¿La prosperidad compartida implica la reducción de la desigualdad mediante la redistribución de la riqueza?
No. Es necesario centrarse primero en aumentar lo más rápido posible el bienestar de los menos favorecidos. Sin embargo, no estamos sugiriendo que los países redistribuyan un “pastel económico” de cierto tamaño, o le saquen a los ricos para darles a los pobres.
Más bien, estamos diciendo que si un país puede aumentar el tamaño de su pastel y, al mismo tiempo, compartirlo de manera que aumenten los ingresos del 40% de su población más pobre, entonces está avanzando hacia la prosperidad compartida. De modo que el objetivo combina los conceptos de aumentar la prosperidad y la equidad.
Vamos a realizar el seguimiento del aumento de los ingresos del 40% más pobre, y debido a que esto se hará junto con la supervisión del incremento del ingreso nacional (que los países ya realizan), los países podrán ver directamente cómo le está yendo a los menos pudientes.
No usamos como un indicador de la meta de prosperidad compartida el crecimiento del 40% más pobre en relación con la tasa media de crecimiento, ya que hay periodos en el proceso de desarrollo en que los ingresos de los pobres aumentan rápidamente, y eso es un buen resultado incluso si hay un cierto incremento en la desigualdad. Pero también reconocemos que los constantes aumentos en la desigualdad no se pueden sostener social ni políticamente durante largos periodos.
Es un hecho que ningún país ha pasado de la situación de ingresos medianos a altos con niveles elevados de desigualdad. Un aumento persistente de la desigualdad (o el estancamiento en niveles altos de desigualdad) limitará en última instancia el incremento de los ingresos de los más necesitados y, con el tiempo, impedirá el crecimiento económico.
¿Cómo el nuevo Indicador de prosperidad compartida puede medir el progreso en el tiempo?
Hacer el seguimiento de los ingresos del 40% de la población más pobre de un país es un cambio en la forma cómo los economistas han medido tradicionalmente el progreso, centrándose principalmente en el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita.
La suposición en el pasado era que el crecimiento del PIB se filtraría hacia los pobres, pero ahora sabemos que no siempre es así. El Indicador de prosperidad compartida medirá el crecimiento de los ingresos de las personas que nos preocupan: los menos favorecidos.
¿Qué necesita un país para lograr la prosperidad compartida?
El camino de un país hacia la prosperidad compartida dependerá del contexto y el tiempo. Hay muchos senderos hacia la prosperidad compartida y, a menudo, se complementan entre sí. Además, diferentes sociedades asignan funciones específicas al Gobierno, las empresas, la sociedad civil y los ciudadanos en general. Voy a mencionar algunos ejemplos.
En primer lugar, la prosperidad puede ser de base amplia si el crecimiento genera puestos de trabajo y oportunidades económicas para todos los segmentos de la población. El sector privado suele ser el motor principal de la creación de empleo, pero el Gobierno tiene un papel fundamental en la implementación de políticas y regulaciones que promuevan un entorno favorable para mantener altas tasas de inversión, y en la inversión en las competencias laborales que se necesitan para tener una fuerza de trabajo moderna y dinámica.
Sin embargo, el modelo de crecimiento tiene que ser de tal manera que dé lugar a oportunidades de ingresos para los pobres. Por lo que el impacto en la pobreza de un crecimiento basado en los recursos naturales que no arrastra al resto de la economía será muy diferente, por ejemplo, a un crecimiento sostenido por el aumento de la productividad agrícola.
En segundo lugar, existe la necesidad de un “contrato social” saludable y estable en cada país que se comprometa a realizar inversiones que mejoren y ofrezcan igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.
Para los niños y jóvenes, por ejemplo, esto significaría proporcionar acceso universal a desarrollo en la primera infancia, salud, nutrición, educación e infraestructura básica. Para las mujeres de muchas sociedades, implicaría eliminar los obstáculos que impiden su participación económica, social y política.
Un contrato social también permitiría asumir el compromiso de realizar inversiones en redes de protección social que defiendan de las privaciones y crisis a las personas pobres y vulnerables. Además, podría ofrecer mecanismos que respalden los compromisos del Gobierno y, lo que es más importante, un sistema fiscal que cree incentivos para el crecimiento económico y la equidad.
¿Los países están interesados en implementar contratos sociales que promuevan un acceso mayor y más igualitario a las oportunidades?
Todos los países tienen historias y necesidades diferentes, y no hay una solución que sirva para todos. El progreso hacia el acceso equitativo a las oportunidades para todos los ciudadanos requiere una visión a largo plazo, la voluntad de construir instituciones sólidas, el cambio social y una fuerte voluntad política.
El Banco puede ayudar a dar forma a programas y políticas que cumplan con la meta de prosperidad compartida. Seguiremos trabajando en estrecha colaboración con nuestros asociados y los países clientes para desarrollar soluciones que se adapten a sus necesidades específicas.