En las instalaciones de Haiti Tec, un centro certificado de formación profesional, un grupo de jóvenes que usan anteojos protectores y mascarillas están aserrando madera. Otros grupos están aún más ocupados con las clases de plomería, electricidad y albañilería.
Estas 500 jóvenes han recibido capacitación en diversas áreas técnicas en una serie de centros de Puerto Príncipe desde octubre de 2012. Participan en el programa Iniciativa para las Niñas Adolescentes (AGI, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial que a fines de 2013, en conjunto con el Ministerio de la Mujer, ha capacitado a 1.000 niñas de entre 17 y 20 años en situación de vulnerabilidad que viven en los barrios pobres.
Según el presidente de Haití, Michel Martelly, la formación profesional tiene una importancia fundamental en un país que se encuentra en un proceso de recuperación. En noviembre pasado, en un foro sobre el tema, la autoridad afirmó que quería que la “formación profesional fuera un pilar de la reconstrucción de Haití”.
Capacitación no tradicional
Para poder aprovechar las oportunidades de empleo después del terremoto en los sectores con fuerte potencial de crecimiento que tradicionalmente prefieren a los hombres, se está capacitando a las jóvenes en cinco campos de formación profesional no considerados tradicionales para las mujeres: carpintería y ebanistería, maquinaria pesada, albañilería, plomería y trabajos eléctricos.
“La estrategia es importante. En lugar de ‘dinero en efectivo por trabajo’, las jóvenes aprenden un oficio, que es mucho más importante. Creo que esto contribuirá al desarrollo y crecimiento de Haití”, explica el director de Haiti Tec, Rhony Desrogene.
Las jóvenes reciben un estipendio mensual de 2.000 gourdes (US$50) para cubrir los costos asociados con las sesiones de capacitación. También reconocidas organizaciones comunitarias se encargan de alentarlas y ayudarlas en caso de que surjan problemas que les impidan continuar la formación.
“Es una oportunidad que se brinda a muchas jóvenes que lo necesitan”, dice Daniela, una de las estudiantes. “Hice un gran esfuerzo para entrar en este programa”, agrega. Para ser elegible, pasó un mes más en una situación difícil en el barrio pobre donde vivía, que era uno de los sitios incluidos en el programa.