Ciudad de Washington, 16 de junio de 2011 - ¿Qué sucedería si cada nación africana se enterara inesperadamente que tiene un nuevo benefactor sin aprovechar, un individuo austero con aguda sensibilidad empresarial que ha logrado acumular ahorros por miles de millones de dólares estadounidenses y tiene fuertes lazos culturales con su tierra natal?
Parecería una oportunidad perfecta para conseguir nuevos fondos para proyectos de desarrollo, pero ¿qué pasaría si nadie supiera con exactitud dónde vive esa persona misteriosa o dónde guarda el dinero o qué inquietudes tiene el donante sobre cómo se utilizarían los fondos?
Esta es la situación que enfrentan los Gobiernos de los países en desarrollo de África y de todas partes que esperan pedir alivio fiscal a sus propias comunidades de emigrantes, grandes cantidades de personas que viven y trabajan en países que suelen ser de ingreso más alto. Los ingresos de la mayoría de los miembros de la diáspora son modestos según el estándar de los países ricos y sus ahorros podrían parecer magros en el mundo del financiamiento para el desarrollo, pero –tal como se cuenta en Diaspora for Development in Africa (i) (Diáspora para el desarrollo en África), editado por los economistas Sonia Plaza y Dilip Ratha del Banco Mundial– colectivamente pueden sumar cantidades sorprendentes de dinero.
En todo el mundo, los miembros de la diáspora africana han acumulado anualmente ahorros estimados en US$53.000 millones, que incluyen más de US$30.000 millones (i) (pdf) ahorrados por personas procedentes de África al sur del Sahara.
El potencial de desarrollo de la diáspora africana consiste en "algo más que remesas", dice Plaza, economista superior del Grupo de Análisis de las Perspectivas de Desarrollo. Por su parte, Ratha, gerente de la Unidad de Migraciones y Remesas, señala que los Gobiernos deberían considerar a su diáspora como "un pozo de petróleo sin explotar". Esto no solo se refiere a la riqueza líquida sino también al “capital humano” de conocimientos y experiencia técnica obtenidos por los migrantes mientras trabajaban en el extranjero, un recurso fundamental para naciones con “fuga masiva de cerebros”.
La fase preparatoria
Ya se están generando vínculos de manera informal o en pequeña escala entre la diáspora africana y el desarrollo del continente. Los emigrantes invierten en bienes raíces, negocios empresariales y mercados de capitales. A veces crean un fondo común con sus amigos o forman un consorcio de inversión. Pero sin instrumentos financieros formales para organizar y focalizar dicha inversión, esta seguirá siendo un esfuerzo poco sistemático que solo tendrá un efecto indirecto en el desarrollo.
"La diáspora africana está […] organizada y con muchas ganas de actuar", dice Chukwu-Emeka Chikezie, cofundador de la Fundación Africana para el Desarrollo (AFFORD, por sus siglas en inglés) con sede en Londres, quien ha regresado del extranjero a Sierra Leona y es consultor sobre desarrollo relacionado con la diáspora.
Chikezie cree que las comunidades de la diáspora africana están apenas en una “fase preparatoria, donde las personas crean herramientas para que la diáspora pueda utilizarlas para canalizar sus recursos”. Un ejemplo de esto es el Mercado de la Diáspora Africana, un servicio conjunto de la empresa Western Union y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) que ayuda a empresarios de la diáspora radicados en EE. UU. a aportar capitales para emprendimientos prometedores en África al sur del Sahara. Pero se necesita mucho más.
Lazos afectivos
El objetivo del Banco Mundial es crear una estructura formal en torno a estas relaciones para que los países puedan aprovecharla directamente en favor de sus metas de desarrollo. Una de las ideas más promisorias es el "bono de la diáspora" (I), un instrumento de ahorro minorista emitido en denominaciones relativamente pequeñas para la venta a aquel segmento de la diáspora que tiene guardado dinero pero carece del poder de organizar el capital como empresario.
El bono genera una situación favorable para los vendedores y los compradores, dice Ratha. A diferencia de los inversores de alto capital neto, que tienden a ser más racionales sobre dónde colocan su dinero, los miembros típicos de la diáspora invierten con el corazón o no lo hacen. Un Gobierno "puede aprovechar esta situación afectiva para conseguir un descuento" en las tasas de interés, tal vez de apenas un 4%, agrega Ratha, mucho menos que, por ejemplo, la tasa de 2 dígitos impuesta recientemente a un pagaré del tesoro de Ghana a 1 año.
