Lusine, una madre de cuatro hijos de 28 años, vive con su familia en un edificio abandonado en las afueras de Gyumri, una aldea en Armenia.
Tanto Lusine como su marido no terminaron la educación secundaria. Después de casarse hace algunos años, su esposo cuidaba ganado y solo podían permitirse una vida precaria en el campo. Su situación se volvió aún más difícil cuando la pareja tuvo cuatro hijos.
Ahora, Lusine desea encontrar un empleo para complementar los ingresos familiares, pero duda que alguien la contrate.
“Estudié solamente hasta octavo grado, de modo que no puedo ganar suficiente dinero”, dice Lusine. “Tampoco tengo a nadie que cuide a mis niños”.
Ella es una de las muchas personas en Europa y Asia central (ECA), cuya vida cotidiana es una lucha.
Como región, ECA enfrenta el problema singular de largos y duros inviernos. Esto significa que las familias deben pagar mucho más para calentar sus hogares y comer suficientes alimentos que les permitan sobrevivir en condiciones tan implacables si se compara con otras partes más cálidas del mundo. Estos gastos se suman, y a menudo US$2,50 diarios por persona no son suficientes. Por ello, muchos como Lusine, viven en la pobreza.
El Banco Mundial conversó con varias familias en la región para conocer las dificultades que enfrentan los pobres. Aunque todos los entrevistados dijeron que las altas cuentas de calefacción durante los inviernos eran el mayor problema, también creían que sus hijos podrían escapar de la pobreza si tenían una buena educación, lo que conduciría a buenos empleos.
Para poder mantener a su familia, el marido de Lusine se trasladó a una zona remota en la Federación de Rusia, donde trabaja como jornalero y envía algo de dinero de vez en cuando.
Lusine y sus cuatro niños no tienen más opción que vivir en un edificio abandonado, que no tiene agua potable y cuyo sistema de alcantarillado no funciona. Durante los inviernos, la familia utiliza baldes plásticos como retretes. Lusine teme que las paredes –tan delgadas como el papel y con agujeros- se derrumben debido al mal tiempo.
Pero está preparada para soportar tales condiciones difíciles porque permanecer en el edificio le permite enviar a sus tres hijos mayores a la escuela pública que es gratuita, algo que ella está decidida a seguir haciendo porque lo considera vital para su futuro.
Los libros de texto son gratis, pero los cuadernos y lápices tiene que comprarlos. Ese dinero tiene que venir del ingreso mensual de su familia de 40 000 dram (US$99) –en su mayor parte beneficios sociales-, lo cual equivale a menos de US$1 diario por persona.
Lusine no hace concesiones en cuanto a los artículos educacionales, pero eso significa una batalla constante e interminable para pagar la alimentación para ellos cinco, la calefacción y otros gastos diarios.
Lusine ya debe 10 000 dram (US$25) en la panadería local y 200 000 (US$493) en la tienda de comestibles. Su mayor pesar es que no fue a la universidad. Tener la educación y las habilidades correctas es esencial para encontrar un empleo estable con un buen salario y tener una mejor calidad de vida, algo que Lusine espera para sus hijos en el futuro.
“Siempre soñé con una familia y un hogar propios”, dice Lusine. “Lo único que quiero para mis hijos es que no tengan la vida que yo he tenido. Quiero que estudien y que sean capaces de mantenerse por sí solos”.