Para muchos dominicanos es una realidad cotidiana llegar a casa de noche, oprimir el interruptor de luz y ¡nada! En buena parte del país, los apagones imprevistos son cosas de todos los días y, a veces, durante periodos muy largos.
“Yo tenía que trabajar en la noche para poder hacer mi trabajo y cumplir con mi gente. A veces tenía que irme a otros sitios para buscar un chin de luz”, dice Miurbi Mendoza, una costurera y residente de Los Mina en Santo Domingo, la capital. “Le doy servicio a hoteles y yo tenía que ir para allá a trabajar hasta un mes, quince días dejaba mi casa”, agrega.
La luz es indispensable para Mendoza, una emprendedora con una familia que mantener, y cada nuevo corte amenaza sus ingresos y su disponibilidad para cuidar a sus hijas.
Desde hace más de 50 años este barrio, y muchas otras comunidades, han sufrido de un suministro de electricidad muy poco confiable. Vivían una batalla diaria para poder salir adelante frente a los apagones que les reducían sus oportunidades de trabajar y estudiar y hasta de tener agua potable.
“Antes había que tener muchos tanques en la casa llenos de agua porque la energía no llegaba, y cuando llegaba muchas veces no se podía tomar el agua de la cisterna”, recuerda Julia Altagracia de Reyes, secretaria del consejo de seguimiento de los trabajos de rehabilitación de las redes en Los Mina.
Apagones sostenidos
Es una tendencia que diferencia a República Dominicana del resto de América Latina, una región con una de las incidencias de apagones más bajas del planeta, según los datos de la aseguradora Global Allianz. De hecho, con un promedio de 18 apagones al mes, solo la República Democrática de Congo y Yemen superaron a la República Dominicana en términos de cortes de luz en 2010.
Años de abandono han dejado la matriz energética dominicana en condiciones de funcionamiento bastante ineficientes. El 42% de la energía comprada a los generadores se pierde antes de llegar al usuario, ya sea por causa de las malas condiciones de las redes o por la gran cantidad de conexiones ilegales entre los puntos de generación y los abonados finales.
El resultado: cortes sostenidos a lo largo del circuito que impactan fuertemente a la competitividad del país.
En respuesta, el gobierno invirtió US$42 millones (aportados por el Banco Mundial desde 2011) en un proyecto para ofrecer servicio eléctrico 24 horas al día, los 7 días la semana a casi 100,000 dominicanos gracias a la rehabilitación de 353 kilómetros de redes eléctricas. Además cada usuario ahora cuenta con medidor para monitorear su uso personal y consumo además de ayudar a identificar fugas dentro del circuito.
“El cambio ha sido un cien por ciento positivo,” explica Reyes. “Venir de una situación de apagones hace más de 50 años, de una escasez y de un manejo terrible de la energía eléctrica a tenerla 24 horas, eso se refleja en todo el bienestar de la comunidad.”