Para el comprador –dado que los bonos fueron creados específicamente para la venta a miembros de la diáspora– un rendimiento del 4% sería mucho mejor que una tradicional cuenta de ahorro bancaria o la acumulación de efectivo. Y como los bonos son instrumentos formales que se venden en el mercado de valores del país de destino, deberán cumplir con los reglamentos financieros locales, con toda la fiabilidad que esas reglas brindan.Más allá de las ventajas financieras existen otros beneficios intangibles y los mejores programas de bonos de la diáspora los lograrán si comprometen a la comunidad de emigrantes en la elección y el diseño de los proyectos que financian.
De hecho, muchos expertos hacen hincapié en que cualquier Gobierno que intente captar a su diáspora debe hacerlo en los términos de la misma, evitando las trampas de las políticas de identidad, definiendo claramente los resultados en materia de desarrollo, conociendo y escuchando a las comunidades de emigrantes y reforzando la confianza a través de la rendición de cuentas.
Los Gobiernos deben evitar la impresión de que son “como el hermano que bebe, fuma, juega y nunca conserva un trabajo digno por más de unos meses y cree que siempre puede recurrir a su hermano más centrado y trabajador por un dólar, jugando con [...] los sentimientos y haciéndolo sentir culpable”, dice Chikezie.
En otras palabras, deben recordar que muchos miembros de la diáspora o sus padres o abuelos se marcharon en primer lugar por el mal gobierno y que el recuerdo de esos problemas aún actúa de contrapeso para cualquier sentimiento cálido de patriotismo. Ratha cita un intento reciente de Etiopía para emitir un bono de la diáspora para la generación de electricidad –un tema muy popular entre los emigrantes– que fracasó debido a la percepción de altos riesgos políticos.
Revertir la fuga de cerebros
Sin duda, una diáspora tiene el potencial de contribuir más que con financiamiento. Está también el capital humano, que puede comenzar con la transferencia de conocimientos desde la diáspora hacia el país natal mediante la colaboración, la orientación y la capacitación. No obstante, muchas de las cuestiones en torno al financiamiento de la diáspora también se aplican aquí, con el agregado de otras preocupaciones como los derechos de voto o las normas de ciudadanía que obligan a los miembros de la diáspora a tomar decisiones difíciles y a menudo irrevocables. "Las personas no van a regresar a menos que el Gobierno [nacional] mejore las condiciones laborales", asevera Plaza.
Por otra parte, otorgar demasiados beneficios para atraer el regreso de emigrantes muy calificados puede ocasionar el resentimiento de quienes nunca abandonaron su país.Para evitar esto, algunas naciones ofrecerán cargos de gran prestigio en el Gobierno -en algunos casos inclusive reclutando consultores de gestión y “cazatalentos” para encontrar candidatos- apelando en cambio a “la buena voluntad y los lazos afectivos” de los miembros de la diáspora hacia su patria natal, afirma Ratha. "Les dicen: ‘Realmente los necesitamos aquí’".
China, por ejemplo, creó centros de investigación con financiamiento adecuado para que regresen al país personas muy calificadas. Aunque las naciones africanas no pueden igualar individualmente la capacidad de China para concentrar los recursos nacionales, sí pueden establecer instituciones de investigación más grandes mediante la cooperación regional, algo que ya está comenzando a suceder, asegura Plaza.
Generar impulso
Para poner en práctica estas ideas, el Banco Mundial está avanzando con una serie de iniciativas para crear proyectos cofinanciados por los bonos de la diáspora, destinados a financiamiento de infraestructura, capitalización de bancos y gestión de deuda.
La reciente presentación de un prospecto de Grecia a la Secretaría para un bono de la diáspora, podría ayudar a generar más interés e impulsar a las demás naciones a seguir el ejemplo. Los pocos proyectos de bonos que han llegado al mercado de EE. UU. hasta ahora, en su mayoría decepcionaron por una razón u otra, con la notable excepción de Israel e India. Israel es una nación cuyas características únicas en torno a la "diáspora inversa", tal vez hacen que su modelo sea muy difícil de seguir, pero el modelo de India complementado con un claro vínculo a un proyecto de infraestructura (por ejemplo, un "tren bala entre Mumbai y Ahmedabad") puede ser un buen modelo a seguir.
“Necesitamos algunos casos nuevos en cuya experiencia África pueda basarse", dice Ratha. "El caso de Grecia sensibilizará a las autoridades de EE. UU. acerca de los beneficios", permitiendo a ambas partes desarrollar los conocimientos sobre cómo abordar el proceso regulador relativo al financiamiento de la diáspora.