Ciudad de Washington, 4 de mayo de 2012 - Medir la pobreza en el mundo en desarrollo no es una tarea fácil, como lo puede atestiguar la eterna discusión sobre la entrega de las estadísticas de pobreza del Banco Mundial.
Uno de los retos es el retraso en los datos de los hogares. Las estadísticas más recientes y completas datan de 2008, es decir desde hace cuatro años y desde antes de que la crisis financiera sacudiera a la economía mundial.
Hay una razón para tales demoras: muchos países carecen de los recursos o de la capacidad para realizar y publicar resultados de encuestas y la recolección de datos del Banco Mundial depende de la recopilación de las estadísticas sobre pobreza.
Esto, a su vez, significa que los Gobiernos y sus asociados podrían no ser capaces de concentrar sus respuestas a las crisis alimentarias o económicas donde más se necesita ayuda.
Es el momento de las encuestas de alta frecuencia, una nueva y emergente clase de sondeos sobre ingresos y consumo que usan modelos económicos o tecnología inalámbrica para capturar el cuadro de la pobreza en tiempo real.
“Los datos de alta frecuencia están haciendo por la economía lo que la genética hizo por la medicina”, dice Marcelo Giugale, director de Programas de Política Económica y Reducción de la Pobreza del Banco Mundial para África. “Antes, siempre tuvimos a la economía, que nos permitía formular políticas e intentar resolver los problemas de la gente, pero con los datos de alta frecuencia podemos hacer cosas que no podíamos realizar antes”.
Encuestas vía celulares entregan respuestas inmediatas
En 2009, en la medida que la crisis financiera mundial se arraigó, los teléfonos comenzaron a sonar en el Banco Mundial en la ciudad de Washington. Los funcionarios de los Gobiernos estaban llamando para preguntar cómo estaba afectando la recesión económica a los pobres en sus países y cómo podían responder de la mejor manera.
Amparo Ballivian, una economista principal del Banco Mundial dedicada a la región de América Latina y el Caribe, y su equipo recibieron una petición de su respectivo director, quien les requirió sugerir algunas respuestas.
“Tuvimos que decirle la verdad, que no teníamos ningún dato”, recuerda Ballivian.
Comenzó una discusión en su grupo sobre cómo conseguir datos con más frecuencia, señala Ballivian, de modo que ellos “pudieran ser capaces de contestar solicitudes similares en el futuro cuando tengamos crisis parecidas”.