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ARTÍCULO

En Brasil, indígenas, campesinos y descendientes de esclavos protegen el ambiente para superar la pobreza

Septiembre 30, 2013


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“El cerrado en algunas áreas ya se está desertificando a causa de la quema. Y el fuego también afecta a los frutos, que alimentan a tanta gente”, dice Jailton Hycroh.

Mariana Ceratti/Banco Mundial.

TITULARES DE ARTÍCULOS
  • Recibirán asistencia técnica y financiera para preservar el cerrado, el ecosistema más grande del país después de la selva amazónica.
  • El cerrado es uno de los biomas menos preservados de Brasil: las áreas protegidas cubren apenas el 8,21% de su superficie.
  • Para darle forma al proyecto, se hicieron tres consultas públicas que buscan garantizar que los recursos estén disponibles para quienes los necesiten de verdad.

Apenas despunta el sol en Carolina -estado de Maranhão, en el Nordeste de Brasil-, Jailton Hycroh, de 23 años, ya está listo para trabajar. Poco a poco, apila varias cajas de anacardos en una mesa. Con la ayuda de otras cuatro personas, selecciona las mejores frutas. Los anacardos son luego procesados para hacer pulpa congelada.

“Me gusta este trabajo porque, además de preservar las frutas del cerrado, da un ingreso a la gente de las aldeas indígenas”, cuenta. Hoy, el 20% de la materia prima procesada por Fruta Sã —donde trabaja el joven de la etnia krikati— proviene de estos pueblos.

Según el gerente de la fábrica, Geert Haveman el porcentaje podría ser de hasta un 50%, pero no siempre las comunidades están en condiciones de extraer y transportar la fruta con seguridad. “Los propios krikati dejan de mandarnos el asaí o el moriche recolectado en la aldea porque no cuentan con congelador”, explica Hycroh.

Temor de incumplimiento

Unos 1500 km al sur, en Montes Claros (Minas Gerais), varias comunidades de campesinos, descendientes de esclavos y artesanos viven del procesamiento de la caña, la mandioca y la recolección de frutas típicas del cerrado.

Allí los desafíos son otros, aunque igual de grandes, como cuenta Braulino dos Santos, coordinador del Centro de Agricultura Alternativa del Norte de Minas. “Para poder ser vendidos, los productos de estas comunidades tienen las mismas exigencias que los industrializados, y el precio que se paga por ellos es menor”.

Agrega que “las comunidades tradicionales aún no cuentan con la preparación necesaria para manejar adecuadamente los créditos de financiamiento público, por eso las asociaciones de productores rurales adquieren deudas impagables o no pueden rendir cuentas sobre los préstamos”.

Aunque distantes, las historias de Jailton Hycroh y Braulino Santos resumen la experiencia cotidiana de quienes viven de lo que produce el cerrado. Por eso, preservar este ecosistema es garantía de un futuro mejor para las comunidades locales.

Financiamiento a medida

El Banco Mundial y el Fondo de Inversión para el Clima (CIF, por sus siglas en inglés) se unieron para crear un fondo de US$6,5 millones (cerca de R$14 millones) para financiar actividades de conservación del bioma. 70% del dinero irá directamente a las manos de las comunidades tradicionales e indígenas.


" Las comunidades tienen mucho interés en aprender cómo mejorar sus productos y venderlos en los mercados.  "

Júlia Miras

Consultora del Banco Mundial

Para darle forma al proyecto, se hicieron tres consultas públicas —la última de ellas, en septiembre— que buscan garantizar que los recursos estén disponibles para quienes los necesiten de verdad. “Estos representan una gran diferencia cuando son usados en proyectos pensados por las mismas comunidades”, explica Júlia Miras, consultora del Banco Mundial.

“Todavía no sabemos qué actividades serán financiadas, pero las comunidades tienen mucho interés en aprender cómo mejorar sus productos y venderlos en los mercados”, agregó.

El peligro de la quema

Por medio de la agricultura familiar, la recolección sustentable y las artesanías, las familias contempladas por la iniciativa ayudan a conservar un ecosistema que cubre el 22% del territorio brasileño.

A pesar de ser la sabana más rica del mundo, el cerrado es uno de los biomas menos preservados del país: las áreas protegidas cubren apenas el 8,21% de su superficie. Además, 137 especies de fauna se encuentran amenazadas de extinción, según el Ministerio de Medio Ambiente.

La deforestación, la producción de carbón y la ocupación desordenada no solo crean conflictos sociales, sino que también aumentan el riesgo de cambio climático. Solucionar este problema, por cierto, es uno de los principales objetivos del nuevo proyecto — algo que aplauden quienes viven en la región y de sus riquezas.

“El cerrado en algunas áreas ya se está desertificando a causa de la quema. Y el fuego también afecta a los frutos, que alimentan a tanta gente. Por esto es tan importante conservarlo”, insiste el joven Jailton Hycroh antes de retornar al trabajo.


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