Un médico de Nueva York en los Estados Unidos entra a un supermercado, se detiene en el departamento de carnes, ve un corte que le gusta, saca su teléfono móvil, escanea el código QR en la etiqueta y la aplicación le informa cuándo fue sacrificado el animal, dónde creció, qué tipo de alimentación tuvo y hasta le da un vínculo por si quiere conocer la granja donde se crió.
Esta tecnología aún no está disponible, pero puede ser una realidad muy pronto, gracias a programas como el Sistema Nacional de Información Ganadera, implementado por Uruguay, un método por el cual es posible conocer con precisión cada una de las etapas de la cría y el procesamiento del animal, desde su granja en el campo uruguayo, hasta un supermercado en Manhattan. Todos estos datos, incluidos en una etiqueta, forman parte de la demanda creciente en los países desarrollados por tener una mejor información sobre el origen de los alimentos, la forma en que se procesan y el tratamiento que se da a los animales que producen carne.
50 millones
Es una oportunidad que Uruguay quiere aprovechar. Este país, con apenas tres millones de habitantes, pasó de producir alimentos para 9 millones de personas en 2005 a producir alimentos para 28 millones de personas en la actualidad, y su ambición es llegar hasta los 50 millones de personas.
El hecho de que las 12 millones de vacas que pastan en los campos uruguayos tengan un chip en la oreja, que permite recolectar toda esa información, es apenas uno de los pasos que está dando el país para convertirse en lo que las autoridades “un país agro-inteligente”. El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, Tabaré Aguerre, estuvo de visita en Washington compartiendo esta visión con varios organismos, entre ellos el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Aguerre asumió su cargo hace poco más de tres años y se propuso desarrollar su gestión sobre tres ejes: “desarrollo rural, con políticas diferenciadas para la agricultura familiar, con clave en adaptación a cambio climático y construcción de capacidades para la gestión de los suelos”.