Fabio Mottola mira en su espejo retrovisor: una marea inmóvil de autos, buses y taxis estancados en el tránsito de la ciudad de Brasilia. Hacia delante lo mismo: la avenida es un gigantesco parqueadero. Mottola se resigna, aprovecha la congestión para hablar por teléfono, escuchar la radio o comentar la situación con un conductor vecino.
Se trate de Buenos Aires, Brasilia, Bogotá, Lima o Ciudad de México, lo cierto es que esta situación no es ajena a la de los 400 millones de latinoamericanos que viven en zonas urbanas y afrontan costosas y largas odiseas para movilizarse.
“El viaje me resulta más estresante que el trabajo”, afirma.
Según expertos, un latinoamericano puede llegar a perder entre tres y cuatro horas de su día en viajar de su casa al trabajo y del trabajo a casa, lo cual le puede costar el equivalente a dos horas de su salario.
Pero no todo es gris color de asfalto. De un tiempo a esta parte, empiezan a asomarse esfuerzos para promover alternativas al auto, como por ejemplo el uso de las bicicletas, y el fomento y la mejora del transporte público.
Adopción del bus rápido
Piezas importantes en esta mejora de la movilidad pública son los buses de tránsito rápido (o BRT, por sus siglas en inglés) que operan en carriles dedicados, permitiendo a los usuarios acceder a un servicio rápido y seguro.
Un total de 56 ciudades de América Latina cuentan con sistemas de buses rápidos, que representan un tercio de los más de 4,000 kilómetros de corredores destinados a este medio de transporte rápido a nivel mundial, según EMBARQ, el programa de transporte urbano sostenible y planificación del Instituto de Recursos Mundiales.
Es también la región que mayor cantidad de pasajeros traslada a través de este sistema: 6 de cada 10 personas que eligen este medio de transporte lo hacen en Latinoamérica, con un total de 19 millones de pasajeros por día.