencias nacionales. La contribución de estas redes para crear y mantener un nivel de bienestar en los hogares no puede pasarse por alto. De hecho, si estas transferencias se interrumpieran repentinamente, la pobreza extrema se duplicaría.