2006 resultó ser un año importante para las nuevas empresas. La llegada de Twitter y Facebook, abiertos a cualquier persona mayor de 13 años, representó la culminación del sueño de toda la vida de dos jóvenes argentinos.
Puede que Tomás Pando y Francisco Murray no sean tan conocidos como Zuckerberg o Dorsey, pero son la cara del innegable espíritu emprendedor de la región. Luego de siete años, su reinterpretación del tradicional calzado gauchesco —las alpargatas— lleva vendido un cuarto de millón de pares en 2012 y cuenta con 23 tiendas en todo el mundo, de Angola a Venezuela.
Sin embargo, historias de innovación como la de Páez no son muy frecuentes, de acuerdo a un informe del Banco Mundial publicado hoy.
El 60% de los empleados latinoamericanos trabaja para empresas con cinco o menos empleados. Muchas veces considerado como un motor del desarrollo, el espíritu emprendedor genera puestos de trabajo e impulsa el crecimiento económico. Si bien la creación de empresas en la región es elevada, las compañías que sobreviven crecen a una tasa mucho más baja que sus similares en otras regiones y compañías de ingreso medio.
“El panorama económico en América Latina es tal que las empresas tienden a empezar pequeñas y permanecer pequeñas”, explicó De la Torre durante el evento inaugural del informe. “No hay nada malo per se en ser pequeño, pero mantenerse pequeño para siempre es un problema”.
La razón detrás de este crecimiento atrofiado: la crónica falta de innovación en la región.
Esto debería hacer sonar las alarmas. En los últimos diez años, América Latina se benefició enormemente de los vientos favorables de la economía global, permitiéndole reducir la pobreza extrema, mejorar la igualdad y catapultar a 50 millones de personas a la clase media. Sin embargo, a medida que estos vientos favorables se diluyen, el crecimiento tendrá que surgir de adentro, y la innovación y el dinamismo serán la clave para que la región pueda aprovechar los avances sociales de los últimos años.