Con el foco puesto en cambiar la industria del petróleo, la reforma energética de México ha soslayado otro ambicioso emprendimiento del país: hacer que en los próximos diez años no más de un tercio de su electricidad provenga de fuentes no fósiles.
¿Lo podrá lograr?
“Estas metas son sin duda muy ambiciosas, particularmente porque en la actualidad, únicamente alrededor del 15% de la generación eléctrica en el país proviene de fuentes primarias de energía no fósil”, señaló Guillermo Hernández González, experto en energía del Banco Mundial.
De hecho, la meta oficial es aún más amplia. De acuerdo a la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Financiamiento de la Transición Energética (LAERFTE), México establece como meta “una participación máxima del 65% de combustibles fósiles en la generación de energía eléctrica para el año 2024, del 60% en 2035 y del 50 por ciento en 2050”
No es poco, si se piensa que en países del mundo desarrollado esta transición aún tiene mucho camino por recorrer. Sin ir muy lejos, el 68% de la electricidad de EE.UU aún proviene de fuentes fósiles, de acuerdo a la agencia de energía nacional (EIA).
Por eso, desde hace más de un lustro, el gobierno mexicano inició una serie de reformas para promocionar la eficiencia energética y el uso de las energías renovables, como parte de una ambiciosa estrategia para combatir y mitigar los efectos del cambio climático –el cual, según estudios, podría contraer la economía entre un 3,5% y un 4%, si no se toman las medidas apropiadas.
¿Tan fácil como cambiar una bombilla?
Como parte de estos esfuerzos, se han tomado iniciativas de alto perfil tanto en los hogares como en los negocios.
Una de ellas, la distribución de 23 millones de focos ecológicos o “ahorradores” hasta le valió un récord Guinness al gobierno. Asimismo, en un período de dos años se renovaron 1,7 millones de electrodomésticos ineficientes (refrigeradores y aires acondicionados) y se instalaron sistemas fotovoltaicos, biodigestores y otras tecnologías de energía renovable en cientos de agronegocios en todo el país.
Según FIRCO, una agencia de la Secretaria de Agricultura que financia la adopción de energías no-fósiles, el uso de estas tecnologías en agricultura evita la emisión de casi 600.000 toneladas anuales de dióxido de carbono (CO2), equivalente a la electricidad que consumen más de 16.000 viviendas al año.
En fechas recientes, el país fue escenario de un intenso debate sobre la reforma del sector de energía, que se enfocó principalmente en la participación de capitales privados en la estatal petrolera Pemex. Como parte de estos cambios, México también busca continuar con sus esfuerzos en la promoción a las energías renovables, mediante la transferencia de un porcentaje de los recursos obtenidos por la explotación de los hidrocarburos.
Para comenzar a darle forma a este nuevo panorama energético, el gobierno adoptó algunas medidas, como la reciente aprobación del impuesto al carbono en la reforma hacendaria (US$3.2 por tonelada de contenido de carbono), que busca desincentivar el uso de combustibles fósiles.
Los expertos consideran que, en general, el impacto de la reforma energética será positivo si se aumentan los niveles de producción, se generan mayores ingresos, se crean más empleos formales con adecuados niveles de remuneración, y se abaratan los productos energéticos para las mayorías.
“Reconocemos y apoyamos el compromiso que el gobierno mexicano ha mostrado en la lucha contra el cambio climático y sus efectos, los cuales se espera tengan un mayor impacto en la población más desfavorecida del país”, concluye la economista Gloria Grandolini, directora del Banco Mundial en México.
El Banco Mundial en México
El compromiso del Grupo del Banco Mundial con México está estructurado alrededor de un enfoque innovador y temático, por ejemplo en el crecimiento verde e inclusivo, con un modelo que provee soluciones de desarrollo adaptadas al país, usando un paquete de servicios financieros, de conocimiento y de convocatoria.