Los esfuerzos brasileños por revertir la tasa de deforestación, que crece en algunas regiones, comienzan a dar frutos en vísperas de Río+20.
Coronando un descenso de cuatro años, Brasil alcanzó un nuevo mínimo de deforestación en 2011 — alrededor de 11,7% en 12 meses —, recibiendo elogios y siendo reconocido a nivel mundial a medida que el esfuerzo global por proteger los bosques toma fuerza,
Uno de estos reconocimientos llega en la forma del primer premio ecológico otorgado a un proyecto nacional: el premio Impacto sobre el Desarrollo del Departamento del Tesoro de los EE. UU., entregado esta semana durante una ceremonia en Washington D.C.
El premio del Tesoro para el programa Áreas Protegidas de la Amazonia (ARPA) — un proyecto conjunto del Banco Mundial y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) — reconoce el papel de ARPA en la protección del medio ambiente y su apoyo a las poblaciones nativas de estas áreas. Aun teniendo en cuenta que aumentó la tasa de deforestación en América Latina y el Caribe, también aumentó el número de países que establecieron áreas protegidas, elevando el porcentaje promedio de éstas a un 10% del territorio regional, de acuerdo e un reciente informe regional sobre crecimiento verde.
La evidencia científica muestra que las áreas protegidas desalientan la deforestación al establecer un claro lineamiento normativo y control ambiental, apoyando a los pueblos tradicionales, redirigiendo la ocupación territorial y haciendo más atractivos los emprendimientos basados en la conservación.
ARPA cubre una superficie 50% más grande que todos los parques nacionales de EE. UU., a una fracción del costo. ARPA por sí solo puede atribuirse un descenso en la deforestación de 37% entre 2004 y 2009, indica un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de los EE. UU.
Proteger la Amazonia es de vital importancia, y no solo para Brasil. Sus bosques ejercen una influencia significativa en el clima regional y mundial, apuntalando la biodiversidad a escala mundial.
“La preservación de los bosques tropicales actuales les permite a los gobiernos, corporaciones e instituciones financieras tomar medidas inmediatas para reducir las emisiones de efecto invernadero, a la vez que conservan áreas de mucha importancia en términos de biodiversidad,” dice la directora gerente del Banco Mundial, Sri Mulyani Indrawati.
“A través de ARPA, hemos sido capaces de ayudar a Brasil en su esfuerzo por reducir la deforestación, adquiriendo, al mismo tiempo, una valiosa experiencia que podrá ser compartida a nivel mundial,” agregó.
El programa ARPA, implementado por el Banco Mundial, consiste de dos fases financiadas por US$46 millones en subvenciones del FMAM. Iniciada en 2002 en Johannesburgo, Sudáfrica, es una iniciativa a largo plazo respaldada por el gobierno brasileño, el Banco Mundial, el FMAM, el Fondo Mundial para la Naturaleza y el Banco de Desarrollo Alemán. Una vez finalizado, ARPA cubrirá casi 70 millones de hectáreas de selva tropical, ahorrando más de 1100 millones de toneladas de CO2 en emisiones hasta 2050.
En conjunto, estas selvas cubren una superficie mayor que Texas o Ucrania, almacenan más de 4600 millones de toneladas de carbono, o un 18 por ciento del total de carbono de la Amazonia, y albergan miles de especies de plantas y animales.
Más allá de los números, ARPA es más que un programa para el establecimiento de áreas protegidas, según los expertos. “Le cambió la cara al uso territorial y ayudó a establecer el valor de sus recursos, por lo tanto ha tenido un impacto verdadero en el desarrollo regional,” apunta la bióloga brasileña y experta del Banco Mundial, Adriana Moreira.
Más alianzas, menos deforestación
Las áreas protegidas se dividen en dos categorías — protección estricta y uso sustentable — para lograr un mejor equilibrio entre los objetivos de conservación y el uso de los recursos naturales, explica Moreira.
Los parques nacionales, estatales y municipales, así como las reservas biológicas y estaciones ecológicas, constituyen la primera. Las áreas de uso sustentable incluyen reservas extractivas y reservas para el desarrollo sustentable.
ARPA exige que todas las áreas protegidas posean un ‘plan de protección’ previo a la elaboración de un plan de gestión, indica Moreira. Esta exigencia incrementó el apoyo al control ambiental, fortaleciendo las alianzas con la policía ambiental y confiriendo mayor poder a la gerencia y personal de las áreas protegidas, agregó Moreira.
El Parque Nacional Montanhas do Tumucumaque en el estado de Amapá, con 3,8 millones de hectáreas, el mismo tamaño que Bélgica, fue el primer éxito de ARPA. “Sin embargo, la creación de Tumucumaque fue relativamente fácil porque era un área aislada. Consolidar una estación ecológica en un lugar como Terra do Meio (entre los estados de Pará y Mato Grosso), ubicado en la frontera entre la agricultura y la deforestación, fue mucho más complicado,” indicó Moreira.
Reconoció que la deforestación sigue teniendo lugar dentro de las áreas protegidas, pero es mucho menos agresiva que en otros lugares — de 7 a 11 veces menos probable dentro de las áreas protegidas que fuera de ellas, de acuerdo a los expertos.