El conflicto armado en Colombia ha dejado cientos de miles de víctimas. Entre estas, están los desplazados que tuvieron que abandonar sus tierras y sus casas para salvar sus vidas.
Sin embargo, en la región del Magdalena Medio, en el oriente del país, un pequeño grupo de agricultores permaneció en sus tierras, gracias al proyecto “Paz y Desarrollo” liderado por la Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.
El proyecto, apoyado por el Banco Mundial y otras instituciones, apoyó a los agricultores para que se organizaran como una red de pobladores y poder resistir al conflicto.
“Estoy feliz aquí donde estoy, porque sé manejar el campo,” explica Ismael Caro Acuña, miembro de la asociación de productores Asopalmar, sentado frente a su cultivo de palma aceitera. De las palmas se extraen aceites y grasas vegetales, que comercializa la misma asociación.
Con el apoyo del proyecto, los campesinos no solo se mantuvieron en sus tierras, sino que han podido mejorar sus métodos de producción. También han fortalecido el goce de sus derechos humanos, como decidir dónde vivir o poder trabajar en una actividad libremente escogida y con un ingreso justo.
Trabajar en familia y en paz
Otro ejemplo se puede ver en el departamento Norte de Santander, dónde el proyecto “Paz y Desarrollo” liderado por la Corporación Desarrollo y Paz de Norte de Santander, ayudó a un grupo de mujeres desplazadas y llegadas a los barrios populares de Cúcuta a aprender el oficio de la confección.
Ahora tienen sus propios talleres. Ana Lida Gamboa, participante del proyecto, explica que puede trabajar sin descuidar a su familia. “Comparto con mi hija, con mi madre, con mis tíos…Vivo rodeada de mi familia, estoy con ellos casi todo el día, porque trabajo ahí mismo en el barrio con ellos”, dice.