¿Café de Colombia o café de África? Según los conocedores, cada cual tiene sus virtudes, y las preferencias por uno o por otro dependen del paladar de cada consumidor. Pero lo concreto es que Colombia y las naciones cafeteras de África figuran entre los mayores productores del mundo y, de un tiempo a esta parte, se están aunando esfuerzos para producir un café con beneficios que van mucho más allá de su delicioso sabor.
La historia de este intercambio de ideas se originó cuando los productores de Ruanda y Burundi empezaron a explorar cómo lograr que la producción del café se enfocara en la buena calidad, pero también en el cuidado del medio ambiente, la sostenibilidad del cultivo a largo plazo, la generación de fuentes adicionales de ingreso dentro del paisaje cafetero como el agro turismo y el bienestar de quienes se dedican a su producción.
“Los dos países empiezan a identificar estos elementos cómo prácticas de manejo sustentable del paisaje importantes que podrían dar muchos beneficios ambientales y sociales”, explica Paola Agostini, coordinadora del Fondo Mundial para el Medio Ambiente, TerrAfrica y FCPF en África para el Banco Mundial.
Por eso no resulta extraño que al poco tiempo se interesaran en el llamado “eje cafetero” en el centro de Colombia, una región de verdes intensos y hermosas montañas, que fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
“Toda una vida” de café
Para llegar a la finca de Fabiola Vega, en el departamento del Valle del Cauca, hay que hacerlo en un Jeep “Willys”. El legendario vehículo -originalmente diseñado para la guerra- es el único con la fuerza y la resistencia necesarias para subir por las estrechas carreteras serpenteantes de estas montañas.
A sus 65 años, Fabiola cuenta que su experiencia con el café es la de “toda una vida”, mientras muestra con orgullo las “cerezas” (frutas del café) que comienzan a madurar bajo los platanales y otros árboles de generosa sombra, que ayudan a evitar plagas, a ahorrar fertilizantes y a producir un café de primera calidad.
Además del cultivo del café, y con la asesoría de una fundación especializada en proyectos sostenibles, en la finca se crían 35 vacas y se siembran 600 árboles al año para reforestar el lugar. Estas otras actividades -además de los turistas que llegan a esta región atraídos por su belleza - significan más fuentes de ingresos para los caficultores.
“En este lote no echo nada. Vive así como lo está viendo, uno va reforestando y con la misma hojarasca, yo abono”, le explica Fabiola a un grupo de visitantes poco usual: caficultores y expertos en café de tres países africanos: Burundi, Ruanda y Etiopia.
Gran tradición cafetera
Aparte del clima tropical, una topografía montañosa, y de haber padecido conflictos armados, estas naciones también tienen en común con Colombia el ser grandes productoras de café.
Pero del otro lado del Atlántico, los métodos son diferentes. En Ruanda y Burundi, por ejemplo, el cultivo de café en sombra apenas está comenzando. Mientras en Colombia, donde hay alrededor de 560 mil familias cafeteras, es una tradición centenaria, a pesar de que durante algunos años se alentó el cultivo bajo sol. En contraste, en Etiopia, país de origen del café, es todavía posible encontrar el café como producto silvestre bajo los bosques.
En Burundi, la mitad de sus casi 9 millones de habitantes dependen del café, y todavía se cultiva bajo sol. “Y con los cambios climáticos, hemos visto que con las sequías la producción baja”, explica Jumaine Hussein, consultor del Banco Mundial en manejo de recursos naturales.
Colombia produjo en 2013 más de 650 millones de kilos de café. Cerca de 40% del área total de siembra es café bajo sombra. El objetivo de la visita de la delegación africana fue venir a conocer personalmente las experiencias exitosas de producción de café que respetan el medio ambiente y contribuyen a mejorar el paisaje y las condiciones de vida de sus productores.
“Para nosotros es muy importante crear conciencia de que el manejo del paisaje cafetero con sostenibilidad económica, ambiental, social y cultural es posible, y constituye una buena opción para el desarrollo de las áreas rurarles tanto de Colombia, como de Burundi, Ruanda y Etiopía”, dijo Issam Abousleiman, Gerente del Banco Mundial para Colombia
Los visitantes, pudieron además ver cómo se establece y cuida un corredor biológico – árboles que conectan dos bosques para preservar la biodiversidad de la región y otros servicios ambientales. También compartieron con varios caficultores sobre cómo se organizan para crear alianzas con socios comerciales que garantizan mercados para sus productos a cambio de cumplimiento en volumen y calidad. Finalmente, tuvieron la oportunidad de conocer y recibir los servicios de una experiencia ecoturística dentro de una finca cafetera.
Un buen sistema
“Una de las cosas más interesantes que he visto en Colombia es la combinación de cultivos, el hecho de asociar plátano y café. Es un sistema que funciona muy bien”, dice Joseph Bigirimana, del consejo agrícola de Ruanda, donde medio millón de personas viven del café -en muchos casos como monocultivo- y donde la producción de plátanos está muy desarrollada.
“La ventaja (de tener diferentes cultivos) es que le cae menos plagas al plátano. Los otros árboles sirven para conservar el suelo y la sombra”, explica con su machete colgado a la cintura Ricardo Díaz, que tiene su finca cerca de Pijao, en el departamento de Quindío, donde además de café, cultiva plátanos, aguacates y maderas preciosas, como el nogal.
Al final de la visita, los visitantes de los tres países africanos se fueron con una lección aprendida. “Voy a animar a los miembros de nuestra asociación a sembrar otros cultivos para que tengan más beneficios”, dijo Théopiste Nyiramahoro, la presidenta de la Unión de Cooperativas de Caficultores de Kirehe, en el este de Ruanda.
Pero como en todo intercambio, los colombianos también tienen la oportunidad de aprender de sus colegas africanos. De modo que no parece estar lejana la fecha en la que una misión de caficultores y expertos colombianos desembarque en algún paisaje similar a este, pero en el continente africano.