Monrovia, 10 de marzo de 2015. En el lapso de unas pocas semanas, ella vio cómo 14 personas perdían la vida aún antes de saber el nombre de la enfermedad.
Cuando supo el nombre, sus hermanas, hermano, cuñada, sobrinas, sobrinos, tía, y otros parientes habían muerto desangrados.
Tres generaciones perdidas debido a un virus. Y luego vino por ella.
La boca reseca, los ojos enrojecidos, vómitos y diarrea, una confusión abrasadora y "fuego en [su] corazón", dice.
Pero Lina Saah, una madre soltera de 39 años que vive en Monrovia, Liberia, pudo vencer a la enfermedad después de haber sido transportada hasta una unidad de tratamiento del ébola (ETU, por sus siglas en inglés). Pasó 15 días allí y luego fue dada de alta el 7 de octubre, para regresar a su casa con una cojera que ahora es un recordatorio constante de las huellas del ébola en su vida y la de sus seres queridos.
Su "graduación" de la ETU llegó acompañada de un certificado que confirmó que estaba libre de ébola, concediéndole acceso a un “club” al que cinco meses antes no había imaginado pertenecer.
Lina es una de las 1534 personas que han sobrevivido al ébola en Liberia hasta el 3 de marzo, si bien el Ministerio de Salud dice que hay probablemente cerca de 2000 sobrevivientes de la enfermedad, que al 5 de marzo ha causado 4162 muertos en el país. Hay indicios de que el ébola podría haberse extinguido en Liberia: el último paciente confirmado fue dado de alta de una ETU el 5 de marzo. Si ningún caso nuevo aparece en un periodo de 42 días, el país será declarado libre de ébola.
Beatrice Yardolo, de 58 años, del condado de Montserrado, en Liberia, es otra superviviente. Ella y su esposo Steve, de 61 años, perdieron a tres hijos por causa del ébola. Mientras Beatrice estaba en la ETU, Steve y otros que compartían su casa fueron puestos en cuarentena después de que fuera llevada el 19 de febrero para recibir tratamiento.
“Incluso tus amigos tienen miedo de acercarse. Es difícil", relata Steve sobre el estigma de ser asociado al ébola incluso sin estar infectado.
Ese estigma le es muy familiar a Lina.
Antes de contraer el ébola, Lina era madre de cuatro niños. Ahora es la mamá de seis hijos, después de acoger a los niños de sus difuntas hermanas.
Previo a la enfermedad, alquilaba un apartamento donde creó un hogar. Ahora, debido al estigma del ébola —a pesar de que Lina está curada y tiene anticuerpos que hacen que sea imposible que vuelva a contagiarse—cuenta que su casera le está negando el acceso al agua para beber y lavar la ropa, y que está tratando de expulsarla de la propiedad. Si es forzada al desalojo, se sumará a otros 150 sobrevivientes del ébola que han perdido sus hogares en Liberia como resultado de la epidemia, según el Ministerio de Salud.
Además, antes de la crisis del ébola, los lunes, miércoles y viernes, Lina asistía a la Universidad de Liberia para estudiar sociología, con el sueño de convertirse en trabajadora social al cumplir 40 años. El resto de la semana, vendía cosas pequeñas al borde de la carretera para apoyar a sus hijos y financiar su matrícula universitaria.
Ahora ha puesto su sueño de trabajo social en espera, porque siente demasiado dolor físico y emocional para trabajar. No tiene dinero para enviar a sus hijos y sobrinas a la escuela. Depende del Programa Mundial de Alimentos y su iglesia para alimentar a su familia.
“No tenemos nada”, dice.
El nuevo sueño de Lina es que sus hijos puedan regresar a la escuela y tener una casa que nadie pueda quitársela.
“Seré feliz cuando mis hijos estén en la escuela, y cuando tenga un lugar donde vivir”, señala, mientras se limpia las lágrimas. Incluso con sus ojos secos, la visión de Lina es borrosa, lo cual es otra secuela del ébola.
Llegar a cero
El Gobierno de Liberia, con el apoyo de asociados como el Grupo Banco Mundial, está equilibrando la necesidad de proteger e invertir en los sobrevivientes como Lina con el compromiso de mantener en cero la cifra de nuevas infecciones, mientras se reconstruyen los servicios esenciales de salud que fueron devastados cuando surgió el ébola en el país.
Guinea y Sierra Leona, los otros dos países más afectados por el ébola, siguen enfrentando desafíos para llegar a cero casos, sin dejar de trabajar para prestar servicios esenciales de salud una vez más, y estar mejor preparados para futuras amenazas a la salud pública.
El Grupo Banco Mundial ha entregado asistencia por un monto de US$518 millones a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo para los países más pobres, para ayudar a las tres naciones más afectadas a alcanzar y mantener en cero la cifra de nuevas infecciones, y apoyar la recuperación y reconstrucción después de la crisis. Esto incluye la provisión de tratamiento y atención médica, el envío de trabajadores de la salud, la localización de contactos, la entrega de alimentos a las personas en cuarentena y el respaldo para la reapertura de las escuelas y la recuperación, entre otras actividades.