Una escena que se repetía en comerciales y programas de televisión de los 60 era emblemática: la esposa que entrega el maletín y el abrigo a su esposo cada mañana al partir al trabajo. Después de darle un beso, ella –sonriendo- se queda en casa cuidando del hogar y los niños.
Eso era la sencilla representación de una realidad en la que los roles tradicionales estaban bien establecidos: los hombres a trabajar y las mujeres a dedicarse a las tareas domésticas y a criar a los hijos.
Hoy esa realidad no puede ser más diferente. Cada día, millones de mujeres salen a trabajar en lo que es considerada una de las transformaciones sociales y económicas más emblemáticas en el mundo en el último medio siglo.
Y en Latinoamérica, en especial, ha tenido un impacto significativo en la composición y manutención de los hogares: mientras en la década de los 60, dos de cada 10 mujeres trabajaban o buscaban trabajo activamente, esa cifra en la actualidad se ha triplicado.
Hoy en día –a diferencia de comienzos de los 90- las mujeres permanecen dos años más en el sistema educativo, tienen un 3% más de probabilidad de no formar pareja y su tasa de fecundidad es un 60% menor, lo que ha alentado y a la vez retroalimentado su participación en el mundo laboral fuera del hogar.
Pero lo más curioso es que en la década de los 90, la tasa de participación laboral femenina pasó del 53% al 62%, mientras que en los primeros 10 años del 2000, cuando Latinoamérica vivió uno de los auges económicos más importantes de su historia, la presencia de mujeres en el mercado de trabajo solo aumentó tres puntos porcentuales.
En tanto, la participación laboral de los hombres prácticamente no se ha movido del 95% a lo largo de todos estos años.
La fuerte desaceleración en la entrada de la mujer al mercado de trabajo no se ha replicado en otras regiones del mundo. Al contrario, en algunas la participación femenina en el mercado laboral sigue creciendo: en Europa es del 79% y en algunos países nórdicos llega casi al 100%.
Por lo que la interrogante que surge es ¿ha llegado la participación laboral femenina a su techo en América Latina?
Es una de las preguntas que se hacen Leonardo Gasparini y Mariana Marchionni en el libro “¿Brechas que se cierran? Aumento y desaceleración de la participación laboral femenina en América Latina” presentado en el Banco Mundial.
Este trabajo, realizado en el CEDLAS de la Universidad Nacional de La Plata de Argentina, con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo(IDRC) de Canadá, trata de dar una explicación a por qué en el momento en que la región registró uno de los mayores avances sociales de su historia gracias al llamado “boom de los commodities, la brecha laboral entre hombres y mujeres prácticamente se estancó.
Según la investigación, la desaceleración se dio en todos los grupos sociales, pero fue mucho más marcado entre las mujeres más vulnerables, es decir aquellas con menos educación, que viven en áreas rurales, con hijos y parejas con bajos ingresos.
“Una posibilidad es que la tasa de actividad laboral femenina se esté acercando a su techo en América Latina, o a lo que sería una tasa ´natural´ de participación”, afirmó Gasparini en la presentación del libro. Sin embargo, señaló que ese escenario en el que la participación se estancaría de forma permanente, no es muy verosímil.
Otra explicación apunta a que sea algo “transitorio”. Según la investigación, llevada a cabo en 15 países de América Latina entre 1992 y 2012, la bonanza económica a comienzos de los 2000 permitió mayores ingresos y beneficios en programas de protección social que pueden explicar el rezago en la salida de las mujeres a buscar empleo. Si el cónyuge tenía un empleo con buenos ingresos, se reducía la presión sobre la mujer para buscar trabajo.
Aunque quizás transitorio, este efecto podría tener consecuencias permanentes preocupantes: las mujeres que hoy deciden mantenerse fuera del mercado de trabajo pueden ser menos propensas o tener menos chances de trabajar en el futuro, incluso en un escenario global con mejores perspectivas laborales. Es posible que estar fuera del mercado de trabajo durante algún tiempo implique pérdidas de productividad y refuerce los roles de género tradicionales en el hogar, lo cual puede reducir las perspectivas de participación de las mujeres en el largo plazo.
¿Qué podría ayudar a las mujeres a salir más activamente a buscar trabajo fuera del hogar?
Hay varias políticas, sostienen los autores, que pueden servir de aliciente:
- La expansión de la oferta de jardines de infancia y escuelas a tiempo completo, así como del cuidado de personas mayores
- El rediseño del sistema de licencias que permita el incremento del periodo para los padres por cuidado de niños, similar a las de las mujeres
- El apoyo para una mejor planificación familiar
- El desarrollo de campañas para sensibilizar sobre la corresponsabilidad en el hogar y en la toma de decisiones
- El reconocimiento de los derechos de las mujeres, entre ellos los relacionados con uniones informales, obligaciones parentales, divorcio y propiedad conjunta
- La revisión del diseño de programas sociales que identifican a las mujeres como titulares de las transferencias y responsables del cumplimiento de las condicionalidades sobre los niños del hogar.